viernes, 28 de febrero de 2025

LA CRISIS DE BERLÍN. BERNARD WINTER


 

 Este libro está en mi poder desde hace décadas. No sé de dónde salió. Siempre, en las trasiegas de aquí para allá de los libros, lo veía diciéndome que algún día iba a leerlo. Pero hay algunos que no te llaman o que te llaman con insistencia porque saben que no se hacen de querer, que no se hacen simpáticos. Quizá tenga que ver el aspecto, viejo y descuidado, tela en azul gastado sin sobrecubierta; quizá el formato, pequeño, o el asunto. (El mío no es como el de la foto). Pero un día descubrí que el Muro de Berlín no fue construido hasta quince años después de terminada la Gran Guerra. El Muro fue la consecuencia de unos terribles tiras y aflojas entre los vencedores de la contienda: La URSS y los Estados Unidos con los europeos vencedores. La demarcación de un terrible juego del pañuelo. Edición del año 61.

  Y Winter lo aborda como un reportaje periodístico aún caliente en las rotativas. Dentro y entre sus hojas un billete de metro del año 1979.

  Un retrato de Spandau, el célebre castillo medieval que albergó a varios criminales de guerra de Hitler: “Hoy, su prisión al estilo de un castillo medieval, guarda en su interior a los últimos criminales de guerra condenados por el Tribunal internacional de Nuremberg. Tan solo son tres: Hess, el ex lugarteniente de Hitler, que ha perdido la razón; Speer, el dictador de los armamentos, y Baldur von Schirach, jefe de las Juventudes hitlerianas. Estos personajes pueden vanagloriarse de constituir uno de los últimos vínculos que quedan aún en Alemania entre los vencedores de ayer. La prisión de Spandau se encuentra siempre guardada por las cuatro potencias, relevándose mensualmente sus tropas, con arreglo a un ceremonial invariable”. Von Schirach, ¿tendrá algo que ver con el abogado escritor de esas fabulosas historias criminales que cuenta en sus estupendos libros Ferdinand Von Schirach?

  En cuanto fui adentrándome en la lectura recordé que no hace muchos años vi un documental más que interesante: la historia del puente aéreo que los americanos hicieron para abastecer a un Berlín sitiado por las autoridades soviéticas. Miles de vuelos y millones de toneladas de alimentos y suministros para no dar el brazo a torcer.

  En fin, un libro reportaje de historia leído en un par de días.

lunes, 24 de febrero de 2025

CÉSAR GONZÁLEZ-RUANO. DIARIOS. 1951-1965.


 

  Recordemos que en aquella casa de Donoso Cortes donde me habían invitado a llevarme lo que quisiera, y como no quise llevarme el coche, me llevé dos bolsones del Ikea y mi eterna mochila cargadas de libros. Elegí buenas ediciones de diarios, memorias, historia, etc. Entre todo ese tesoro estos diarios. Recordemos que quise leer antes sus Memorias por ser estas anteriores a los Diarios. ¡Cuántas horas habré pasado con este hombre en los últimos meses! Creo conocerle bien. Y no, no es ese malvado de quienes ahora los entendidos denostan. Y digo esto porque la mayoría de mis paisanos no saben quién es. Y fue, según él mismo dice hacia el final, el mejor periodista pagado de su tiempo.

  Hay algo en lo que no coincido: él sostiene que un diario debe ser algo hecho a vuela pluma, donde se van anotando las cosas diarias del vivir por muy anodinas que sean. Yo estoy más de acuerdo con Trapiello quien defiende la elaboración literaria de todo ese material. Digamos que todo son apuntes y que unos los desarrollan más que otros. Por cierto, ya tengo anotados para buscar el de Amiel y el de Eugenio Noel. “Cuando me enflaquecen las ganas de seguir el Diario tomo el Diario de Amiel entre las manos, y sin necesidad de abrirlo, siento casi como si me transmitiera una fuerza física. ¡Qué paciencia tuvo este hombre! ¡Y qué seguridad de que lo más importante que él podía dejar a la Humanidad era este rascarse las tripas del alma al anticipo dulce y seguro del sol de los muertos!”.

