viernes, 28 de febrero de 2025

LA CRISIS DE BERLÍN. BERNARD WINTER


 

 Este libro está en mi poder desde hace décadas. No sé de dónde salió. Siempre, en las trasiegas de aquí para allá de los libros, lo veía diciéndome que algún día iba a leerlo. Pero hay algunos que no te llaman o que te llaman con insistencia porque saben que no se hacen de querer, que no se hacen simpáticos. Quizá tenga que ver el aspecto, viejo y descuidado, tela en azul gastado sin sobrecubierta; quizá el formato, pequeño, o el asunto. (El mío no es como el de la foto). Pero un día descubrí que el Muro de Berlín no fue construido hasta quince años después de terminada la Gran Guerra. El Muro fue la consecuencia de unos terribles tiras y aflojas entre los vencedores de la contienda: La URSS y los Estados Unidos con los europeos vencedores. La demarcación de un terrible juego del pañuelo. Edición del año 61.

  Y Winter lo aborda como un reportaje periodístico aún caliente en las rotativas. Dentro y entre sus hojas un billete de metro del año 1979.

  Un retrato de Spandau, el célebre castillo medieval que albergó a varios criminales de guerra de Hitler: “Hoy, su prisión al estilo de un castillo medieval, guarda en su interior a los últimos criminales de guerra condenados por el Tribunal internacional de Nuremberg. Tan solo son tres: Hess, el ex lugarteniente de Hitler, que ha perdido la razón; Speer, el dictador de los armamentos, y Baldur von Schirach, jefe de las Juventudes hitlerianas. Estos personajes pueden vanagloriarse de constituir uno de los últimos vínculos que quedan aún en Alemania entre los vencedores de ayer. La prisión de Spandau se encuentra siempre guardada por las cuatro potencias, relevándose mensualmente sus tropas, con arreglo a un ceremonial invariable”. Von Schirach, ¿tendrá algo que ver con el abogado escritor de esas fabulosas historias criminales que cuenta en sus estupendos libros Ferdinand Von Schirach?

  En cuanto fui adentrándome en la lectura recordé que no hace muchos años vi un documental más que interesante: la historia del puente aéreo que los americanos hicieron para abastecer a un Berlín sitiado por las autoridades soviéticas. Miles de vuelos y millones de toneladas de alimentos y suministros para no dar el brazo a torcer.

  En fin, un libro reportaje de historia leído en un par de días.

lunes, 24 de febrero de 2025

CÉSAR GONZÁLEZ-RUANO. DIARIOS. 1951-1965.


 

  Recordemos que en aquella casa de Donoso Cortes donde me habían invitado a llevarme lo que quisiera, y como no quise llevarme el coche, me llevé dos bolsones del Ikea y mi eterna mochila cargadas de libros. Elegí buenas ediciones de diarios, memorias, historia, etc. Entre todo ese tesoro estos diarios. Recordemos que quise leer antes sus Memorias por ser estas anteriores a los Diarios. ¡Cuántas horas habré pasado con este hombre en los últimos meses! Creo conocerle bien. Y no, no es ese malvado de quienes ahora los entendidos denostan. Y digo esto porque la mayoría de mis paisanos no saben quién es. Y fue, según él mismo dice hacia el final, el mejor periodista pagado de su tiempo.

  Hay algo en lo que no coincido: él sostiene que un diario debe ser algo hecho a vuela pluma, donde se van anotando las cosas diarias del vivir por muy anodinas que sean. Yo estoy más de acuerdo con Trapiello quien defiende la elaboración literaria de todo ese material. Digamos que todo son apuntes y que unos los desarrollan más que otros. Por cierto, ya tengo anotados para buscar el de Amiel y el de Eugenio Noel. “Cuando me enflaquecen las ganas de seguir el Diario tomo el Diario de Amiel entre las manos, y sin necesidad de abrirlo, siento casi como si me transmitiera una fuerza física. ¡Qué paciencia tuvo este hombre! ¡Y qué seguridad de que lo más importante que él podía dejar a la Humanidad era este rascarse las tripas del alma al anticipo dulce y seguro del sol de los muertos!”.

