domingo, 16 de noviembre de 2025

NUCCIO ORDINE. LA UTILIDAD DE LO INÚTIL.


  Tiempo llevaba detrás de leer este libro. Con la revista Jot Down del último trimestre lo vendían como opción así que lo pedí así. La revista es cada vez más ramplona. Es más el continente que el contenido; Las fotos, el olor, la calidad del papel pero lo textos... Con algún reportaje estuve por enviarles un correo de protesta pero para qué.

  Efectivamente el libro del profesor de literatura, La utilidad de lo inútil, es puro ámbar del saber, de la literatura y del pensamiento. Le acabo de preguntar a mi mujer si se acuerda quién fue Giordano Bruno, del que Ordine era especialista y donde nosotros, en una excursión a Roma desde el crucero, estuvimos a sus pies, en el de su estatua, un poco sobrecogidos. Al menos yo. Y es que hay que reflexionar que hubo un tiempo en nuestra cultura occidental en el que se quemaba a las personas por pensar de manera diferente. Cuenta que Sebastián Castellio formula el siguiente alegato entonces: “No se afirma la propia fe quemando a un hombre, sino más bien haciéndose quemar por ella. Cuando los ginebrinos mataron a Servet no defendieron una doctrina: mataron a un hombre”.

  Comenta a muchos autores de los que rescata frases o poemas muy a cuento. De Rilke: “madurar como el árbol, que no apremia a su savia, y se yergue confiado en las tormentas de primavera, sin miedo a que detrás pudiera no venir el verano”.

  Hace una crítica dura sobre la universidad y lo pone con las palabras de Jaffelin: “Dado que paga muy cara la matrícula en Harvard, el estudiante no sólo espera de su profesor que sea docto, competente y eficaz: espera que sea sumiso, porque el cliente siempre tiene razón”.

  “Es el gozar, no el poseer, lo que nos hace felices”. Montaigne.

  “La esencia de la filosofía radica en mantener siempre vivo el amor a la sabiduría. Esta es la razón por la cual importa más correr con dignidad que ganar la carrera”. 

  Leeré más cosas suyas.  

viernes, 14 de noviembre de 2025

GAZPACHO O MESES DE VERANO EN ESPAÑA.

 

  Como he dicho en tantas ocasiones, me gustan los libros nodriza, los que traen otros libros dentro. La lectura, hace tres años, del libro autobiográfico y de ensayo de Martin Amis, Desde dentro, me hizo saber del libro de EM Forster, Aspectos de la novela, que leí hace más de dos. No fue fácil dar con él. Después de fatigar internet un vecino a cuatro manzanas de casa lo tenía. Un matrimonio que se estaba deshaciendo de todos sus libros almacenados durante toda la vida. Nada más comenzar su lectura me topé con un nombre desconocido, un viajante inglés que en el sigo XVIII vino a visitarnos, y decía Forster, que era uno de los libros más divertidos de viaje que había leído en su vida. Lo busqué pero no lo tenían en las librerías, así que lo pedí no hace mucho por Amazon. El libro de Forster consta de un ciclo de conferencias sobre el arte de la novela y le pusieron el nombre de William George Clark. Gazpacho, es el libro de viajes por España 1849, y trata a toda clase de personas, desde campesinos, taberneros, guardias, pulgas y moscas. Mientras recorre nuestro país va leyendo el Quijote. Una nota: para ir hoy de Madrid al mar más cercano se tarda apenas cuatro horas tomándoselo con calma. En esa época se tardaban cincuenta si tenía uno suerte. Cuenta una escena casi calcada a la del Quijote de cuando entran en una posada y a casi todo lo que piden les dicen que no hay: ni pollo, ni tocino, ni vino ni nada. Con los servicios de la época.

 Me gusta saber cómo nos han visto los extraños: Borrow, Richard Ford, Brenan, etc.

  El viajero Clark es muy divertido de leer pero tiene algunos gazapillos. Está paseando por Granada con un guía y cuenta que en un punto determinado de la ciudad el príncipe Miguel quedó muerto al caer de su poni con apenas dos años. No me acordaba de ese dato y me puse a mirar diversas fuentes. Todas dicen que murió de una enfermedad infantil. Su padre, el rey de Portugal, se quedó hecho polvo porque su mujer, hija de los Reyes Católicos, murió en el parto. No obstante estas cosas sin mucha importancia (no es un libro de historia) se compensan con las descripción de paisajes: “No se puede concebir una escena más gloriosa ni que conmueva tanto al alma como la que tenía ante mí: árboles, torres y lejanas montañas brillando al claro sol de la mañana, y el cielo, limpio de nubes, como dosel”. Estaba viendo la Alhambra desde el Albaicín, o el Albaicín desde la Alhambra, da igual.

