martes, 25 de marzo de 2025

GEORGE BERNARD SHAW. CÉSAR Y CLEOPATRA.

 

   Este libro lo elegí entre los miles que había en casa de F. por una sola razón: pertenece a la colección de la “Biblioteca” personal de Borges que deje a medias en los años ochenta. Número 47. Ahora sé algo más de Bernard Shaw y puedo decir algo de él. No me ha disgustado la lectura de César y Cleopatra, más bien todo lo contrario. Y también de La comandante Bárbara. No tanto de Cándida que me ha parecido una reiteración.

 

  Es claro, fino, chisposo, ingenioso. César es un hombre maduro, Cleopatra apenas acaba de salir de la adolescencia. César está en Alejandría haciendo tratos con Cleopatra (le ha puesto los dientes largos con la llegada de Marco Antonio) mientras arde la biblioteca de Alejandría. Teodoto, el preceptor de Tolomeo, hermano y enemigo de la reina, le advierte que puede pasar a la historia como el que dejó que se quemaran millones de libros: “Teodoto, yo mismo soy escritor, y te digo que es mejor para los egipcios vivir sus vidas que no malgastarlas en sueños con ayuda de los libros”. Siguen discutiendo y en un momento dado sube de grado la advertencia: “Lo que está ardiendo es la memoria de la Humanidad”. A lo que César le responde: “Una memoria vergonzosa. Deja que se queme”. A veces me pregunto cómo se contará la historia de nuestros días con personajes tan pintorescos como Trump, Putin, Zelenski o Pedro Sánchez. Sus socios le insultan y le estrujan, sí, pero le llevan sujeto y sumiso bajo palio porque nunca alcanzarán tan elevados estratos.  

  Dice de Bernard Shaw Borges que predicó la longevidad muriendo a los 94 años. Según veo en la Wiki, de un colapso nefrológico. El otro día nos dijo la de mi padre, la nefróloga, que los riñones están tan estrujados que el fin se avecina, que nos vayamos preparando. Estamos preparados.

 

 

 

  En la segunda obra de Bernard Shaw del libro, La comandante Bárbara, tiene lugar una lucha entre clases. El padre de Bárbara es un potente industrial que fabrica armas, cañones, explosivos, mientras Bárbara pertenece al Ejército de Salvación que ayuda a los pobres. Hay fuertes discusiones en la familia. Undershaft, el padre, le dice finalmente a su hija:

 “En tu refugio de Salvación vi la pobreza, la miseria, el frío y el hambre. Tú les dabas a ellos pan y melaza y sueños celestiales. Yo les doy entre treinta chelines a la semana y doce mil libras al año. Ellos forjan sus propios sueños, y yo cuido el alcantarillado”.

Poco antes defiende que las armas las vende no a quienes considera buenos sino que las vende a quienes las pagan bien. Podría ser una especie de abuelo de Trump.

  “Sólo como esclavo de César hallé la verdadera libertad”.

  “Se ha dicho que la Revolución Francesa fue la obra Voltaire, Rousseau y los enciclopedistas. A mí me parece que ha sido la obra de hombres que observaron que la indignación virtuosa, la crítica cáustica, los argumentos concluyentes y los panfletos instructivos, hasta si se han hecho con el genio literario más serio y agudo, han sido tan inútiles como las plegarias, ya que, mientras el Contrato Social y los panfletos de Voltaire estaban en la cresta de la ola, las cosas fueron permanentemente de mal en peor. A la larga, como sabemos, ciudadanos perfectamente respetables y filántropos de los más sinceros toleraron las matanzas de septiembre, ya que la dura experiencia los había convencido de que si contaban con llamadas a la humanidad y al patriotismo, la aristocracia, aunque las leyera con el mayor gozo y el mayor aprecio, y elogiara y admirara a los escritores, continuaría conspirando con los monárquicos extranjeros para destruir la Revolución y restaurar el viejo orden, con todas las alternativas de salvaje venganza y represión despiadada de las libertades populares”.

  Nota al pie de página: “Johannes Testel 1465-1519 dominico alemán predicó las indulgencias en varias regiones de Alemania y que, con ello, dio lugar a las tesis de Lutero”. Normal.

miércoles, 19 de marzo de 2025

WALLACE STEGNER. EN LUGAR SEGURO.

