sábado, 28 de febrero de 2009

entradas de un diario


Pido el día libre. Tengo lo que se dice, un bajón. Necesito pasar el día solo, haciendo mis cosas. Voy a la compra y salgo del centro comercial cargado de bolsas. Es una mañana espléndida de una primavera adelantada. Logro alcanzar las llaves del bolsillo con la punta de los dedos pero se me caen y suelto una maldición mirando al cielo pues tengo que soltar la compra en la acera. Veo una bandada de lo que deben ser patos o flamencos emigrando hacia su destino pero me llama la atención el que no vuelen en línea recta. Están formando círculos en un radio de unos quinientos metros. ¿Se habrán despistado como esos cetáceos que quedan varados en playas desconocidas? ¿Se sentirán amenazados por algo y no se deciden a continuar hacia su destino? Dan nueve, diez vueltas. La gente pasa a mi lado: me miran y miran adonde miro, luego se van. A mí me parece un espectáculo curioso y me quedo a ver en qué acaba la cosa. Del horizonte veo aparecer otra formación de aves. Las que están cerca de mi vertical se disponen en forma de cuña y emprenden el rumbo de las otras. Las veo alejarse a todas juntas, ahora sí, con determinación.

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