 

 

   Contiene sin embargo cantidad de anécdotas jugosas. Él mismo confiesa que tiene tanto oficio (ha escrito miles y miles  de artículos) que es capaz de redactare sin ganas y casi sin ideas tan solo con la inercia del oficio. Por ejemplo una anotación sobre la figura de Poncela:  Año 52. Va a visitar a Enrique Jardiel Poncela. Le encuentra jugando con tarros vacíos. Está medio muerto y le dice en voz baja a César que se vaya con el médico que ha traído, que no quiere alimento y menos medicinas.  Muere de cáncer con cincuenta años. El mismo Ruano acaba de cumplir 49 y dice sentirse fatal: problemas de muelas, de visión, de asma, de cansancio… Ayer ruta con la bici de montaña por estos campos embarrados pero hermosos de una primavera adelantada. Sesenta kilómetros. Al fondo los penachos blancos de la sierra madrileña. Cerca de cumplir los 63 años. Así, claro que cualquier tiempo pasado fue peor. Él murió reventado con la edad que tengo yo ahora. En la última fotografía se ve a un hombre metido en cama, con los dedos tintados de nicotina, asomado a la muerte misma. ¡Cuánta gente va muriendo a través de sus páginas! Hoy en día los años se han estirado, como las hipotecas.

    Buscando la voz de González-Ruano por la red, que encuentro sin imágenes, descubro un acto en el Café Gijón en el que aparece Miguel Pardeza, el ex del Real Madrid y Quinta del Buitre, como auténtico especialista en el periodista madrileño y editor de su obra periodística. Dice que en sus más de mil páginas de sus diarios, 1951-1965, sólo habló de Franco dos veces: una para decir que se iba de vacaciones, y otra para decir que venía de vacaciones. También aclara que no era muy dado en hacer valoraciones políticas. Normal por otro lado, y que otros tantos periodistas de izquierda, Haro Tecglen, Váquez Montalbán… también lo eran del Régimen, qué remedio. Dice de escribir libros: “Lo terrible de los libros es empezarlos. Después, cuando se acercan al fin, no los terminaría nunca. Por eso no me extrañan nada las novelas muy largas. Lo que ocurre es que no me gustan”.

  Es recurrente el que aluda constantemente a sus problemas económicos pero tiene casas varias en Madrid y en Cuenca, donde va a menudo. Tiene personal de servicio, del que a veces despotrica. Qué ganas de ir a Cuenca. He estado un par de veces pero solo se conoce una ciudad después de dormir en ella, patearla y comer y cenar.

  “Para una de las pocas cosas que mejor sirve el tiempo es para perderlo. Estoy lleno de problemas y creo que, afortunadamente, cargado de desdén”.

  “Azorín no se ha hecho viejo literariamente viejo porque jamás fue joven”.

  “Me gusta montar una casa lo mejor que puedo, llenarla de intimidad, construirme mi rincón… y luego irme a escribir a un café”.

  “Hemos hablado de la soledad. De la soledad acompañada, probablemente la más triste de todas. Marinao decía que él tenía nostalgia de su juventud.

  -¿Y usted?- me pregunta.

-No, yo tengo asco de mi juventud”.

 

  Murió el 15 de diciembre de 1965 en su casa de Río Rosas. Tan débil que entró en coma para no despertar jamás.

viernes, 7 de febrero de 2025

ODISEO. DANIEL DILLA.


 

    El día 30 de enero, la tarde de la presentación de la novela de Dani, llegué con tiempo de sobra. Decidí bajarme una estación antes para deambular un rato por el barrio, casi nunca transitado por mí. Madrid tenía ese cielo puro, carioca, de las tardes noches  frías de invierno. Edificios extraños, perspectivas no vistas antes, colegios mayores, jóvenes deambulando de aquí para allá. La Complutense está cerca. Bares con poca gente. Son las siete de la tarde y aún no han llegado los noctámbulos.