   Cuando va a entrar a Gibraltar con dos compañeros franceses a él no le cobran nada por ser inglés, a los franceses sí. ¿Razón? “Voilá, respondió al tiempo que señalaba los cañones instalados en lo alto”. “¡Nada como la ley del cañón!”.

  En no pocas ocasiones los carabineros le pedían la mordida. Más se parecía aquella época de entonces al Méjico de ahora.

   Recorrió España en burro, en diligencia, a pie, y lo que vio lo contó a su manera. Fue publicado en Inglaterra en 1950 y se habló mucho de él.

 


sábado, 8 de noviembre de 2025

La Sopa con tenedor. José María Cabodevilla.

  Este libro es el segundo que leo de él. Un ángel llega a la tierra a principios del siglo XXI con la intención de hacer un informe sobre lo que es el ser humano y en qué grado de madurez se encuentra, bajo, ya se lo digo yo, y complicado. Milenios atrás hizo otro sobre los crustáceos. Pero en este caso se da cuenta de que los humanos somos seres complejísimos. Lo cuenta todo con humor inteligente y con erudición. Dice en la Wiki que fue sacerdote y teólogo español y que “fue un hombre poco afecto a los honores. Se negó de forma consuetudinaria a ser propuesto como miembro de la RAE”.

  “El cuerpo pertenece a la descripción misma del alma, que se halla dentro del cuerpo no como el vino en una botella, sino como el alcohol en el vino”. Qué bonito.

  ………………………

  Ayer me ocurrió una de esas casualidades que se quedan grabadas para siempre en el cerebelo. Ya me ocurrió hace décadas cuando estando en la terraza haciendo un crucigrama y atascado en una palabra, mi abuela apoyada en la barandilla me dijo, ajena a mis esfuerzos por acabar e irme a nadar a la playa: “¡mira esos niños jugando con los bidones!”. Esa era la palabra que necesitaba, bidones, joder, ¡bidones! “recipientes con cierre hermético, que se destina al transporte de líquidos…”. Pues bien, leyendo este libro me ocurrió algo parecido. Estaba enfrascado en el internet con las declaraciones de los testigos en el juicio contra el Fiscal General del Estado y un comentarista de la noticia se hacía eco del “Asno de Buridán”, que cuenta la paradoja aristotélica de un asno que ante dos montones de heno idénticos y a la misma distancia muere de hambre incapaz de decidirse por cuál meterle mano, en este caso, el hocico. Me gustó esa referencia y por supuesto la consulté en diferentes portales. Pues bien, al rato sigo leyendo mi libro y leo esto (está hablando de los amantes, matrimonios que tiran para lados diferentes infelices y sin llegar a ningún puerto):

“Recuerdo un viejo cómic que podría considerarse una variante sobre el tema clásico del asno de Buridán. La tira contaba de tres cuadros. En el primero había dos montones de paja y dos asnos atados el uno al otro; no podían alcanzar la paja porque cada uno de ellos tiraba obstinadamente en una dirección, cada uno hacia un montón distinto. En el segundo cuadro se miran interrogativamente. En el tercero marchan juntos hacia uno de los montones”.

  ¿Qué posibilidades había para que el transcurso de un rato yo leyera sobre el Asno de Buridán dos veces?

    Un experimento con monos. El cuidador les pones a varios monos una prueba: un plátano colgando del techo. Los monos deben utilizar diferentes cajas de diferentes tamaños para llegar a él. Los utilizan así mientras que otro observa. “Tomó al instructor de la mano e hizo que lo acompañara hasta el lugar preciso donde se hallaba el plátano; allí, de un brinco saltó a sus hombros, cogió la fruta, se apeó y marchó a un rincón a comérsela”.

  “Conozco la definición del mono: animal arborícola que habita principalmente en los árboles genealógicos del hombre”.

  Sobre el motivo de las guerras una frase para la historia, no sé si verdadera: “El rey de Francia y yo –decía Carlos I, rey de España- coincidimos plenamente: los dos queremos Milán”.