 

 

   Contiene sin embargo cantidad de anécdotas jugosas. Él mismo confiesa que tiene tanto oficio (ha escrito miles y miles  de artículos) que es capaz de redactare sin ganas y casi sin ideas tan solo con la inercia del oficio. Por ejemplo una anotación sobre la figura de Poncela:  Año 52. Va a visitar a Enrique Jardiel Poncela. Le encuentra jugando con tarros vacíos. Está medio muerto y le dice en voz baja a César que se vaya con el médico que ha traído, que no quiere alimento y menos medicinas.  Muere de cáncer con cincuenta años. El mismo Ruano acaba de cumplir 49 y dice sentirse fatal: problemas de muelas, de visión, de asma, de cansancio… Ayer ruta con la bici de montaña por estos campos embarrados pero hermosos de una primavera adelantada. Sesenta kilómetros. Al fondo los penachos blancos de la sierra madrileña. Cerca de cumplir los 63 años. Así, claro que cualquier tiempo pasado fue peor. Él murió reventado con la edad que tengo yo ahora. En la última fotografía se ve a un hombre metido en cama, con los dedos tintados de nicotina, asomado a la muerte misma. ¡Cuánta gente va muriendo a través de sus páginas! Hoy en día los años se han estirado, como las hipotecas.

    Buscando la voz de González-Ruano por la red, que encuentro sin imágenes, descubro un acto en el Café Gijón en el que aparece Miguel Pardeza, el ex del Real Madrid y Quinta del Buitre, como auténtico especialista en el periodista madrileño y editor de su obra periodística. Dice que en sus más de mil páginas de sus diarios, 1951-1965, sólo habló de Franco dos veces: una para decir que se iba de vacaciones, y otra para decir que venía de vacaciones. También aclara que no era muy dado en hacer valoraciones políticas. Normal por otro lado, y que otros tantos periodistas de izquierda, Haro Tecglen, Váquez Montalbán… también lo eran del Régimen, qué remedio. Dice de escribir libros: “Lo terrible de los libros es empezarlos. Después, cuando se acercan al fin, no los terminaría nunca. Por eso no me extrañan nada las novelas muy largas. Lo que ocurre es que no me gustan”.

  Es recurrente el que aluda constantemente a sus problemas económicos pero tiene casas varias en Madrid y en Cuenca, donde va a menudo. Tiene personal de servicio, del que a veces despotrica. Qué ganas de ir a Cuenca. He estado un par de veces pero solo se conoce una ciudad después de dormir en ella, patearla y comer y cenar.

  “Para una de las pocas cosas que mejor sirve el tiempo es para perderlo. Estoy lleno de problemas y creo que, afortunadamente, cargado de desdén”.

  “Azorín no se ha hecho viejo literariamente viejo porque jamás fue joven”.

  “Me gusta montar una casa lo mejor que puedo, llenarla de intimidad, construirme mi rincón… y luego irme a escribir a un café”.

  “Hemos hablado de la soledad. De la soledad acompañada, probablemente la más triste de todas. Marinao decía que él tenía nostalgia de su juventud.

  -¿Y usted?- me pregunta.

-No, yo tengo asco de mi juventud”.

 

  Murió el 15 de diciembre de 1965 en su casa de Río Rosas. Tan débil que entró en coma para no despertar jamás.

viernes, 7 de febrero de 2025

ODISEO. DANIEL DILLA.


 

    El día 30 de enero, la tarde de la presentación de la novela de Dani, llegué con tiempo de sobra. Decidí bajarme una estación antes para deambular un rato por el barrio, casi nunca transitado por mí. Madrid tenía ese cielo puro, carioca, de las tardes noches  frías de invierno. Edificios extraños, perspectivas no vistas antes, colegios mayores, jóvenes deambulando de aquí para allá. La Complutense está cerca. Bares con poca gente. Son las siete de la tarde y aún no han llegado los noctámbulos.

  Cuando llego al Chaminade veo a poca gente. Decido tomarme un café en la cafetería y veo sentado a Carlos Gallego, un Ilustre conocido. Abogado pucelano de voz radiofónica y conversación libresca. Nos dimos un abrazo y nos pusimos al día. Estaba ya ojeando el libro de Dani. Que yo sepa es el único de los Muñozmolinianos que ha estado en mi casa. Vino hace años con una mujer simpática, alta y elegante (tenían una cena cerca de mi casa) y nos tomamos unas cervezas mientras les llegaba la hora. Me encantan esas visitas improvisadas que se interesan y preguntan por los libros de las  estanterías.