   En alguna entrada mencioné que un día compré un libro de saldo y que lo compré más que nada porque la editorial, RBA, me gustaba y costaba cuatro euros. No conocía al autor pero el tema, una madre que muere de cáncer mientras su hijo (de mi edad), el autor, la visita para hablar de libros me hizo ir a la encargada para llevármelo. Estuvo durante unos meses entre los pendientes y cuando le tocó me llevé una agradable sorpresa. Efectivamente, entre la madre y el hijo hablaban de libros, de la vida, y, claro, de la muerte.

  Uno de los libros en el que ambos estaban de acuerdo en cuanto a su calidad y admiración es éste. Pero a mí me ha decepcionado. Tienen en común que hay un personaje que está sentenciado a muerte por la enfermedad.

  Se desarrolla la historia, una sobre la amistad sobre todo, durante la Gran Depresión americana. Todo se desarrolla igualmente en un ambiente universitario. Todos de alguna u otra manera están involucrados a la enseñanza universitaria. Enseñan literatura y son como si dijéramos aquí, unos letra- heridos.

  Efectivamente, habla del amor, del paso del tiempo, de la amistad, de la vida y de la muerte pero a mí no me ha gustado.

  Me ha interesado una reflexión en la que se dice que siempre nos parece más simpático quienes nos dan muestras previamente de que nosotros les caemos simpáticos a alguien. “¿Recuerdo a lo largo de toda mi vida a alguien que fuese simpático sin que previamente él hubiese dado muestras de encontrarme simpático a mí?”.

 

  En un momento dado sin embargo me estimuló una frase leída para hacer un pequeño poema: la frase: “pueden contar con unas instructivas charlas sobre las estrellas junto al fuego”.

  El poemita:

  Allá fuera, tan lejos,

Las estrellas deben saber

que un punto azul envuelto en seda, las mira.

 

 “Visto desde una perspectiva geológica, somos fósiles en formación y quedaremos enterrados y finalmente expuestos de nuevo para perplejidad de los seres de eras posteriores.  Vistos tanto en términos geológicos como biológicos, como individuos no justificamos la menor atención”. Y ya.

martes, 11 de marzo de 2025

EL PRIMER NAUFRAGIO. PEDRO J. RAMÍREZ.

 

  Más de mil cien páginas.  He llegado como un náufrago a la orilla después de estar toda la noche luchando. Más de quince días de intensa lectura. Este hombre, magnífico periodista y escritor, magnífico especialista en la Revolución Francesa y tantas otras cosas, parece haber estado allí, husmeando entre todos los protagonistas de la Convención entre jacobinos, girondinos, saint-culottes, etc. Vi en video de Pedro J. en el cual enseñaba una vitrina con la primera edición de la Enciclopedia.

 

 Se habla de una infinidad de personajes pero nunca da la sensación de estar leyendo una novela, que no lo es. Es como un ensayo histórico o como un gran reportaje de periodismo si al director no le importara perder al mejor durante cinco años.

  Por ejemplo, se habla  de un personaje curioso: el español José Marchena: pequeñajo, feo, contrahecho, sucio, pero con una gran cultura y determinación, que fue a Francia a maquinar contra España para llevar allí, a España, la libertad, la igualdad y la fraternidad. Siempre me he preguntado de qué lado hubiera estado yo: no, no soy religioso así que no habría estado con la iglesia, pero no me gusta que un país extranjero nos toque esos mismo cataplines. Al fin y al cabo el rey francés era pariente del nuestro. Y si con el absolutismo ya había crímenes y arbitrariedad no te quiero contar qué se lio con los tejemanejes revolucionarios. Aquello se parecía a la peli de Los Inmortales, todo el mundo cortándole la cabeza al de al lado. 

 

 Los hijos de la Revolución enseguida comienzan a autofagocitarse en una locura de muerte y destrucción.  Unos pretendían desmembrar a la patria, otros centralizarla, otros marcar cada precio por ley, otros mandar con más componentes, otros con menos. El pecado de federalismo se podía pagar con la guillotina.

  “para que la fuerza se apoye en la ley, es preciso que la ley pueda primero apoyarse en la fuerza”.

  También habla de un personaje curioso. Una joven nacida en Carabanchel, “hija del fundador del Banco de San Carlos, el industrial y financiero natural de Bayona Francisco Cabarrús, Teresa”. La mandó a Francia a casarse con un poderoso parlamentario. Ella tenía catorce años.

  “Danton, al anunciar a Europa que intenta recuperar la herencia de Carlomagno, crea tal vez a Napoleón”. Esta frase estaría bien traída por ver qué personaje va a crear Donald Trump.

