Este libro pertenece a la colección de quiosco que empecé sin acabar de la biblioteca ideal de Borges. El título en concreto pensaba que era de su estancia en el exilio de Buenos Aires pero no, Silverio Lanza fue un buen escritor de Madrid afincado en Getafe casi toda su vida. Y en efecto es un panegírico del gran Ramón hacia su amigo Silverio.
Como siempre los prólogos de Borges son una invitación al festín. “Nadie ignora que Gómez de la Serna dio conferencias desde el lomo de un elefante o desde el trapecio de un circo”. Continúa informando que nació en 1888. Yo tengo un libro de ese año y me da vértigo pensar que ese objeto querido tiene la edad de un gran escritor cada vez menos leído.
“Así se iban pasando las horas y el cenicero como una patera cineraria rebosaba lleno de las cenizas de nuestra muerte en la tarde”.
“Sentado en un ancho sillón tenía la actitud del hombre que tiene en las manos las tablas de la ley”.
Silverio ejerció, siendo un enorme erudito, de profesor de gimnasia. “tenía algo de esa tristeza de los gimnasios, a los que da cierto aspecto sepulcral su monotonía, su aburrimiento, y el cómo se deja en ellos enterrada estúpidamente la vida, el esfuerzo y las horas”.
Luego de estas alabanzas sigue una miscelánea de textos del propio Silverio que me ha dejado más bien frío. Sin más. A través de los años quizá consiga completar la colección. Eran 100 y debo tener 40.
No hay comentarios:
Publicar un comentario