martes, 14 de marzo de 2023

RAFAEL CANSINOS ASSENS. LA NOVELA DE UN LITERATO.

 

  Ya cuando salió tuve en las manos este precioso libro editado por su hijo Rafael M. Cansinos de la editorial Arca. Había leído o escuchado infinidad de veces elogios sobre esta monumental obra. Cuando se editó Las máscaras del héroe, de Juan Manuel de Prada, y a la que tantas veces han acusado de casi un plagio, la entrada en Las Armas y las letras de Trapiello, en la que su voz se apagó durante y después de la contienda ganándose la vida con sus estupendas traducciones. El empujón que quizá me decidió fue la entrevista en Objetive de Juan Soto Ivars donde ponía este libro entre lo mejor que ayer hoy y siempre se puede leer. Así, a los pocos días del pasado mes de diciembre lo vi en El Corte Inglés, un solo ejemplar, lo cual lo hizo más irresistible, y lo compré dejándome en el asunto casi treinta y seis euros de la tarjeta recién estrenada.

  Aparte de los grandes nombres de escritores contemporáneos también desfilan por estas páginas infinidad de otros poetas pobres, hampones, tipos medio locos y buscavidas en este Madrid de principios de siglo. También, como Trapiello en sus libros habla de libros y de libreros pitando unos paisajes que bien podría haberlos firmado éste o aquél indistintamente, como cuando habla de un librero de la Ronda de Atocha: una semblanza de Bataller, que podría ser la de ese librero de viejo de Moyano que lleva décadas trasegando con libros viejos: “Bataller está efectivamente leyendo, va por lo menos con un libro en la mano. ¿La nostalgia del breviario? –Iba para cura- Nunca deja el libro y cuando alguien lo interpela, se guarda el libro debajo el sobaco como quien se pone la pluma en la oreja. Y terminado el diálogo, vuelve a sacar el libro y a abismarse en su lectura”. Luego sigue contando que muchas veces un posible comprador le llevaba para cobrar algún elegido y otras tantas les decía: “no, ese libro es valioso, es para mí”. A lo que el comprador le decía: “¿y para qué los tiene ahí?”. “Hombre, un Ovidio, no se puede vender un Ovidio”. Cuando se daba cuenta que muchos se los robaban alzaba los brazos al cielo y exclamaba ¡oh, la maldad de los hombres!

 “Armando Palacios Valdés. El autor más leído de todos. 10.000 ejemplares, 10.000 pesetas al contado”.

  Cosas de la historia: “El rey se ha echado en las manos del general para evitar siguiera adelante el expediente Picasso”. Y pone al dictador de “calavera, bebedor, jugador y putero, y tramposo insolvente”.

  Expresiones que dan lugar a risa, como cuando relata lo pesado y puntillista que es un tipo que se las da de erudito: “es uno de los que le cuentan los pelos del culo a Cervantes”.

  Cosas de los grandes escritores, de JRJ: “Tengo mi público, la minoría selecta. El vulgo no me importa”.

  En más de ochocientas páginas apenas he visto una errata: “ese hombrecito minúsculo, cretino como un indio de las Indias”. Yo creo (nunca asegurar nada del todo) que habría que poner cetrino.

  Pasa a veces que uno lee cosas que preferiría no haber leído. Cuenta una escena en la que aparece Chaves-Nogales de quien, cómo no, tenía yo una imagen inmejorable. Pues al parecer era un jeta que salía de los sitios sin tan siquiera hacer el amago de pagar.

  Por las páginas desfilan muchos escritores que se ganan la vida como pueden. Un novel le pide a Rafael publicar unos versos de su autoría para darse a conocer. Éste le hace el favor y cuando el joven se ve “impreso” tiene una alegría inmensa. Luego pretende cobrar pero el director del periódico le dice: “El poeta no debe cobrar…, el poeta se forja en el dolor”.

  Un tal Cubero que raja de Ortega y Gasset. “No sabe una palabra de filosofía. Es un simple traductor del alemán. Que si Hegel dice esto…, que si Bergson dice esto otro…-y usted, amigo, ¿qué dice?”.

  El tipo te va llevando de la mano a todo tipo de escenarios. A las tertulias de Carmen de Burgos, Colombine, donde se da cita lo más granado del periodismo y la poesía en Madrid. O te lleva a una entrevista con el representante de los Rostchild en España el cual le pide descaradamente que le haga de negro, a lo cual Cansinos se niega. O te hace retratos instantáneos de grandes personajes, con sus comparaciones y todo: “Blasco es un grueso diamante de bisutería; Galdós, una perla auténtica de brillo discreto y profundo”. Cuántas cosas con tan pocas palabras.

  El episodio que cuenta el suicidio de Felipe Trigo de un disparo en su despacho de Ciudad Lineal es inmenso. Se lo pegó en la sien y aun cuando entraron pudieron escucharle unas palabras de disculpas. Llevaba un tiempo sableando a unos y a otros para grandes y variados proyectos, pero el grifo del crédito lo tenía ya seco. En definitiva, pasamos un día inolvidable en la ciudad del Turia o de su fantasma.

  En cuanto a la postura de los intelectuales me entero que Concha Espina escribía para el diario gubernamental de la dictadura del general Primo de Rivera, La Nación: otro campechano mujeriego, bebedor y pendenciero. Cuando se lo reprocharon ella se defendió diciendo que era una escritora profesional y que se prestaba a quien le pagara mejor. Fue una firme candidata al Nobel “El escritor vive de su pluma y puede aceptar cuantos ofrecimientos se le hagan”. En Madrid tiene una de las calles más importantes: La Avda de Concha Espina, aledaña al estadio Santiago Bernabeu. Cuando lo leí me acordé de la realizadora Leni Riefenstahl que se limitó a darle un aspecto estético, creativo, profesional, al régimen del III Reich. Cuando todo el chiringuito se vino abajo cogió sus bártulos y se fue a África a fotografiar a bellísimos nubios, generalmente en pelotas.

  Un magnífico libro bien editado con el amor de su hijo. Que por cierto, por las fechas, nacido en el 53, debió engendrarlo con setenta años. Cansinos murió en Madrid en el 64.

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