 

  “Cuando se comienza una revolución es preciso estar listos para subir al patíbulo”. Por eso como recordaba Trapiello en un libro suyo, los más beneficiados de las revoluciones son siempre los rezagados.

  Hablaba, “se comportaba como un volcán cubierto de nieve”.

  Especialmente me han gustado las páginas dedicadas técnicamente al funcionamiento de la guillotina. Se preguntaban muchos ciudadanos, cirujanos, carniceros, si la cabeza seguí produciendo pensamientos. “Pienso, pero no existo”.

  También existían los bulos. En un periódico se publicó que un inglés, admirador de la Revolución, se suicidó al comprobar el triunfo “de la imbecilidad y de la inhumanidad sobre el talento y la virtud”. En realidad se había herido con un cuchillo y estab vivo y coleando.

  También se describe con detalle el eterno problema que han tenido todas las revoluciones en cuanto al reparto de las tierras para que se produzca más justamente, y cómo compatibilizarlo con las reclutas de los soldados que tienen que ir a proteger las fronteras. Aquí en nuestra guerra también nos dimos cuenta del problemón.

  El libro está editado a capricho. Nievo creo que costaba cerca de cuarenta euros pero a mí me costó quince en la feria del libro de Recoletos. Precioso, como si Pedro J. hubiera tenido toda la influencia del mundo en la mejor editorial del Planeta.

viernes, 28 de febrero de 2025

LA CRISIS DE BERLÍN. BERNARD WINTER


 

 Este libro está en mi poder desde hace décadas. No sé de dónde salió. Siempre, en las trasiegas de aquí para allá de los libros, lo veía diciéndome que algún día iba a leerlo. Pero hay algunos que no te llaman o que te llaman con insistencia porque saben que no se hacen de querer, que no se hacen simpáticos. Quizá tenga que ver el aspecto, viejo y descuidado, tela en azul gastado sin sobrecubierta; quizá el formato, pequeño, o el asunto. (El mío no es como el de la foto). Pero un día descubrí que el Muro de Berlín no fue construido hasta quince años después de terminada la Gran Guerra. El Muro fue la consecuencia de unos terribles tiras y aflojas entre los vencedores de la contienda: La URSS y los Estados Unidos con los europeos vencedores. La demarcación de un terrible juego del pañuelo. Edición del año 61.

  Y Winter lo aborda como un reportaje periodístico aún caliente en las rotativas. Dentro y entre sus hojas un billete de metro del año 1979.

  Un retrato de Spandau, el célebre castillo medieval que albergó a varios criminales de guerra de Hitler: “Hoy, su prisión al estilo de un castillo medieval, guarda en su interior a los últimos criminales de guerra condenados por el Tribunal internacional de Nuremberg. Tan solo son tres: Hess, el ex lugarteniente de Hitler, que ha perdido la razón; Speer, el dictador de los armamentos, y Baldur von Schirach, jefe de las Juventudes hitlerianas. Estos personajes pueden vanagloriarse de constituir uno de los últimos vínculos que quedan aún en Alemania entre los vencedores de ayer. La prisión de Spandau se encuentra siempre guardada por las cuatro potencias, relevándose mensualmente sus tropas, con arreglo a un ceremonial invariable”. Von Schirach, ¿tendrá algo que ver con el abogado escritor de esas fabulosas historias criminales que cuenta en sus estupendos libros Ferdinand Von Schirach?

  En cuanto fui adentrándome en la lectura recordé que no hace muchos años vi un documental más que interesante: la historia del puente aéreo que los americanos hicieron para abastecer a un Berlín sitiado por las autoridades soviéticas. Miles de vuelos y millones de toneladas de alimentos y suministros para no dar el brazo a torcer.

  En fin, un libro reportaje de historia leído en un par de días.

lunes, 24 de febrero de 2025

CÉSAR GONZÁLEZ-RUANO. DIARIOS. 1951-1965.


 

  Recordemos que en aquella casa de Donoso Cortes donde me habían invitado a llevarme lo que quisiera, y como no quise llevarme el coche, me llevé dos bolsones del Ikea y mi eterna mochila cargadas de libros. Elegí buenas ediciones de diarios, memorias, historia, etc. Entre todo ese tesoro estos diarios. Recordemos que quise leer antes sus Memorias por ser estas anteriores a los Diarios. ¡Cuántas horas habré pasado con este hombre en los últimos meses! Creo conocerle bien. Y no, no es ese malvado de quienes ahora los entendidos denostan. Y digo esto porque la mayoría de mis paisanos no saben quién es. Y fue, según él mismo dice hacia el final, el mejor periodista pagado de su tiempo.