  “Chesterton lo dijo inmejorablemente: al entrar en la iglesia hay que quitarse el sombrero, no la cabeza”.

  Vuelve a recordar la novela de Philip Dick, Los Defensores. “Tan atroz y devastadora se presume esa guerra, que los gobernantes de ambos bloques deciden encomendar la lucha a sus respectivas milicias de robots y ordenan que toda la población humana se retire a vivir en refugios subterráneos”. Ni que decir tiene que envían informes sobre la calidad del aire, mortal supuestamente para los humanos pero en realidad para no dejarles subir a la superficie, convirtiendo a la humanidad en gusanos subterráneos.

  Hay obviedades felices: “Los melones maduran porque sale el sol, pero el sol no sale para que maduren los melones”.

  “Karl Barth, teólogo eximio, confesó no tener muy claro si los ángeles tocan Bach cuando alaban a Dios, pero de lo que sí estaba completamente seguro es de que en sus ratos de recreo con Dios tocan Mozart”.

  La derecha y la izquierda que tantas pasiones desata. Ha dado el siguiente párrafo para algún encendido debate entre amigos: “La derecha y la izquierda. Hoy tiene un sentido principalmente político. Todo empezó en 1789, cuando los diputados de la cámara francesa se situaron a la derecha o a la izquierda de la presidencia. Hasta entonces habían ocupado sus escaños según gremios u oficios, y antes según circunscripciones territoriales, pero a partir de ese momento lo harían según su ideología: los monárquicos a la derecha, los revolucionarios a la izquierda”.

lunes, 3 de noviembre de 2025

DON QUIJOTE DE LA MANCHA. MIGUEL DE CERVANTES.


 

  Terminé ayer de leer, releer, la novela de El Quijote, leída como si fuera otra novela, una novela normal. Ayer, comentándolo en una sobremesa me dijeron que vaya valor. Si una novela tiene más de cuatro siglos y se sigue editando y dando que hablar, por algo será. Es un juego de espejos con la realidad-ficción. El bachiller Sansón Carrasco les da cuenta sobre lo que se va hablando de los personajes de la novela, que ya circula por el mundo entero con gran fortuna, a los personajes reales: Quijote y Sancho. Sancho pregunta si de él también se refieren cosas de importancia, si es “presonaje” de importancia, y Sansón le dice que claro, que es uno de los principales, pero le corrige; se dice personaje.

  La edición es la de la RAE con motivo del 400 aniversario. Grandes especialistas en los prólogos y epílogos. Debo tener cinco o seis ediciones pero esta está muy bien por el tema de las notas a pie de página que hacen fácil su consulta. Martín de Riquer decía: “Lo que pudo ser un mero libro de crítica literaria de circunstancias y que, al publicarse, la reacción más dominante que suscitó fue la de la risa (para los españoles de principios del siglo XVII el Quijote casi sólo fue un libro “divertido”) adquirió, gracias al arte y al genio perfectamente conscientes de Cervantes (es absurdo creer que Cervantes acertara por casualidad o que no tuviera conciencia de la importancia de lo que estaba escribiendo), una categoría superior, un sentido permanente y una trascendencia general”.

  Y sigue más a delante: “Cuando escribe la segunda parte del Quijote tiene 68 años está en la miseria, ha padecido desdichas de toda suerte en la guerra y en el cautiverio, el honor de su hogar no ha sido siempre limpio ni ejemplar, ha recibido humillaciones y burlas en el cruel ambiente literario, y a pesar de ello, por encima de sus angustias, de sus estrecheces y de sus penas, el buen humor y el agudo donaire inundan las páginas del Quijote”.

  Una frase que he repetido infinidad de veces desde que lo leí por primera vez: “La mejor salsa del mundo es el hambre; y como ésta no falta a los pobres, siempre comen con gusto”.

  Más adelante, cuando discuten el caballero con su escudero las condiciones de la tercera salida: sueldo, ínsulas, etc, el de la triste figura le da una lección sobre el concepto de fama. Siempre he dicho que el Quijote es una gran novela salpicada de ensayos. “Pero digan lo que quisieren, que desnudo nací, desnudo me hallo; ni pierdo ni gano; aunque por verme puesto en libros y andar por ese mundo de mano en mano, no se me da un higo que digan de mí todo lo que quisieren”. “Por verse con fama, aunque infame”.

