Sí, otra novela
sobre la Guerra Civil. Pero esta tiene el propósito de hablar de los crímenes
que se cometieron en los dos bandos. También es un libro de ficción porque en
el mismo se analiza la imposibilidad que tiene la historia para contar la
verdad. La verdad no existe. Se dice que la primera víctima de las guerras es
la verdad. Me ha gustado mucho porque le da voz a los protagonistas que la
vivieron y a las consecuencias del desastre cuyo eco ha llegado hasta nuestros
días. José Pestaña es historiador y su padre, octogenario, vive en León. El
padre pertenecía a la Falange. Y según parece estuvo inmerso en un crimen
perpetrado en La Fonfría. Un padre está intentando pasar hacia el norte con su
hijo pequeño. Es interceptado por una patrulla. Allí, delante del niño le pegan
un tiro en la cabeza. Lo entierran no se sabe dónde y setenta años después ese
niño reconoce a uno de ellos, el padre de Pestaña.
Le he hecho caso a
Antonio Muñoz Molina que decía que cuando uno acaba un libro debe enseguida
volver a la primera página para ver cómo comienza, sólo así se da uno cuenta de
cómo está hecho, de la estructura. “Los historiadores buscamos la distancia
justa, ni muy lejos ni demasiado cerca. Demasiado lejos, y apenas comprendemos;
y si nos cercamos mucho, podemos destruir los hechos que estudiamos”.
“Así que repetí
algunas cosas de mis libros: que creo que los principios de la ilustración
estaban representados en la República y que los que se sublevaron los hicieron
por la civilización cristiana de Occidente y contra esos principios, aunque los
conbatieron con la República a menudo no fueran ni demócratas ni ilustrados, ni
los que apoyaron a los fascistas dejaron de ser ilustrados, si lo eran de
antes, y que muchos lucharon en el lado bueno con las peores razones, y otros
en el lado malo con los mejores propósitos”: he aquí uno de los párrafos que
para mí explican el libro: un intento, difícil, de demostrar que nunca se puede
simplificar un hecho tan complejo como es una guerra civil.
“Recorremos las
distintas edades, la infancia, la pubertad, la juventud, la edad adulta, pero
se diría que en cada uno prevalece aquella en la que su padre es joven y
fuerte, y el niño un ser feliz y confiado”. Ahora nos creemos, desde la
seguridad que nos ofrece el hogar, que la guerra es evitable. Que es una locura
de nuestros abuelos. Pero está demostrado que la violencia pervive en todos
nosotros de una manera latente. No sabemos en qué lugar nos tocará jugar llegado
el caso.
“Hemos convertido
los libros de Historia en una ficción, y ahora hemos de recurrir a la ficción
para contar la historia, porque la ficción de una novela puede hacer mucho para
acabar con la Historia como ficción”.
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