  Cuando llego al Chaminade veo a poca gente. Decido tomarme un café en la cafetería y veo sentado a Carlos Gallego, un Ilustre conocido. Abogado pucelano de voz radiofónica y conversación libresca. Nos dimos un abrazo y nos pusimos al día. Estaba ya ojeando el libro de Dani. Que yo sepa es el único de los Muñozmolinianos que ha estado en mi casa. Vino hace años con una mujer simpática, alta y elegante (tenían una cena cerca de mi casa) y nos tomamos unas cervezas mientras les llegaba la hora. Me encantan esas visitas improvisadas que se interesan y preguntan por los libros de las  estanterías.

  Cuando llegamos al salón de actos me sorprendió la cantidad  de gente: casi todas las butacas ocupadas y público de todas las edades, como en un teatro infantil donde van niños, padres y abuelos. Presentaba Juan Gómez Bárcena y nuestro autor. Antes y por si acaso salí y compré un ejemplar. Pocos quedaron al final del mogollón que había al principio. La joven vendedora ambulante de la librería Alberti estaba contenta. Me dijo que estaban vendiendo más que en la Telefónica cuando tenían otras presentaciones allí de escritores con más fama. La charla-presentación fue de lo más perimetral  a lo más concreto, de la vida de alguien que escribe, qué significa hacer una novela, aspectos biográficos, la construcción de un texto o de ese texto en particular. Qué autores o autoras le han influido más. Mencionó a Proust, Virginia Woolf, Kafka e Ítalo Calvino entre otros. Se ve que Dani tiene oficio y ha frecuentado talleres literarios. Nos informó que siempre lleva una libreta donde va apuntando cosas sin parar. Tiene una letra preciosa. Se ve que no tiene nada que ver con lo “facultativo”. Carlos me dejó asombrado por saber la marca y el modelo de la pluma de Dani al firmar. Puede ser un novelista primerizo pero no es la primera vez que escribe. Recordemos que ya atesora varios premios literarios. Ambos hablaban con soltura. Se ve que Juan (y Dani) se dedica entre otras cosas a hablar en público, cosa tan ajena a mi personalidad y que por eso admiro tanto. El caso es que el tiempo se fue enseguida y comenzó el turno de preguntas. Un niño levantó la mano y se dirigió a Dani como “tío”. La gente se rio y Dani se disculpó “¡no me llames tío!”. No hacía falta, enseguida nos dimos cuenta que aquel salón estaba lleno de familiares, de amigos y de admiradores como nosotros. Después de contestar a una docena de preguntas del público en torno a su novela, estilo, longitud, idea principal, trama, personajes, voces… levanté la mano y pregunté a Dani sobre lo material, sobre el aspecto materialista del libro: si le había gustado el libro como objeto. Confesó su sorpresa al darse cuenta que días antes esas palabras circularan por su ordenador y ahora estuvieran en ese libro, con el aspecto imperecedero, incorregible,  de lo allí escrito. Quise recordar lo que dice insistentemente Trapiello: que un mismo libro dice cosas distintas en ediciones distintas. El dibujo de la portada es muy bonito, el tamaño es perfecto y el papel, ligeramente amarillento, agradable. Bonita tipografía. La editora allí presente, de la editorial Plasson y Bartleboom, le advirtió a Dani que a ver qué iba a decir. El libro está muy bien editado y les felicité a ambos por ello.

   A la salida nos fuimos a esperar a la cola de las dedicatorias. Qué emocionante ha debido ser para él. Le pedimos a una señorita que nos hiciera una foto a los tres. “Y también para Hermi, lector babilírico (o ¿babilístico?) que cada enero me abruma felizmente con su itinerario de lecturas. Gracias por venir”. Qué majete que es. Si alguna vez hemos cuestionado si una obra debe sufrir por cómo de cabrón o no es el autor, con Dani hemos de decir que su obra debe ganar por cómo es él.

