Llegamos al Auditorio con las campanas de
aviso de cierre de puertas. Nuestra puerta era la 11 y no la encontrábamos. Estaba arriba en el
gallinero. No había butacas más alejadas del escenario. Así, la obra comenzó
inmediatamente. Bartoli era Orfeo e iba vestido de traje negro.
En la ópera se habla de Orfeo, el músico
incomparable, y su amada esposa, Eurídice.
El
relato comienza con Orfeo sumido en una desesperación inmensa por la repentina
muerte de Eurídice. Su dolor es tan profundo que decide desafiar lo imposible:
descender al Inframundo para rescatarla. Armado únicamente con el poder de su
canto y su lira, Orfeo logra conmover a los espíritus vengadores y hasta al
mismísimo rey de Hades, Perséfone (o Hades), quien, conmovido por su arte,
acepta permitir que Eurídice regrese a la vida. Diríamos que Amor y la música
se apiadan.
Sin
embargo, esta gracia viene con una condición: en el viaje de vuelta al mundo de
los vivos, Orfeo debe caminar delante de ella y no debe mirarla hasta que hayan
salido completamente del Inframundo.
El
camino de regreso es una tortura emocional. Eurídice, sin comprender la
prohibición de mirarla, comienza a dudar del amor de su esposo, creyendo que su
rechazo a mirarla significa que ha dejado de amarla o que ella ha perdido su
belleza. Desesperada, exige una mirada o prefiere volver a la muerte. Orfeo
intenta resistir, pero la angustia de Eurídice y su propio anhelo son
insoportables. Incapaz de seguir viendo sufrir a su amada, se da la vuelta y la
mira, rompiendo la promesa.
Inmediatamente,
Eurídice muere por segunda vez.
Devastado,
Orfeo se lamenta con un dolor aún mayor, dispuesto a quitarse la vida para
unirse a ella. En ese momento de máxima aflicción, interviene Amor (el dios
Cupido), quien detiene a Orfeo. Como recompensa a la pureza y constancia de su
amor, Amor decide revivir a Eurídice, concediéndoles a ambos un final feliz.
La
ópera, en esencia, es una reflexión sobre el poder ilimitado del arte (la
música de Orfeo), capaz de doblegar incluso a la Muerte, y a la vez, sobre la
fragilidad de la naturaleza humana (la duda y el impulso que hacen a Orfeo
fallar).
Esta es esencia el resumen de la obra de
Gluck (con ayuda de la IA).
Duró exactamente hora y media. A la salida
nos fuimos directamente a las inmediaciones de casa a una pizzería porque me
apetecía horrores algo que oliera a queso derretido y orégano.
El libro de Llamazares es un viaje por la
España vacía. Pueblos abandonados y que en su día fueron un importante nudo de
comunicaciones. Leyendo la prensa la noticia de un joven de 38 años como único
habitante de un pueblo de Soria, Benamira. 1800 pueblos en España cuentan con
un único habitante. El pueblo más cercano está a 10 kilómetros, Medinaceli.
Dice que lleva una vida sencilla. Es decir, lo más parecido a estar muerto.
Todos los libros de Llamazares de viaje me
han encantado. Tras-os-Montes, El río del olvido y, aunque sea novela también La
lluvia amarilla. En este recorre ochenta y tantos años después el que hiciera
su padre de forma obligatoria jugándose la vida en cada pliegue de terreno. O en
cada esquina. “Hay seis pueblos en España que fueron destruidos en la guerra y
que nunca los reconstruyeron: Corbera de Ebro, en Cataluña, tres en Guadalajara,
y Belchite y Rodén aquí, en Aragón… Yo he visto tres de los seis y le puedo
asegurar que el que más impresiona es Rodén”, le dice un lugareño.
Los dramas del azar en la guerra: “creyeron que
el Ejército de Franco ya estaba dentro de la ciudad y colgaron banderas
nacionalistas de los balcones, sufriendo por ello las represalias de elementos
republicanos en retirada que, enfurecidos por la derrota, incluso llegaron a
arrojar bombas dentro de los refugios antiaéreos según contó”.
Cuando leía la llegada a Villafamés y se puso
a relatar la gran roca que hay subiendo el pueblo con la iglesia al lado
recordé que estuvimos hace poco. A veintiséis kms de Castellón donde pasábamos
unos días de descanso. “Villafamés, es el puebloal que me dirijo, surge
enseguida en lo alto de una montaña tan impactante como lo imaginaba”.