lunes, 6 de septiembre de 2010

06/09/2010

Sigue haciendo calor pero el verano se va despidiendo cada día un poco. En la atmósfera se olisquean ya, sobre todo por la noche, los frescos, las humedades y las lluvias que caerán en el otoño. Hablando de olisquear: hoy iba en el cercanías para casa y alguien se ha tirado un pedo. Estaba abarrotado y todos nos hemos sentido incómodos porque el olor era ciertamente desagradable, violento. Nadie ha mirado a nadie directamente por pudor, solo de soslayo. De pronto he descubierto sentada junto a su madre a una niña pequeña; la madre miraba a la niña con sospecha. Me he sentido más tranquilo.

Leo estos días El río de la luz, el último libro de viajes de Javier Reverte. En este libro se cuentan algunos casos de suicidios de animales ante el descomunal esfuerzo de alcanzar los yacimientos de oro en el Yukon. Bueyes, mulos o caballos que se lanzaban al vacío vencidos y agotados. Se conocen casos de animales que eligen la muerte voluntaria por distintas razones. Las ratas para salvar a otras congéneres o por falta de alimentos. También de hombres desbordados por el infortunio. En el libro de Reverte se cuenta el caso de un buscador de oro, Casey. Después de recorrer con todas sus vituallas caminos de montaña, navegado ríos y lagos, pasar penalidades, chocó con una roca en el río Treinta Millas y perdió todo su equipo. Se salvó a nado, desanduvo todo el camino, volvió a empeñar lo que le quedaba de dinero en comprar otra vez todo lo necesario y emprendió de nuevo el mismo itinerario. Volvió a chocar con la misma roca y volvió a perderlo todo. Como pudo alcanzó la orilla, encontró una tienda de campaña de unos mineros que estaban trabajando cerca y vio dentro una escopeta: se pegó un tiro. Hay veces que por mucha voluntad que ponga uno, la vida se empeña en vencerte una y otra vez.

He comentado esto con M. mientras terminábamos la ruta del domingo: 66 kilómetros por los alrededores de Tres Cantos y Colmenar, pasando por el Puente de la Marmota. Una jornada dura pero divertida. Toda la tarde tomando líquido, derrumbado en la cama. A pesar de haber estado bebiendo sin parar creo que he llegado algo deshidratado, con dolor de cabeza.

En el libro también se cuenta el caso de Curwood, el personaje real en quien se inspira la película El Oso, de Jean-Jacques Annaud. Es verdad que intentó matar al oso y que después de varios intentos se encontró desarmado frente a él y que el oso le perdonó la vida marchándose. Pero, lo que es la vida, años más tarde murió por la picadura de una araña mientras pescaba plácidamente. No lo mató un oso de setecientos kilos y lo mató una araña de un gramo.

3 comentarios:

Chuchuik dijo...

como decía alguien:
"cuando no te toca aunque te pongas,
y cuando te toca aunque te quites"

la historia que comentas me recordó un libro que leí hace un tiempo: "El oro" de B.Cendrars.

salu2

Anónimo dijo...

maldio internet que me ha perdido el comentario gggrrrr...
paso de reescribir

tuti

pd: y encima no veo la palabra a verificar

Hermi dijo...

Una quimera lo del oro. Fue una locura en la que la única ley era la del más fuerte. Gracias por pasarte.
Anónimo tuti, no importa, di lo que sea; luego firmas y en paz.
Un abrazo.