  Cuando llegamos al salón de actos me sorprendió la cantidad  de gente: casi todas las butacas ocupadas y público de todas las edades, como en un teatro infantil donde van niños, padres y abuelos. Presentaba Juan Gómez Bárcena y nuestro autor. Antes y por si acaso salí y compré un ejemplar. Pocos quedaron al final del mogollón que había al principio. La joven vendedora ambulante de la librería Alberti estaba contenta. Me dijo que estaban vendiendo más que en la Telefónica cuando tenían otras presentaciones allí de escritores con más fama. La charla-presentación fue de lo más perimetral  a lo más concreto, de la vida de alguien que escribe, qué significa hacer una novela, aspectos biográficos, la construcción de un texto o de ese texto en particular. Qué autores o autoras le han influido más. Mencionó a Proust, Virginia Woolf, Kafka e Ítalo Calvino entre otros. Se ve que Dani tiene oficio y ha frecuentado talleres literarios. Nos informó que siempre lleva una libreta donde va apuntando cosas sin parar. Tiene una letra preciosa. Se ve que no tiene nada que ver con lo “facultativo”. Carlos me dejó asombrado por saber la marca y el modelo de la pluma de Dani al firmar. Puede ser un novelista primerizo pero no es la primera vez que escribe. Recordemos que ya atesora varios premios literarios. Ambos hablaban con soltura. Se ve que Juan (y Dani) se dedica entre otras cosas a hablar en público, cosa tan ajena a mi personalidad y que por eso admiro tanto. El caso es que el tiempo se fue enseguida y comenzó el turno de preguntas. Un niño levantó la mano y se dirigió a Dani como “tío”. La gente se rio y Dani se disculpó “¡no me llames tío!”. No hacía falta, enseguida nos dimos cuenta que aquel salón estaba lleno de familiares, de amigos y de admiradores como nosotros. Después de contestar a una docena de preguntas del público en torno a su novela, estilo, longitud, idea principal, trama, personajes, voces… levanté la mano y pregunté a Dani sobre lo material, sobre el aspecto materialista del libro: si le había gustado el libro como objeto. Confesó su sorpresa al darse cuenta que días antes esas palabras circularan por su ordenador y ahora estuvieran en ese libro, con el aspecto imperecedero, incorregible,  de lo allí escrito. Quise recordar lo que dice insistentemente Trapiello: que un mismo libro dice cosas distintas en ediciones distintas. El dibujo de la portada es muy bonito, el tamaño es perfecto y el papel, ligeramente amarillento, agradable. Bonita tipografía. La editora allí presente, de la editorial Plasson y Bartleboom, le advirtió a Dani que a ver qué iba a decir. El libro está muy bien editado y les felicité a ambos por ello.

   A la salida nos fuimos a esperar a la cola de las dedicatorias. Qué emocionante ha debido ser para él. Le pedimos a una señorita que nos hiciera una foto a los tres. “Y también para Hermi, lector babilírico (o ¿babilístico?) que cada enero me abruma felizmente con su itinerario de lecturas. Gracias por venir”. Qué majete que es. Si alguna vez hemos cuestionado si una obra debe sufrir por cómo de cabrón o no es el autor, con Dani hemos de decir que su obra debe ganar por cómo es él.

  No nos quisimos quedar a su invitación a tomar algo. Era tarde. De vuelta al metro fuimos Carlos y yo charlando de lo más animados. Tarde más que agradable. Él se cogió el Circular para un lado y yo para el contrario, prometiéndonos ver en Valladolid no tardando mucho. Le pregunté por su nieto de quien nos envió unas fotos hace unos pocos años. “Debe tener seis o siete años, ¿no?”, pregunté. Doce ¡doce años! tiene el nieto. Nos hacemos viejos sobre todo en los demás.

