miércoles, 25 de mayo de 2022

GUERRA Y VICISITUDES DE LOS ESPAÑOLES. JULIÁN ZUGAZAGOITIA.


  Este libro será uno de los últimos que vendió la librería Pérgamo antes de su cierre en enero de este año. Sé por la prensa que la ha comprado un antiguo cliente del barrio y que se va a reabrir pero no creo que sea ya lo mismo. A pesar de que eran los últimos días y que ellas me dijeron que se habían llevado los libros a montones, aún quedaban libros como éste. Es un voluminoso de Tusquets de más de seiscientas páginas. Tiene en el canto de las páginas una pequeña gota de sangre en forma de admiración. Como con el otro que compré, me dijo que pusiera yo el precio: el pescado, me dijo, estaba ya vendido. Cinco euros.

  Zugazagoitia nació en Bilbao en una familia socialista, socialista él mismo desde joven y director de El Socialista en la guerra civil. Fue asimismo Ministro de Gobernación y secretario general del Ministerio de Defensa. Mala cosa y mala suerte. Desde el exilio fue entregado por la Gestapo y fusilado en Madrid en noviembre del año 40.

  El libro se lee bien. Confiesa al principio que él no es historiador y sí periodista. Con lo cual esta es la confesión de primera mano de un periodista de primera línea, frecuentador de las principales figuras de la contienda.

  En la última entrada de Las Armas y las Letras de Trapiello se cita a este ibro y lo hace con el calificativo de “imprescindible”. Lo suscribo. Porque no es otro panfleto escorado y tiene datos que no sabía sobre las bondades y maldades de uno y otro bando.

  “No hay peor enemigo del español –y de lo español- que el español  mismo”.

  “El general Núñez del Prado hombre resuelto y militar de absoluta confianza, fue enviado de Madrid a Zaragoza con la esperanza de que, influyendo en el republicanismo de su colega Cabanellas, que lo recibió normalmente comunicándole que estaba detenido”.

  “…habían presenciado cómo un coronel de la Guardia Civil, de cara a sus tropas y rodeado de oficiales, antes de darles la orden de entrar en fuego, desenfundó su pistola, se la arrimó al parietal y se quitó la vida. Sin una palabra, sin un gesto, con la sobriedad de quien cumple un rito conocido y habitual”.

  Otra forma de ver las cosas: “Moscardó se nos aparecerá siempre a los españoles como un héroe atrincherado en hijos que no son suyos, en mujeres que no son su madre, su esposa ni sus hermanas. Su heroísmo andará, por eso, muy cerca de la infamia”. Me pregunto qué habría pensado si se hubiera atrincherado con sus hijos naturales, su madre, su esposa y sus hermanas.

  “Un detalle impresionó al general. Desenfundó su pistola pensando en hacer una obra de caridad. Un hombre, con las dos piernas seccionadas, el torso abierto con diez fuentes de sangre, se incorporó y dio, rugiendo, varios pasos, para derrumbarse muerto…”. No sé las piernas pero aquí se le fue la mano.

  Unos milicianos antes de fusilar a José Antonio Primo de Rivera “¿Verdad que vosotros no queréis que yo muera?”

  “-Déjenos en paz! Necesitamos cumplir lo que nos está ordenado. No sabemos si eres bueno o malo. Sólo sabemos que tenemos que obedecer”.

  “El único beneficiado con su ejecución fue Franco, que, con juicio de Dios o de los hombres, se iba quedando sin competidores”.

  “Divulgaban con horro los primeros excesos republicanos y ocultaban cuidadosamente los cometidos por los militares”.

  “Prieto dictaba su correspondencia, que, al mediodía y a la noche, firmaba, cuidando de la puntuación”.

  Muy bien. Libro leído en dos semanas con gran provecho a pesar de encontrarse la casa en obras. Desde ahora podré rebatir ciertas cosas desde el lado puramente socialista.

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