lunes, 27 de mayo de 2024

Paul Preston. EL ZORRO ROJO.


 

Para curarme de tanto experimento literario he escogido entre las decenas de pendientes la biografía de Santiago Carrillo que escribió el hispanista Paul Preston. Qué gran alivio. “Santiago Carrillo nació el 18 de enero de 1915 en Gijón, en el seno de una familia de clase trabajadora”. Qué placer leer algo con sentido, con información.

  Y leyendo el libro de Preston, El Zorro Rojo, descubro que a los hermanos Laín Entralgo les pasaba que uno era de un bando y el otro del otro: José era comunista y Pedro era falangista. También en los Machado, por qué no a nosotros mismos en nuestras queridas familias.

  También se constata qué se cocía en España en los años treinta. Largo Caballero animaba a una revolución violenta, a armar al pueblo para imponer la dictadura del proletariado mientras José Antonio Primo de Rivera repartía porras entre sus afiliados cuando iban a sus mítines. ¿Qué podía salir mal?

  Este libro lo compré por menos de cinco euros en la librería Book Center de las Rozas. Compré cuatro de un golpe porque por veinte euros, menos, me darán un montón de horas de placer y conocimiento. Y la vida de Carrillo es una vida de aventuras, de conflictos, de guerras y de un destino que nos habría de salvar a todos: haber contribuido a llegar a una Transición que nos salvó a todos.

  En la izquierda siempre han querido cosas distintas: “Habían compartido el deseo de expulsar a Alfonso XIII de España, pero cada uno tenía un programa diferente para el futuro”. Casi un siglo después y seguimos en las mismas.

  Largo Caballero. Cuántas perlas juntas. “El socialismo tendrá que acudir a la violencia máxima para desplazar al capitalismo”.

  “La responsabilidad general de los prisioneros recayó en tres hombres: Carrillo, Cazorla y Serrano Poncela”. “Supuso que le fuera achacada la responsabilidad de las muertes”. De Carrillo. “Serrano Poncela tenía en su posesión joyas robadas a los detenidos”.

  Apocalipsis. “Cuando los franquistas bombardearon Madrid con barras de pan blanco recién horneadas, los militantes de las JSU las quemaron en las calles”.

  Y la realidad aparcando siempre en la cercanía: “… la dictadura contaba con el apoyo de los imperialismos británico y estadounidense”. “Por eso mandó un escuadrón para que lo matara”. Carrillo para matar a un comunista no alineado.

  “El príncipe Juan Carlos le pidió seis meses para iniciar el cambio político”.

  “Contra Franco vivíamos mejor”. Que se podría traducir en estos tiempos como “contra el PP o el PSOE vivíamos mejor”.

  A finales de octubre, por iniciativa del PSOE y con la abstención del Partido Popular, se propuso bautizar una calle madrileña con su nombre. Viva la ley de la memoria coja.

  Fumó sin parar toda su vida. Decía que tomaba una aspirina diaria. Eso y su naturaleza indestructible le hicieron vivir, si acaso, más de lo que hubiera merecido.

martes, 21 de mayo de 2024

ANTONIO LOBO ANTUNES. YO HE DE AMAR UNA PIEDRA.

  

    Estoy muy enfadado con Lobo Antunes. Siempre he tenido en gran consideración a este escritor portugués. Lo había leído en muchos artículos, reportajes, entrevistas, aunque libros lo que se dice libros, sólo había leído En el culo del mundo, sus impresionantes memorias de cuando estuvo en la guerra de Angola. Da igual, siempre me ha producido simpatía e interés. El caso es que hace unos meses en una de mis vistas al Rastro lo vi en una mesa y vi una edición en Mondadori y un precio de tres euros. Yo he de amar una piedra. Me lo llevé. Ya le tocaba su turno. Más de quinientas páginas. Del 2005. Antunes pretende despojar el relato de todo lo que no sea el estilo. Se marca una floritura, un más difícil todavía, un a que no te enteras de lo que te estoy contando. No saben estos autores cuántos amantes de su obra la abandonan para no volver nunca más quizá. Como un pintor que solo le da importancia al color y embadurna el lienzo sin orden ni concierto. O quizá con un orden poco respetuoso con el lector. Antunes me ha faltado al respeto. En muchas ocasiones lo he maldecido. Todo el rato dándole otra oportunidad. Un día dedicado a desentrañar el qué, a empujar la pesada puerta sin apenas poder meter la punta del pie. Pero al final aceleraba. Daba igual dónde frenara: siempre el mismo estilo escondido detrás de una vieja o un árbol o una tristeza. Ni un subrayado, ni una colina en la planicie del mar de estilo.