  Ayer tarde terminé la lectura de la novela. Recordé que el mismo Juan Gómez Bárcena había confesado que en algunos tramos se hacía confusa pero que según se iba avanzando todo iba encajando. Yo, torpe toda la vida en aprobar acertijos, me ha costado más. El estilo está asentado a base de lo que puede llamarse digresión. A veces al lector, a este lector, le resulta llamativo que continuamente vaya introduciendo elementos que poco parecen tener que ver con lo que se va contando, al menos aparentemente. ¿Prosaico? ¿Poético? Dice Dani que contaba las sílabas de cada frase para que le sonaran bien, como en un poema ¿Circunvaladero? Da igual, y no, no me he saltado ni una página.

  A veces he echado de menos un respiro, más respiros, como una nota de referencia literaria, algún chiste. Un ejemplo: “Pidió un agua con gas y una ensalada de rúcula, me acordé del cometario de Borges a Sábato cuando afirmó que Stevenson, que nunca había comido una ensalada, murió mientras preparaba una y concluí que era imposible ser feliz con esa alimentación”.

  Tiene una rara habilidad en hacer comparaciones literarias bien traídas. “Igual que hay volcanes que entran en erupción tras años de aparente tranquilidad, hay episodios del pasado que, tiempo después, el presente alumbra y convierte en magma, y si eso ocurre en el presente hay un vínculo profundo, una misma raíz y un mismo temblor”. Últimamente se inflama de manera explosiva mi magma familiar.

  En el futuro alguien encontrará en un almacén de papel una agenda donde alguien escribió una frase de esta novela de Dani Dilla: Por ejemplo: “Supongo que, al final, todo es literatura: se ocupa de la verdad, pero, como la literatura es vida, está hecha de sus mismos materiales. Es decir, de tergiversación y falsedad. También de ocultaciones, así que lo repetiré: amo la ducha”. Por ejemplo.

  A veces me ha recordado en sus circunloquios, en sus repeticiones obsesivas, a Thomas Bernhard o a Joyce, palabras mayores.

  La novela está llena de frases para enmarcar: “El alcohol era la alfombra que yo desenrollaba para cubrir un vacío”. O hallazgos, como nombrar a una residencia de ancianos “El Porvenir”.

  Dice Dani que le gusta la literatura poco dada a concesiones, que el lector participe, que tenga que trabajar. Pero para mí, trabajar, como decía el poeta, cansa. Soy un anciano de residencia que quiere el puré bien pasado, no un trozo matérico que masticar.  Siempre repito que amo el ciclismo y la literatura y nunca me hubiera gustado dedicarme profesionalmente a ninguna de las dos cosas. De los Diarios de González-Ruano que he empezado esta mañana anoto la frase:

 “…hacer que las cosas sean un poco más complicadas a fuerza de claridad y más excitantemente difíciles a causa de su sencillez”.

  Es su obra y su apuesta. Creo que es lo que debe de hacer. Ayer le compré a una mujer por Wallapop cinco libros, uno de ellos La Subasta del lote 49, de Thomas Pynchon. Me dijo que le había costado dios y ayuda terminarlo pero que estaba segura de que era una obra admirable. Yo pienso lo mismo de esta primera novela de Dani. Y compraré la siguiente sin duda. Enhorabuena Dani. Espero que las ventas sigan su buen camino, te lo mereces.

viernes, 31 de enero de 2025

NEXUS. YUVAL NOAH HARARI.


 

  Hace muchos años, hablando con un familiar experto en telecomunicaciones y aficionado a la historia, le animé a escribir en el futuro una historia de las comunicaciones humanas. Aquello se fue por otros derroteros, otros caminos del conocimiento y no se llevó a cabo. Este escritor israelí lo ha hecho con este libro. Desde los primeros hombres sobre la tierra hasta nuestros días. Qué nos deparará la Inteligencia Artificial. A qué peligros y aciertos nos enfrentamos.

  En la portada una paloma y una huella digital. El camino que va desde las guerras antiguas al acceso a sistemas con nuestra huella digital. Hasta ahora había yo renunciado a eso, a dejar huellas físicas en entornos digitales, valga la redundancia, pero al estreno de un nuevo dispositivo, más potente, más moderno, es así como entro ahora. Cedemos más y más datos nuestros. Pronto el “sistema” sabrá más de nosotros mismos que nuestra madre o nuestra compañera de vida.

