lunes, 2 de mayo de 2022

GALLIPOLI. ALAN MOOREHEAD.


   Durante años he querido tener este libro. En alguna parte que ahora he olvidado, leí una reseña sobre esta batalla y quise tenerla. Así, cada vez que iba de librerías veía en la sección de las librerías de la IGM miraba por si acaso. Nunca tenía éxito. Pero un día en walapop vi que un tipo lo vendía, y no solo eso: también vendía un buen montón de otros libros relacionados con la temática militar. El caso es que quedamos en el centro de Madrid y se lo compré junto al de José María Reverte de la División Azul. Creo que ya lo conté cuando hice la nota de este libro y por tanto no me extiendo más.

  Moorehead es australiano y estuvo de corresponsal en la IIGM donde se ganó fama de ser un gran reportero de guerra, dicen que uno de los mejores. Dentro que es historia, consigue imprimir en su narración la tensión propia de una novela de intriga. Cuenta detalles en apariencia insustanciales que sin embargo sirven al lector para hacerse una idea de lo tremendo de aquellos meses en el estrecho de los Dardanelos. Miles y miles de hombres, franceses, británicos, turcos, alemanes, australianos, neozelandeses, entre otras nacionalidades, fueron a defender, unos, y penetrar, otros, tan peculiar zona geográfica.

  Terrible la guerra. A veces he pensado que el ser humano está condenado a vivir en guerra y que la paz no es sino una preparación para ella, para la guerra, y que nosotros, los nacidos en los cincuenta, sesenta, nos íbamos a librar milagrosamente de vivirla. Después de hablar del poeta Rupert Brooke, un tipo apuesto, el “más hermoso joven de Inglaterra”, nos recuerda una entrada del diario de Ian Hamilton, otro poeta-general: “Una vez por generación un misterioso deseo de guerra se apodera de la gente. Sus instintos les dictan que no hay ningún otro modo de progresar y de escapar a modos y costumbres que ya no son adecuados”.

  “Sólo mediante intensos sufrimientos pueden las naciones crecer, del mismo modo que una serpiente debe deshacerse angustiosamente de la que otrora fue bella piel, pero que ahora se ha convertido en una camisa de fuerza”.

  Da un poco reparo decirlo pero me lo he pasado bien leyendo este cúmulo de horrores que les costó la vida a un buen puñado de miles de soldados. El estrecho siguió allí, se enterraron a los muertos, se llevaron a los heridos y poco a poco se fueron yendo el resto. Los vestigios se los llevaron y poco a poco todo volvió a ser como antes. Churchill volvió  al primer plano y Kemal se convirtió en un héroe para los turcos.

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