  Se supone que las historias sin sentido han salido de su consulta de psiquiatra en Lisboa. Las mujeres que le visitan le cuentan siempre lo mismo: sienten tristeza, un dolor en el pecho, insomnio, y parece burlarse de ellas. Todas con lo mismo. Y saca dolores de familias. La falta de amor de sus padres. La falta de amor de su primera mujer. He recorrido sus páginas a toda velocidad. Mucho más oculto que el Ulises de Joyce.

  Nada más. La próxima vez que tenga una obra de Lobo Antunes en las manos la estudiaré bien. Si se parece sólo un poco a esta novela fallida (para mí) la dejaré en su estante aunque valga un euro, aunque sea gratis.

lunes, 20 de mayo de 2024

TEODORO LEÓN GROOS. LA MUERTE DEL PERIODISMO.

  

  Asistí a la presentación porque Juan Soto Ivars, al que sigo en prensa y X, lo había anunciado. Una charla presentación sobre la crisis del periodismo… no me lo podía perder.

  El evento era en una librería del barrio de Salamanca. En la calle Serrano. Llegué con tiempo y me tomé un café en una cafetería de al lado. Gente muy puesta, que olía a conservador. También olía bien a café del bueno. Luego en la librería ojeando. Una sección sólo de libros cristianos. Biblias de todos los colores, biografías de santos, vitrinas con cálices y objetos eclesiales.

  Fueron llegando los protagonistas y el público. Unos cuarenta, muchas de caras conocidas, periodistas a los que he visto por ahí en las redes.

  Tomó la palabra Juan Soto. Hablaron un poco de cómo va evolucionando el periodismo: mal. Luego el turno de preguntas. Un tipo no paraba de cerrar la pregunta y Soto le tuvo que llamar la atención. Le cortó la palabra. Cuánto ego suelto. El cáncer del periodismo a mi entender era inevitable. Si te dejas financiar por el poder estarás a merced de él. Y si no te financias por el poder, mueres porque la gente cada vez lee menos periódicos. A la gente joven les pregunto por algunos periodistas, de los famosos: no saben nada. ¿Leer artículos? Lo ven algo anticuado, de viejos.

  El libro de Teodoro se lee bien. Se le nota su labor en la universidad desde hace años. El subtítulo: “Cómo una política sin contrapoder degrada la democracia”. Esitorial Deusto. 358 páginas.

  Sus capítulos comienzan todos de la misma forma, o más bien de forma parecida: “Un político sabe, o debería saber…”, Cualquier político sabe, o debe saber…”. Y claro que saben, lo saben demasiado bien. Al igual que contra los sindicatos, el poder ha sabido vencerlos. Y para eso nada mejor que regarlos con dinero público.

   Hemos entrado en la era de la discordia y el periodismo es uno de sus mecanismos. “Trump ha sabido utilizar muy bien la polarización, tan unida al populismo para la creación del enemigo que dé sentido a tu causa”. ¿Acaso no es lo más parecido a lo que hace Sánchez? El periodismo ha perdido el valor de la verdad. Antes lo que se publicaba tenía la certeza de un artículo en el BOE, ahora se parece mucho a la opinión.

  Un párrafo demoledor: “la dependencia creciente del entramado financiero, con la absurda creencia de que el lector no percibe nada de eso”. Claro que lo percibimos. Cuando me fue a firmar el libro le dije mi nombre. Me preguntó si era periodista. Le dije que no, que era lector de prensa y de libros sobre periodismo, quizá el eslabón más importante.

  “No existe el debate argumental, sino el tam-tam de la tribu”.

  Gramsci: “La realidad está definida con palabras. Por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad”. “No importa que sea verdad, importa que sea aceptado como verdad; de modo que basta con que resulte verosímil”.

  En esto Sánchez es un maestro: “Si quiere mantener en secreto una información, inunde de datos menores a los medios”.

  El punto 8 del decálogo del buen periodismo: “La objetividad es imposible, pero la imparcialidad es alcanzable”.

  En fin que me ha gustado mucho y he aprendido más. Casi al final del libro: “El consultor Ignacio Varela se suma a la idea de que en los medios ya no hay periodistas, sino soldados”.