  Internet es la biblioteca de Babel que imaginó Borges. Si no está todo, pronto lo estará. El conocimiento, el comportamiento, las finanzas, la medicina, la robótica, el arte, la historia, la literatura, cada cosa que haya escrito el hombre a través de los tiempos. “Cualquier teléfono inteligente contiene más información que la antigua biblioteca de Alejandría”.

  Qué si no es el dinero: unas cifras en las que hay la convención social de que tiene el valor que tiene y que puede variar con el tiempo o con vicisitudes de la historia. “En 2010 HL compró dos pizzas por 10.000 bitcoins. En 2021 un bitcoin tenía el valor de 69.000 dólares”.

  De la contraportada: “Nexus es el trepidante relato sobre cómo hemos llegado a este momento, y sobre las decisiones urgentes que debemos tomar para sobrevivir”.

  “Internet prometió conocimiento infinito”.

  El conocimiento ha salvado vidas y para demostrarlo pone el ejemplo de Goethe, quien tuvo cinco hijos de los que murieron todos excepto en mayor, que se salvó porque no le afectó la incompatibilidad del Rh. Tengo unos conocidos hermanos cuya madre fue tratada en el segundo embarazo de eso mismo para salvar al segundo.

  “Lo único que le interesa al ser humano es el poder. Decir que nos interesa algo distinto –como la verdad o la justicia- no es más que una estratagema para alcanzar el poder”.

  “No hay religión ni imperio que consiga sobrevivir mucho tiempo sin una fuerte creencia en la existencia de un dios, una moneda, un código legal o una moneda”.

  “Religiones como el judaísmo, el cristianismo y el islam siempre han creído que en algún lugar por encima de las nubes hay un ojo que todo lo ve, que da o resta puntos por todo lo que hacemos y que nuestro destino eterno depende de la puntuación que obtengamos”.

  Una cosa que siempre he pensado pero resuelta perfectamente: No olvidemos lo que ocurrió cuando los bolcheviques intentaron corregir las muchas injusticias de la Rusia zarista y construir una sociedad perfecta empezando de cero”. Ay, qué hubiera sido de la historia si se hubieran impuesto las visiones mencheviques.

  Conclusión: “Hasta donde sabemos en la actualidad, simios, ratas y los animales orgánicos del planeta Tierra pueden ser las únicas entidades conscientes de todo el universo. Si la manejamos mal, la IA podría extinguir no solo el dominio humano sobre la Tierra, sino la propia luz de la consciencia, y convertir el universo en un entorno de oscuridad absoluta. Es nuestra responsabilidad impedirlo”.

  Ese familiar que años después estudió astronomía y física nos dio una conferencia. Sólo recuerdo las distancias siderales, descomunales del universo conocido. Al final levanté la mano y dije algo parecido: somos los únicos seres que somos conscientes de nosotros mismos y del universo. Él me dijo, señalando esas dimensiones descomunales, que estaba seguro que en alguna parte debía haber otros seres con capacidades más elevadas. Viendo el espacio, nunca lo sabremos.

sábado, 25 de enero de 2025

Memorias. César González Ruano.

 

  Las Memorias de César González Ruano ya se ha convertido en una de las lecturas más importantes de los últimos años: qué bien escribe, qué anécdotas más bien contadas, qué riqueza de expresión, qué cinismo más gracioso. Cuenta que cuando su padre y su madre se trasladaron a vivir a Madrid desde Santander, a la calle Barquillo, como eran solo los dos apenas tenían personal de servicio: “les bastaba con el cochero, un criado, cocinera, primera doncella y segunda doncella”. De su abuelo paterno dice que después de dejar las armas tuvo la vocación sobre todo de no hacer nada, y ya, cuando se le había ido la cabeza, y ante sus obsesiones amorosas, contrataron a una femme de rue que iba los jueves para su satisfacción. La recibía muy acicalado y sin más protocolos despachaba el asunto. No hace falta añadir que les daba la brasa a los de la familia por saber cuánto faltaba para el jueves siguiente. Con pocos libros se puede decir: menos mal que me quedan seiscientas páginas.