  No nos quisimos quedar a su invitación a tomar algo. Era tarde. De vuelta al metro fuimos Carlos y yo charlando de lo más animados. Tarde más que agradable. Él se cogió el Circular para un lado y yo para el contrario, prometiéndonos ver en Valladolid no tardando mucho. Le pregunté por su nieto de quien nos envió unas fotos hace unos pocos años. “Debe tener seis o siete años, ¿no?”, pregunté. Doce ¡doce años! tiene el nieto. Nos hacemos viejos sobre todo en los demás.

  Ayer tarde terminé la lectura de la novela. Recordé que el mismo Juan Gómez Bárcena había confesado que en algunos tramos se hacía confusa pero que según se iba avanzando todo iba encajando. Yo, torpe toda la vida en aprobar acertijos, me ha costado más. El estilo está asentado a base de lo que puede llamarse digresión. A veces al lector, a este lector, le resulta llamativo que continuamente vaya introduciendo elementos que poco parecen tener que ver con lo que se va contando, al menos aparentemente. ¿Prosaico? ¿Poético? Dice Dani que contaba las sílabas de cada frase para que le sonaran bien, como en un poema ¿Circunvaladero? Da igual, y no, no me he saltado ni una página.

  A veces he echado de menos un respiro, más respiros, como una nota de referencia literaria, algún chiste. Un ejemplo: “Pidió un agua con gas y una ensalada de rúcula, me acordé del cometario de Borges a Sábato cuando afirmó que Stevenson, que nunca había comido una ensalada, murió mientras preparaba una y concluí que era imposible ser feliz con esa alimentación”.

  Tiene una rara habilidad en hacer comparaciones literarias bien traídas. “Igual que hay volcanes que entran en erupción tras años de aparente tranquilidad, hay episodios del pasado que, tiempo después, el presente alumbra y convierte en magma, y si eso ocurre en el presente hay un vínculo profundo, una misma raíz y un mismo temblor”. Últimamente se inflama de manera explosiva mi magma familiar.

  En el futuro alguien encontrará en un almacén de papel una agenda donde alguien escribió una frase de esta novela de Dani Dilla: Por ejemplo: “Supongo que, al final, todo es literatura: se ocupa de la verdad, pero, como la literatura es vida, está hecha de sus mismos materiales. Es decir, de tergiversación y falsedad. También de ocultaciones, así que lo repetiré: amo la ducha”. Por ejemplo.

  A veces me ha recordado en sus circunloquios, en sus repeticiones obsesivas, a Thomas Bernhard o a Joyce, palabras mayores.

  La novela está llena de frases para enmarcar: “El alcohol era la alfombra que yo desenrollaba para cubrir un vacío”. O hallazgos, como nombrar a una residencia de ancianos “El Porvenir”.

  Dice Dani que le gusta la literatura poco dada a concesiones, que el lector participe, que tenga que trabajar. Pero para mí, trabajar, como decía el poeta, cansa. Soy un anciano de residencia que quiere el puré bien pasado, no un trozo matérico que masticar.  Siempre repito que amo el ciclismo y la literatura y nunca me hubiera gustado dedicarme profesionalmente a ninguna de las dos cosas. De los Diarios de González-Ruano que he empezado esta mañana anoto la frase:

 “…hacer que las cosas sean un poco más complicadas a fuerza de claridad y más excitantemente difíciles a causa de su sencillez”.

  Es su obra y su apuesta. Creo que es lo que debe de hacer. Ayer le compré a una mujer por Wallapop cinco libros, uno de ellos La Subasta del lote 49, de Thomas Pynchon. Me dijo que le había costado dios y ayuda terminarlo pero que estaba segura de que era una obra admirable. Yo pienso lo mismo de esta primera novela de Dani. Y compraré la siguiente sin duda. Enhorabuena Dani. Espero que las ventas sigan su buen camino, te lo mereces.