domingo, 23 de junio de 2024

IGNACIO CARRION. DIARIO ULTIMO. 2016.


 

   Por fin leo el último diario leído de este importante periodista y escritor. Al menos para mí desde que leía sus buenos reportajes en diferentes diarios. Aprovechando la feria del libro de Madrid en El Retiro fui directo a la editorial Renacimiento, lo pedí y ¡lo tenían! Cosa que no siempre es fácil.

  Recordar que empecé por La hierba crece despacio, el tomazo de 1000 páginas que compré un poco con la mosca detrás de la oreja al ser su precio ridículamente bajo: 1 euro, en esa cueva de los milagros que es el Bookcenter. Es como el almacén de las oportunidades de ropa: si lo ves y te atrae, cómpralo. Me alegré porque me resultaron apasionantes. Empezó su diario cuando contaba veintitrés años y cuando sus padres lo envían a Viena para tratarse de problemas mentales. Me pareció muy bien escrito, descarnado, impúdico incluso, y sobre todo valientes. Desde entonces he querido leer toda su obra diarística[H1] : éste, el peor. Se nota que el editor ha querido estirar el chicle y ha juntado unas cuantas notas (pocas), algunas cartas, entradas de su blog, y, vergonzosamente, algunas repeticiones, calcadas, en las diferentes partes del libro, impropio de una editorial como Renacimiento.

  Este diario cuenta los últimos meses de su enfermedad. Fue fumador y bebedor toda su vida. Todo comenzó por un melanoma que se extendió a los pulmones, al hígado y finalmente al cerebro. Me ha gustado comprobar que todos, cuando estamos sanos, somos valientes pero cuando vemos el final cerca nos volvemos sensibles, atrapados a un final horroroso como es la nada. O quizá no, quizá sea esa la gran bondad del sistema: precisamente la nada. Ataques de llanto, ataques de ansiedad, insomnio, enfado, esperanza… y menos mal que tuvo la suerte de tener a una persona cercana y amorosa aparte de competente como su mujer Chus. “Por eso cuando pienso con cierta frecuencia que la muerte no es más que una vulgar caída en el sueño, creo estar en lo cierto”.

  El necesitaba anclarse a la vida, precisamente cuando la tenía pendiente de un hilo: “¿Escribir de qué? De cualquier cosa que me acerque a la vida. Una observación. Una anécdota. Una imagen ¡Vamos, aprovecha el tiempo que te queda! ¡Aprópiate de cuantos instantes van a pasar de largo!”

  A veces me exaspera y anoto cortes de manga en el borde de la página. Quizá se pase en la parte escatológica. No hace falta que nos cuente cómo de olorosos son sus pedos o cuán blandas son sus cacas. También se le nota una ideología un poco extremista. Decía sentirse, su generación, sexualmente reprimida por culpa del Caudillo y del Clero. Yo creo más bien, con Buñuel, que eso precisamente hacía más excitantes la cosa de la carne.

  En fin, que me lo podía haber ahorrado pero la inclinación de cerrar el círculo de un diarista comprometido con la verdad, con su verdad, era demasiado poderosa como para pasar de largo.


 [H1]

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