  “Para Herminio, que mantiene aún la fe en el periodismo “imposible” de siempre. Teodoro León Gross. No sé yo. En todo caso los sigo admirando, aunque sea sólo a algunos.

jueves, 16 de mayo de 2024

VELÁZQUEZ. JOSÉ ORTEGA Y GASSET.

 

  Este es uno de los dos libritos de la Revista de Occidente que le compré a las ancianitas de la librería solidaria de Moncloa. Tres euros el ejemplar. Este más grueso que el de Goya. Sin embargo me ha gustado menos. Se ve que es un refrito de artículos publicados aquí y allá. De conferencias dadas para sacarle brillo a su oratoria y puesta en escena. No, no me ha gustado tanto. Aunque siempre sea un seductor. La edición es del año 1968. Yo tenía seis años y el librito parece nuevo recién sacado de la imprenta. Por cierto y hablando de años, Velázquez ya estaba muerto con mi edad. Murió con sesenta y uno. Pintó poco pero pintó como el mejor.

   Con 23 años fue llamado desde Sevilla para servir al rey. Y no sólo lo hizo como pintor sino también como consejero o asesor o enviado especial. Acompañó a la delegación que había de llevar a la hija del rey a casarse con el rey francés en la isla de Faisán en el río Bidasoa.

  Y habla de su obra, cómo no. “Las Meninas, donde un retratista retrata el retratar”. Entre medias el escritor filósofo filosofea: “Siempre habrá una cierta inadecuación entre lo que en la mente teníamos y lo que efectivamente decimos”. También habla de arte en su tiempo, en el tiempo de Ortega, como cuando recuerda que en el Bellas Artes apareció un cuadro absolutamente negro intitulado: Lucha de negros en un túnel.

  Más filosofeo: “El ser del hombre hace que este sea inexorablemente, a la par, preso y prisión”. Esto se ve claramente cuando el hombre ha perdido sus cualidades físicas y mentales. Mi padre en la última etapa de su vida. Y poco más puedo decir. Bueno, añadir que quizá el arte sirva al ser humano para sacudirse, aunque sea levemente, toda la vulgaridad acumulada durante milenios. Miles de toneladas de una atosigante vulgaridad.

lunes, 13 de mayo de 2024

MANIAC. BENJAMÍN LABATUT.

  

  Este es para mí un autor misterioso. Para lo que escribe es terriblemente joven. En la foto de la solapa es terriblemente guapo pero en su semblante está muy serio. Si te pones así para un libro imaginemos cómo para afrontar algo más grave. Porque aunque en las promociones llamen a esto que escribe “novela” para mí es pura divulgación científica. Labatut habla todo el rato de ciencia o de científicos.

  En su otra “novela”: Un verdor terrible, Labatut hablaba de los adelantos humanos para matar a otros seres humanos. En esta, también.

  El científico que nos lleva de la mano es von Neumann: llevó las bases de la mecánica cuántica, ayudó en la bomba atómica, desarrolló la teoría de los juegos y las bases de la primera computadora moderna. Y luego, en el último capítulo nos enseña el juego asiático del Go. Ese tablero de 19 por 19 en la que un jugador tiene un montón de fichas negras y el otro blancas.

  “vivir así me enseñó una verdad humana esencial, algo que aprendí de jovencita y que nunca olvidé: se puede bailar incluso cuando el diablo está llamando a tu puerta”. Lo dice una mujer que vive en Hungría cuya familia se está forrando por la guerra. Que se lo pregunten a la familia de la película La Zona de Interés.

  Y he aquí la declaración de un maestro dando clases a un von Neumann jovencito: “Cuando lo llamé, caminó hacia la pizarra y escribió una demostración completamente deslumbrante. En un segundo. Sin esfuerzo,. Sin pensar. No podía creerlo. ¡Años! Todos mis años de trabajo borrados en un segundo. Y eso que hizo… era tan hermoso, tan elegante, que recuerdo haberme preguntado a mí mismo: ¿Qué es esto? Este chico… ¿Qué clase de chico es?”.

  A Neumann “lo tomó solo cuatro años obtener un título de ingeniero químico y un doctorado en matemáticas. Se graduó summa cum laude casi sin ir a clase” Mucho más de lo que consiguió Enstein.

