Cuando llevaba unas cincuenta páginas leídas
de las casi novecientas anoté: “Llevo solo unas pocas páginas de FyJ. Ya sé que
será uno de mis mejores libros. Lo sabía: Es el que me quedaba de los grandes.
Con esa temática parecida. Bueno, dos. He leído Madame Bovary, La Regenta, Ana
Karenina, Pepita Jiménez, ahora éste, y me queda también Los Maia, de uno de
los grandes, vecino portugués: Eça de Quiroz”. Ahora terminado de leer pienso
lo mismo pero sin exageraciones. No digo ya lo que decía Trapiello y que anoté
también: “Dice que no es mejor que El Quijote, pero tampoco peor”.
Una
frase para definir al Juanito Santa Cruz, el Don Juan del momento: “Juanito
acabó por declararse a sí mismo que más sabe el que vive sin querer saber que
el que quiere saber sin vivir”.
“Porque si Juanito Santa Cruz no hubiera
hecho esa visita, esta historia no se habría escrito. Se hubiera escrito otra,
eso sí, porque por do quiera que el hombre vaya lleva consigo su novela; pero
esta no”. Una parte de esta frase, como en un frontispicio de la habitación de
un Montaigne, va siempre con cada tomo de los Pasos Perdidos de los diarios de
Trapiello.
“Daba dolor ver las anatomías de aquellos
pobres animales, que apenas desplumados eran suspendidos por la cabeza,
conservando la cola como sarcasmo de su mísero destino”.
Las imágenes como esta se suceden en esta
obra inmortal. Es el espacio para poder subir a la casa de uno de los
personajes principales, cerca de la Plaza Mayor. Uno puede oler y sentir esa
algarabía de animales y porquería. Y luego dicen algunos que tiempos pasados
fueron mejores. Ahora como todo el mundo sabe los pollos se hacen en el
Mercadona.
Una novela de las grandes, de las de amor,
infidelidades, líos amorosos que era lo que de verdad le gustaba a Galdós, como
decía Trapiello. Otro capítulo más. Ahora, como dijo un amigo lector
empedernido como un servidos, ya no puedo decir: “qué suerte que tengas aún
pendiente la lectura de Fortunata y Jacinta. Pues eso.
“Y siendo el amartelamiento de losnovios
bastante empalagoso, aél le parecía que todavía se quedaban cortos y que debían
entortolarse mucho más”.
Después de buscar durante meses una buena
edición que pudiera ser leída por mí –no quería quedarme ciego-, encontré esta
de la editorial Círculo de Lectores en El Rastro. Una edición intonsa en dos
tomos imitando al lujo barroco. Todo pura fachada. A las primeras cogidas el
lomo se descuajeringó y sonaban las tripas como si le estuvieran abriendo en
canal. No sé cómo esta novela no tiene una edición de esas que llaman príncipe.
Parece mentira. Puede ser que los responsables se digan que nadie o poca gente
va a echarse a los ojos una novela gorda del XIX. Pero ya que subvencionan
cacas todos los días podrían ayudar a preparar una buena edición de esta obra
inmortal. Yo solo por tenerla la compraría.
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