  Conoció a infinidad de periodistas y escritores. A los hermanos Machado. Cuenta para cada uno alguna anécdota. A Manuel una vez lo vio junto a Cansinos en el entreacto de una obra de teatro. Fue a saludarlos porque conocía a ambos y creía que sería bien recibido. Fue a abrazar al poeta sevillano y este le hizo la cobra. “Mire usted, querido Ruano, usted me estima y yo le correspondo, pero son tiempos de pocas bromas y usted tiene fama de fascista. De modo que le agradecería que no se muestre tan efusivo conmigo en público, porque yo soy un republicano que está con el pueblo”. Aquello le pareció una estupidez y le respondió: “Descuide usted, Manolo… Ni en público ni en privado. Por mí puede usted irse a la mierda”. Ahí me acordé de Fernán Gómez.

  Y la de Antonio Machado se produjo también antes de la guerra. Ruano estaba viviendo en Roma y ya estaba allí el rey destronado. Sabiéndolo Antonio le hizo un encargo por si tenía la oportunidad de decírselo. A veces el periodista (a veces lo confundieron por las pintas con Dalí) entrevistaba al rey. “No sé si sabrá el Rey quién soy yo… (le dijo el poeta de Campos de Castilla) pero si usted cree que lo sabe y que esto puede alegrarle, dígale que estoy convencido de que nos equivocamos todos y que España sin el Rey va hacia la catástrofe”.

  Me han gustado mucho más estas memorias que las de Cansinos, efectivamente tristonas pero ricas y con fundamento. En estas, las de Cansinos uno siempre piensa: qué bajonazo, como su apellido indica. Con las de Ruano, ¡qué cabroncete! Y te ríes del ingenio para hacer daño o risa. Era una especie de Umbral pero auténtico. Un tipo nacido para escribir.

 Ramón  Gómez de la Serna perteneció al tribunal que concedió por unanimidad el premio Mariano de Cavia a César. Éste habla con respeto y admiración del otro. Sí resalta que se tenían antipatía Cansinos y Ramón. “Cansinos y Ramón se odiaban y secretamente yo creo que se tuvieron siempre una admiración”. Uno, Ramón, quería conquistar con la risa, Cansinos, llorando. A quien le tenía un poco de tirria era a García Lorca. Que te lo cuente él mismo: “A mí, Federico García Lorca no me acabó de ser nunca simpático como le fue a casi todo el mundo. Era como un chico de pueblo ordinario que se hubiere puesto un lazo de seda en el pelo y sentado frente a un piano a hacer gracias”. Para qué seguir. Sobre gustos… “…presumía de ser gracioso, espiritual y mariquita del sur”. Aunque nunca negó su talento para la poesía. Era un poco tocapelotas Ruano. Recordemos que siendo apenas un veinteañero González Ruano se dio a conocer en el Ateneo por decir, arriba en la tribuna, que se notaba que Cervantes era manco porque parecía que su Quijote se había escrito con los pies. Es una manera de llamar la atención, que se hable de ti aunque sea mal. Eso lo supieron, por ejemplo, personajes contemporáneos como Risto Mejide o Albert Rivera; el uno por hacerse un papel de mala sombra y el otro por darse a conocer en pelota picada.

  Le doy máxima prioridad a mi placer de lector. No me importa que Philip Roth se matara a pajas de joven, que Machado sedujera y se casara con una quinceañera pensando que de ocurrir hoy sería detenido por corruptor de menores. Tampoco me importa, aunque me tenga que tapar la nariz con perfume barato, que Almudena Grandes dijera aquello del goce de una monja violada por un grupo de milicianos sudorosos. Tampoco que intelectuales de izquierda delataran en el Madrid rojo a compañeros de profesión vaya usted a saber por qué. (Es alto el número de nombres que va mencionando César G. Ruano que fueron asesinados en ese invierno del 36 por las turbas de milicianos, hablando sólo de nombres de su profesión). No nos vamos a poner a juzgar ahora el comportamiento de unos y otros en aquella época oscura. Sus historias quedaron olvidadas o han pasado a los libros de historia y han quedado sus obras. Yo he leído y además no hace mucho, las mismas memorias de Cansinos, las de Aub, las de Arturo Barea, un texto inolvidable para mí, las de Agustín de Foxá, falangista, las de Carrillo, comunista, las de Semprún, comunista, etc, etc. Valoro más cómo se cuenta cada historia que la ideología de cada cual.

