jueves, 1 de abril de 2010

Jose Antonio Ramos Sucre.

La primera vez que salió de su país, Venezuela, fue para ir a morir a Ginebra. Efectivamente; sale a finales del 29 y se envenena en junio de 1930. Tenía 40 años. Tenía miedo al suicidio. Pero más terror tenía a la locura y a la enajenación y a la vejez.

En su obra, se menciona muchas veces la muerte, y alguna vez dijo que se iría de la vida por su propia mano.

Algún crítico ha subrayado que pertenece a un linaje de escritores para quienes el suicidio o la muerte forman parte del acto creador mismo.

Por lo que he leído por ahí, he visto que este poeta debía ser un cerebro. Dicen que aprendió danés en cuatro meses. Eso, para mí, que estoy seguro de no aprenderlo en toda una vida, es de un mérito sublime. Aparte, sabía griego antiguo y moderno, latín, sanscrito, francés, italiano, holandés, sueco e ¡inglés! A su madre le dijo que era un morbo estudiar. Ojalá fueran tan productivos todos los vicios.

Se dice que en una oposición a una cátedra, el jurado abandonó su misión ante la tarea de tener que examinarle. “No hay jurado para él” dijeron.

En alguna página que he visto de él; en alguna foto, he podido vislumbrar los mismos rasgos faciales que el perseverante y erudito T.E. Lawrence: labios finos, ojos llenos de inteligencia y una mirada escrutadora y triste a la vez. Tez blanca y físico ligero. Pero irrompible como una varilla de mimbre.

Sus poesías tienen forma de prosa. De cuento difícil. De relato oculto y complejo. Pero en siete u ocho líneas dice más que algunos novelones.

“OMEGA

Cuando la muerte acuda finalmente a mi ruego y sus avisos me hayan habilitado para el viaje solitario, yo invocaré un ser primaveral, con el fin de solicitar la asistencia de la armonía de origen supremo, y un solaz infinito reposará mi semblante. Mis reliquias, ocultas en el seno de la oscuridad y animadas de una vida informe, responderán desde su destierro al magnetismo de una voz inquieta, proferida en un litoral desnudo. El recuerdo elocuente, a semejanza de una luna exigua sobre la vista de un ave sonámbula, estorbará mi sueño impersonal hasta la hora de sumirse, con mi nombre, en el olvido solemne”.

2 comentarios:

pikolín dijo...

mi estimado,
creo que una de las carácterísticas del vicio es la productividad. Serían innumerables la cantidad de trabajos y dinero que producen y causan.

saluditos

Hermi dijo...

Gracias por pasar Pikolín.