  Tipos lógicos y estrafalarios. No extraña que muchos, casi todos, estuvieran tocados del ala. “las primeras 762 páginas de su colosal tratado, Principia matemática están solo dedicadas a probar que uno más uno son dos”.

  Filosofía de un sabio: “Los dioses son una necesidad biológica, tan indispensable para nuestra especie como el lenguaje o los pulgares oponibles”.

  “Cómo es que había sido capaz de contemplar y proponer, con absoluta ecuanimidad, la matanza de millones de personas producto de un ataque nuclear preventivo contra la Unión Soviética, y sin embargo no podía enfrentar su propia muerte con un mínimo de calma y dignidad”. Donde va a parar: la diferencia de nuestra propia muerte con la de los demás. “El progreso no tiene cura”.

  “los animales solo sienten el dolor y el placer en el presente; sus penas y glorias son puras y absolutas, brotan y se desvanecen en la corriente del devenir sin dejarlos atrapados en la cadena de sufrimiento que ata a todos los seres humanos”. Cuántas veces habré dicho esto con otras –más pobres- palabras.

  Maravilloso leer los libros de Labatut, este terriblemente atractivo escritor de libros sobre ciencia, sobre la muerte.

  Lo compré en una librería física cerca del Rastro. Frustrado al no encontrarlo en las mesas habituales. El tipo me dijo que era el último y que era uno de los más vendidos.

martes, 7 de mayo de 2024

DAVID JIMÉNEZ. EL DIRECTOR.

 

  Debo confesar que pocas veces he visto el programa que tiene los jueves Iker Jiménez en TV pero hace unas semanas hubo un coloquio que me resultó más que interesante. Trataba sobre la relación de la política con la prensa. La relación entre la prensa y el poder, entre la prensa y la libertad y entre la prensa y el dinero.

  Estaban invitados, aparte del presentador, otros dos Jiménez: Miquel, latigazo de los indepes y ex legionario y el autor de este libro.

  Me resultaron tan atractivos los comentarios sobre su libro que al día siguiente fui corriendo a la librería. Iker ya adelantó que sus ventas subirían y yo no lo dudé. De hecho veo que tiene ya 12 ediciones. De momento.

  Uno se entera de muchas cosas. Es un libro en el que sabes el final, pero no te importa, como las buenas novelas negras en las que desde el principio se sabe quién es el asesinado y se nos presenta el asesino. ¿Por qué? Porque nos falta lo esencial: por qué pasó todo así y nada más que así.

  David Jiménez fue un corresponsal que estuvo en varias partes del mundo, sobre todo en Asia. Estuvo durante dos décadas, pero cuando por esas cosas de la vida fue nombrado director de un gran diario de tirada nacional, supo que eso era más duro que cualquier país en guerra.

  En 2015 fue nombrado director de El Mundo, después de las tormentas que llevaron a su fundador Pedro J. Ramírez y a su sucesor García Abadillo al despido. Posiblemente uno de los menos probables. Por sus trayectoria y por su forma de ser. Vino a salvar el diario dándole un empuje audiovisual y se encontró con una corte en la que pasaban las mismas cosas que en una corte real. Intrigas, envidias, celos, frustraciones y traiciones.

  “Hacía 18 años que no ejercía el periodismo en mi país, pero habían bastado unos días para entender que algo fundamental había cambiado en mi ausencia. El poder había dejado de temer a la prensa y ahora era la prensa la que temía al poder”.

  En una de sus discusiones con el “poder” enarboló esta frase, para mí fundamental para entender su forma de ver las cosas: “-Un periódico independiente es para un Gobierno como su departamento de Asuntos Internos gratuito”.

  Se fue creando enemigos en todas partes. Se metió con la derecha, la izquierda, el rey y la casa real al completo. Es decir, no se casaba con nadie. Por eso le fue mal. Pero me ha llamó la atención una frase suya, para que se dé cuenta uno de qué va el percal:

“En mi vida solo he conocido un político completamente honesto y ese fue Manuel Fraga. Todos cobraban su parte”. Esta frase fue dicha en petit comité por Bárcenas. Con esto está dicho todo.

  La forma de leer prensa ha ido cambiando a través de los años. Nunca olvidaré la sensación que tenía cuando iba los domingos por la mañana y me traía una bolsa con el periódico grueso, los suplementos y el cucurucho con los churros. Una mañana de felicidad por delante. Leyendo noticias con fondo, reportajes en profundidad, historias, reseñas de libros, ay! Cuando hacíamos caso a las reseñas y las desilusiones que a veces nos llevábamos.