  No, no era muy republicano César González Ruano. Recuerda en una página lo que se cantaba en la efervescencia del advenimiento:

¡Un dos tres, que muera Berenguer!

¡Adiós, alirón

Alfonsito es un ladrón!

  Muy bonito.

 

 Una anécdota bonita, digna de una novela. Campmany decía de él, de César, que era un rata, al que siempre le iban persiguiendo los que querían cobrar facturas. Un día llegó una carta a la redacción, como tantas otras veces. Pero esa vez era de una mujer que decía su nombre: Agustina. Decía que necesitaba verle. Recordemos que no había wasap. Quedaron en una cafetería. Era una mujer morena, hermosa, vestida de manera pobre. Le pidió mil pesetas. Esa cantidad era lo que ganaba él en un mes en el periódico. Él dijo no tener allí el dinero pero que se lo haría llegar. Dijo ella que no, que quedaran al día siguiente. Llevó las mil pesetas y ella quiso ir quedando más días. Le preguntó si estaba comprometido y él dijo que sí. Y un día de otra cita apareció ella lujosamente vestida con vestidos caros, abrigo de piel y joyas y con las mil pesetas para devolverlas. En realidad era una condesa de no sé qué y que estaba profundamente enamorada de él. Que todo era una prueba de ver cómo era él después de conocerle y de haberse enamorado a través de sus letras en libros y prensa. El conde, marido celoso, se enteró y se armó gorda. Incluso estuvo convocado en eso de los duelos hasta que se cansó y abandonó cualquier relación con aquella chiflada.

  Si me hubiera tocado vivir en España en aquellos tiempos y sabiendo lo que sé hubiera seguramente pertenecido a la tercera España, pero a veces eso era también imposible, por las circunstancias o porque te mataran los de uno u otro bando. Y si me hubieran apretado más, entonces… entonces hubiera aborrecido todo lo que venía del mundo soviético. Cualquiera sabe cómo nos habríamos conducido en sus mismas circunstancias.

  En el año cincuenta y por lo que describe, parece a punto de morir. Debe tener un principio de enfisema pulmonar y a los dos pasos se tiene que parar agotado. Pero duró muchos más años. Aquí tengo pendiente sus Diarios comenzados justo después visto el gran éxito de público.

  No sólo no colaboró con los nazis sino que estuvo detenido por la Gestapo. Incluso asistió a un simulacro de fusilamiento. Lo interrogaron cientos de veces durante los setenta y tantos días que estuvo detenido. El Dr. Gregorio Marañón intercedió con él y con su influencia pudo salir en libertad. Cuando llegó a su piso de Madrid estaba desvalijado.

  Más que delator fue un delatado. Cuando lo detuvieron cuenta esta escena: “Salí entre dos policías que me habían arrestado y al cruzar de nuevo el portal vi con cierto asombro, entre los que estaban allí charlando y haciendo la guardia, a un boxeador francés que estaba casi todas las noches en el comptoir del Café Dòme, más o menos mezclado a los españoles que solíamos ir allí un rato antes de cenar. Él hizo como que no me veía y aun quiso disimular su rostro llevándose una mano a la boca”.

  La Historia se modifica constantemente. Se anulan calles, instituciones, se suprimen premios. Quizá algún día Ortega y Gasset o Gregorio Marañón sean aniquilados. Aún hoy, inexplicablemente hay universidades que tienen el nombre de Rey Juan Carlos I. César González-Ruano fue un premio que hace años fue disuelto. Una de las razones por las que la Gestapo lo detuvo está en que no entendían por qué se fue de Berlín teniendo un buen salario para irse a vivir a París sin ejercer de nada. Pero sí que hacía cosas. Cuando le preguntaban el motivo él respondía que le gustaba más París. Hizo un libro con veinte artistas españoles residentes en la capital francesa. Le dio por mercadear con el arte de sus compatriotas y se dio cuenta, como Trapiello mucho después, de que el valor, el precio más bien, es lo más relativo del mundo. Dijo que un cuadro de pongamos 10.000 dólares que llevaba dos meses sin vender se vendía sin problemas enseguida si lo subías a 20.000 y le dabas la charla “experta” de su valor.

  “En Madrid, el buen burgués tipo, el burócrata, no concibe la vida de sociedad con señoras, si ha de llevar la suya”.