  En la aventura de los rebaños pierde Don Quijote algunas piezas dentales y así se lo hace ver Sancho. “Porque te hago saber, Sancho, que la boca sin muelas es como un molino sin piedra, y en mucho más se ha de estimar un diente que un diamante”.

  Muchas veces lo he dicho y he contestado que el Quijote va de todo: Todo se toca si tiene que ver con la condición humana. Cuántas veces hemos hablado de la relatividad del tiempo. Don Quijote baja a la cueva de Montesinos y cuando sale jura haber estado tres días con sus noches y sin embargo Sancho le dice que tan solo ha estado un rato.

  También es un alegato a la buena lectura. Don Quijote ha leído mucho y tiene una gran cultura. Constantemente hace referencias al mundo antiguo a infinidad de novelas de su tiempo y del mundo clásico. “Que el que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho”.

  “Quedó Sancho de nuevo, como si jamás hubiera conocido a su señor, admirado de lo que sabía, pareciéndole que no debía de haber historia en el mundo ni suceso que no lo tuviera cifrado en la uña y clavado en la memoria”.

  La pareja pasa como en todas las vidas por muchas tribulaciones. En el capítulo XXIX está ya bastante cansado Don Quijote de la vida. Y reflexiona: “Dios lo remedie, que todo este mundo es máquinas y trazas, contrarias unas de otras. Yo no puedo más”. Yo no puedo más. Frase dicha hoy mismo por un político al que han perseguido desde que hace un año sufriera su región la Dana más dañina de la historia, como si el haber estado sentado hubiera salvado la visa a las más de doscientas personas que perdieron la vida.

  Uno de los capítulos que más recordaba de la primera lectura es el del gobierno en la península Barataria de Sancho Panza. Los duques le han enviado conchabados con los de su pueblo y lo ponen a prueba. Sale airoso pero un poco harto del ejercicio poco satisfactorio de ejercer de juez. Antes Don Quijote con su inteligencia y saber natural le ha dado unos consejos. Deberían ponerlo en la entrada de nuestro Congreso: “No te muestres, aunque por ventura lo seas, lo cual yo no creo, codicioso, mujeriego ni glotón; porque en sabiendo el pueblo y los que te tratan tu inclinación determinada, por allí te darán batería, hasta derribarte en el profundo de la perdición”. Enseguida me he acordado de los personajes actuales de los políticos que tienen problemas con la justicia.

  Él sabe quién es. Es consciente de su figura y de su conocimiento. No me extraña que aún hoy vengan turistas japoneses a la Mancha buscando su tumba. En las primeras páginas del siguiente libro que he comenzado a leer, La sopa con tenedor se dice: Don Quijote existe, aunque no existe Don Alonso Quijano”.

  “Yo, Sancho, bien veo que no soy hermoso, pero también conozco que no soy disforme, y bástele a un hombre de bien no ser monstruo para ser bien querido, como tenga los dotes del alma que te he dicho”.

  Leyendo el Quijote se tiene la sensación de asistir a un mundo propio. Y siempre hay ocasión para echar unas risas: “Un pintor de Úbeda, que cuando le preguntaban qué pintaba, respondía: “Lo que saliere”; y sin por ventura pintaba un gallo, escribía debajo: “Este es gallo”, porque no pensasen que era zorra”.

 

  Y llega el fin del libro y se pone enfermo Don Quijote y viene el cura y el médico a dar fe de su mucha gravedad y Sancho y su familia revientan en lloros y entrega su alma al señor y se muere sin más. Sancho le quiere dar ánimos pero ya nada puede salvarse porque Sancho se ha contaminado de Quijotismo y Don Quijote tiene al final ramalazos de realidad ante su propia muerte.

  En los comentarios del final un subrayado de Rafael Lapesa: “El estilo típico de Cervantes es el de la narración realista y el diálogo familiar. La frase corre suelta, holgada en su sintaxis, con la fluidez que conviene a la pintura cálida de la vida, en vez de la fría corrección atildada. Esta facilidad inimitable, compañera de un humorismo optimista y sano, superior a todas las amarguras, es la eterna lección del lenguaje cervantino”.

  No sé si volveré a leer de nuevo El Quijote, así, desde el principio hasta el final, pero sé que estas lecturas son de las cosas importantes que se pueden hacer como experiencia lectora.

  Comencé su segunda lectura el 16 de octubre y lo terminé ayer dos de noviembre.