  Hay algo en lo que no coincido: él sostiene que un diario debe ser algo hecho a vuela pluma, donde se van anotando las cosas diarias del vivir por muy anodinas que sean. Yo estoy más de acuerdo con Trapiello quien defiende la elaboración literaria de todo ese material. Digamos que todo son apuntes y que unos los desarrollan más que otros. Por cierto, ya tengo anotados para buscar el de Amiel y el de Eugenio Noel. “Cuando me enflaquecen las ganas de seguir el Diario tomo el Diario de Amiel entre las manos, y sin necesidad de abrirlo, siento casi como si me transmitiera una fuerza física. ¡Qué paciencia tuvo este hombre! ¡Y qué seguridad de que lo más importante que él podía dejar a la Humanidad era este rascarse las tripas del alma al anticipo dulce y seguro del sol de los muertos!”.

 

 

   Contiene sin embargo cantidad de anécdotas jugosas. Él mismo confiesa que tiene tanto oficio (ha escrito miles y miles  de artículos) que es capaz de redactare sin ganas y casi sin ideas tan solo con la inercia del oficio. Por ejemplo una anotación sobre la figura de Poncela:  Año 52. Va a visitar a Enrique Jardiel Poncela. Le encuentra jugando con tarros vacíos. Está medio muerto y le dice en voz baja a César que se vaya con el médico que ha traído, que no quiere alimento y menos medicinas.  Muere de cáncer con cincuenta años. El mismo Ruano acaba de cumplir 49 y dice sentirse fatal: problemas de muelas, de visión, de asma, de cansancio… Ayer ruta con la bici de montaña por estos campos embarrados pero hermosos de una primavera adelantada. Sesenta kilómetros. Al fondo los penachos blancos de la sierra madrileña. Cerca de cumplir los 63 años. Así, claro que cualquier tiempo pasado fue peor. Él murió reventado con la edad que tengo yo ahora. En la última fotografía se ve a un hombre metido en cama, con los dedos tintados de nicotina, asomado a la muerte misma. ¡Cuánta gente va muriendo a través de sus páginas! Hoy en día los años se han estirado, como las hipotecas.

    Buscando la voz de González-Ruano por la red, que encuentro sin imágenes, descubro un acto en el Café Gijón en el que aparece Miguel Pardeza, el ex del Real Madrid y Quinta del Buitre, como auténtico especialista en el periodista madrileño y editor de su obra periodística. Dice que en sus más de mil páginas de sus diarios, 1951-1965, sólo habló de Franco dos veces: una para decir que se iba de vacaciones, y otra para decir que venía de vacaciones. También aclara que no era muy dado en hacer valoraciones políticas. Normal por otro lado, y que otros tantos periodistas de izquierda, Haro Tecglen, Váquez Montalbán… también lo eran del Régimen, qué remedio. Dice de escribir libros: “Lo terrible de los libros es empezarlos. Después, cuando se acercan al fin, no los terminaría nunca. Por eso no me extrañan nada las novelas muy largas. Lo que ocurre es que no me gustan”.

  Es recurrente el que aluda constantemente a sus problemas económicos pero tiene casas varias en Madrid y en Cuenca, donde va a menudo. Tiene personal de servicio, del que a veces despotrica. Qué ganas de ir a Cuenca. He estado un par de veces pero solo se conoce una ciudad después de dormir en ella, patearla y comer y cenar.

  “Para una de las pocas cosas que mejor sirve el tiempo es para perderlo. Estoy lleno de problemas y creo que, afortunadamente, cargado de desdén”.

  “Azorín no se ha hecho viejo literariamente viejo porque jamás fue joven”.

  “Me gusta montar una casa lo mejor que puedo, llenarla de intimidad, construirme mi rincón… y luego irme a escribir a un café”.

  “Hemos hablado de la soledad. De la soledad acompañada, probablemente la más triste de todas. Marinao decía que él tenía nostalgia de su juventud.

  -¿Y usted?- me pregunta.

-No, yo tengo asco de mi juventud”.

 

  Murió el 15 de diciembre de 1965 en su casa de Río Rosas. Tan débil que entró en coma para no despertar jamás.