  “Me decía Gabriel Miró, el pobrecito Miró, que la literatura nos da tantas cosas que sería demasiado perdirla que nos diera dinero”.

  Del Callejón del Gato sobre González-Ruano: “Sus memorias Mi medio siglo se confiesa a medias, es una verbena sagrada y golfa de la vida literaria de medio siglo XX y una riada de saberes raros, personajes peculiares y observaciones regocijantes”.

martes, 14 de enero de 2025

ME PIDEN QUE REGRESE. ANDRÉS TRAPIELLO.

  

  Andrés Trapiello es ya de sobra el autor del que más libros tengo. En la base de datos su apellido pasa de la pantalla para desarrollarse más abajo. He leído casi todos sus diarios, sus libros raros, sus ensayos y bastantes de sus novelas. Siempre lo digo: me gusta más el Trapiello diarista que el novelista. Algunas novelas me han decepcionado bastante. Ésta sin embargo le ha salido, como dice en su última frase, más que “decorosamente”. Como le dije en el muro de Face dedicado a él por sus lectores, sus diálogos, cortantes, incisivos, rápidos, me han recordado a los de Casablanca, recién vista a trozos, como siempre. Y la descripción de los personajes, sus retratos, me han recordado a los que empleaba Baroja en sus novelas, palabras mayores. Al final, en las últimas páginas, los personajes se hacen carne viva para convertirse en personajes reales, saliendo de la ficción y adentrándose en la historia profunda. Esa que es invisible hasta que no la rescata alguien. “Todas las vidas merecen su novela si se cuentan bien”. Algo así dice Trapiello no sin razón. Otro personaje que sale vivo en las páginas es Franco, pero no tan vivo como nos lo presentan cada día las autoridades oficiales de este gobierno. Cien, cien actos para conmemorar la muerte del dictador.

 

    Dentro de un diálogo: “Los rusos son los únicos que saben que la guerra civil la perdieron en el 39. ¿No pasarán? Hemos pasao. Y si eso lo sabe Celia Gámez, por supuesto que Stalin también. En Grecia Stalin ha dejado tirados a los comunistas a cambio de Polonia, y los Estados Unidos e Inglaterra han transigido con los comunistas en Hungría y Rumanía a cambio de que Rusia no se asome al Mediterráneo”. Cuando siendo un adolescente fui con la familia a una cena espectáculo de Celia Gámez aún no sabía nada de todo esto.

  “…desde luego que Churchill está más cerca de Franco, que era aliado de Hitler, que de Stalin, con el que acaba de reunirse en Yalta”.

  Otro diálogo estupendo: “-De arte no entiende nadie. No te apures –le tranquilizó Hughes-. Con decir “interesante” o “magnífico” o “no es lo que me interesa” todos se dan por satisfechos. Y en cuanto vean la alegría con la que gastas el dinero, te respetarán. Da igual lo que compres. El dinero hace bonito lo feo, y lo malo pasa a bueno. Al dinero se discuten pocas cosas, y menos en arte”.

  Son ideas que le he leído varias veces en sus escritos. Hay mucho de Trapiello en esta novela. Y estamos de acuerdo en claves históricas: “Sin 1934 igual no habría habido 1936”.

  “Un billete falso de cincuenta dólares son cincuenta dólares más la obra de arte”. Bien hecha habría que añadir. “Las gentes quieren ser engañadas”. Que se lo pregunten a nuestro presidente actual.

  “En España es una maldición no poder hablar tres minutos sin que aparezca la guerra. Incluso cuando la gente tiene que callarse, su silencio habla de la guerra”.

  Y una frase dicha por el protagonista que se parece tanto a la que hizo Marañón desde su exilio: “Cuando comenzaron a llegar las fotos del terror en Madrid me quedé espantado. El día que vi en los periódicos de allí la foto con las momias de las monjas profanadas y los milicianos vestidos de obispos y curas como en un carnaval, la República perdió la guerra, y, peor, perdió la razón”.

  De entre las novelas que he leído de él, esta es la que más me ha gustado. Pero, como dije también en el Face, espero con ansiedad la publicación de su nuevo tomo de sus diarios, el Salón de los Pasos Perdidos.