  “Los estudios de mercado eran deprimentes, porque demostraban que a muchos lectores de prensa no les importaba la calidad de la información o su rigor, sino que el diario reforzara sus creencias y posiciones”. Esto se ve a hora más claramente en el twiter. Los algoritmos nos hacen empatizar más con nuestras convicciones. Con los “gustas”, los seguidores, comentarios, nos hacen un mapa de cómo somos. Somos el resultado de las lecturas y de lo que escuchamos en los líderes que seguimos. Pero también he hecho la siguiente reflexión: si la prensa que ahora no podemos leer porque son de suscripción no la leemos, la que sí leemos comenzará a influenciarnos cada vez más. Así yo mismo he pasado de ser un convencido de izquierdas a ser un rechazador de todo lo que venga de ahí. Digamos parecido a lo que siente un fumador que ha dejado de fumar.

  Y una frase que me ha resultado familiar de todas las veces que yo la he enarbolado en una discusión sobre política: que Podemos dio con el diagnóstico pero que se equivocó con la solución. “El problema era que la mayoría de las soluciones que proponía estaban sacadas de viejos manuales comunistas que habían empobrecido todos los lugares donde se habían aplicado”.

  En fin, un estupendo libro sobre periodismo que me ha hecho interesarme más por su autor. Próximo objetivo: sus Diarios del Opio.

jueves, 2 de mayo de 2024

OLGA TOKARCZUK. LOS LIBROS DE JACOB.


 

  Debo confesar que me costó decidirme leer este libro, pero un comentario de Juan Claudio de Ramón de cuyos escritos he disfrutado mucho, lo recomendó en su twiter. En realidad dijo que había leído unas cien páginas y que le estaba sorprendiendo. Lo había tenido en las manos algunas veces pero el precio, carete, y las páginas, 1063, me echaban para atrás. Sin embargo lo busqué y vi que cerca de casa alguien lo vendía por un tercio, y estaba nuevo. He tardado diecisiete días en leerlo. A ella ocho años escribirlo.

  Al principio me costaba creer que alguien de ahora fuera capaz de realizar tamaña obra. Busqué quién era: una joven escritora polaca ganadora del premio Nobel en el 2019 correspondiente al 2018. Y digo joven porque nació en el mismo año que yo.

  El libro cuenta la historia de un personaje que parece sacado de un cuento de las Mil y una noches, o de la Biblia o de un tratado oculto en una biblioteca de un monasterio ortodoxo olvidado. Pero es real. Cuenta la historia de un profeta, de un Mesías, de un iluminati que vivió en el este de Europa en el siglo XVIII y arrastró consigo a varios cientos de personas que esperaban algo sobrenatural de él. Sus seguidores practicaban el sexo entre ellos y él, Jacob Frnak, podía tener sexo con quien quisiera. Practicaban ritos orgiásticos y bacanales porque decía que así podrían alcanzar mayores niveles de santidad. Por aquí, en el Siglo XXI se acaba de anunciar unas joranadas de música bajo el reclamo de “Si nos organizamos follamos todos”. Siempre ha sido un reclamo el sexo para sacar tajada.

  Estuvo relacionado con nobles y reyes. Fue perseguido y protegido por toda clase de personas.  

  Contiene observaciones con las que no se puede dejar de estar de acuerdo: “Opina que la mayoría de la gente es estúpida y que es la estupidez humana la que llena el mundo de tristeza”.

  Las prácticas de justicia entonces eran pelín crueles: “Seis fueron condenados a desmembramiento, en cambio uno- puesto que en el último momento abrazó, junto a su mujer e hijos, la sata fe católica- fue condenado a un castigo más leve: tan solo le cortarían la cabeza”.

  Dedica una página (540) a la capacidad de algunas personas para tener un liderazgo natural. Jacob lo tenía de sobra. Era capaz de inclinar cualquier tipo de voluntad, viniera de donde viniera.

  Debo confesar también que en algunas ocasiones he estado tentado en abandonar la lectura: demasiados nombres polacos. Demasiadas vías principales y secundarias, demasiados vericuetos, demasiadas páginas. Éstas van numeradas hacia atrás en homenaje a los libros hebreos.

  En fin, que me ha gustado, es un verdadero prodigio, pero a partir de ahora me pensaré el abordaje de un libro tan denso, ¡tan gordo!