El que fue dueño de
la novela que tengo entre las manos tenía como iniciales de su nombre M.V. y se apellidaba Menéndez Jiménez. Tan sólo sé
eso y que leyó el libro en 1990, hace veintitrés años. Es curioso que también
haya subrayado este desconocido lector o lectora diversos párrafos aquí y allá que
no han coincidido con las pocas frases que he decidido subrayar a mi vez. Esta
es una de ellas: “Por mi mente pasó, fugaz, la silueta de aquella mujer bonita
que siempre recibía los últimos libros franceses. Se amontonaban sobre una mesa
Imperio en su salón. Sólo excepcionalmente los leía. Tenía el don de
reconstruirlos a través de las conversaciones de los demás, y sobre esa base se
formaba su opinión propia. Rara vez se equivocaba”.
Este libro pertenece
a la colección de la biblioteca de Borges que se editó allá por los años
ochenta. Todos tienen en común un mismo prólogo: “A lo largo del tiempo,
nuestra memoria va formando una biblioteca dispar, hecha de libros, o de
páginas, cuya lectura fue una dicha para nosotros y que nos gustaría compartir…”.
Cada libro tiene además otro prólogo, en éste admite que Los ídolos no es el
libro más conocido de Múica Lainez. Entiendo ahora porqué. Menéndez, el dueño
original (el volumen lo compré en La Cuesta de Moyano en estas fiestas) deja de
subrayar hacia la página sesenta. La historia carece de mucho interés para mí
por mucho que diga Luis Antonio de Villena en un artículo que le dedicó hace
unos años. El narrador es un adolescente que tiene un amigo más que amigo (amor
de adolescencia lo llama el primer lector). Pertenecen a la aristocracia
porteña y adoran a un poeta medio desconocido autor de un solo libro de poemas “Los
ídolos”. La primera parte de tres está hecha para y por Lucio Sansilvestre, el
poeta donde van a buscarlo a la ciudad de Londres. La segunda se titula Duma,
que es el nombre de la tía abuela de Gustavo, su amigo. Una señora mundana y extraña.
Y la tercera se llama “Fabricia” otro personaje al que le he visto en común con
los otros demasiado tiempo libre atareados dentro de una sociedad decadente.
2 comentarios:
Enero del venticuatro, dosmil-trece
~ Tarde muy tarde ~
El frio demanda al suicidio,
un abismo indominable
presenta esquinas interminables
y nos cierra las puertas
cuando menos los esperas;
pretende encomendarse
y sin embargo nos abandona,
nos deja sin intercambios,
presume con cuerdas flojas
y se irrumpe pretencioso
a preguntas sin solvencias
que angustian entre las venas
y se evaden insipidas
al darles la diferencia...
- Que trampa prepara
debajo de las cartas?
Acaso no hemos cumplido
lo que tanto encomendaron,
pero no, nunca llegamos
a tiempo e impertinentemente
nos dejamos vencer
con las coherencias
y se supone lo incorregible...
Ysa,
Feliz 2013,
Muchas gracias por la poesía Ysa.
Feliz 2013.
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