Con este autor he tenido una experiencia
amarga a lo largo de los libros que he leído de él. Me gustaron muchísimo los
primeros pero cada vez que me hago con uno me parece peor. Siempre atendiendo a
la visión subjetiva de uno mismo, por supuesto. En la contraportada de esta
edición de Alianza dice que es la “cima de la labor creadora”. Dice que es un
prodigioso edificio literario a la vez que un valioso testimonio sobre la
España de la primera mitad del siglo XX. A mí no me ha gustado. Ya me lo
imaginaba cuando supe que era el protagonista un niño. Qué poquitas veces me ha
gustado algo visto desde la altura enana de un niño; no sé porqué. Si acaso
algo de Hermann Hesse y poco más. Nunca Las Cenizas de Ángela que me parecieron
como un catálogo de noticias desastrosas del telediario de Telecinco.
La obra es claramente autobiográfica sabiendo
que eso no existe y menos cuando uno le da una forma novelesca. Utiliza en
cambio el truco de que quien le cuenta la historia es un oficial de la
República en el campo de refugiados de Arlés. Le deja un enorme manuscrito y
luego se muere. Otra de las protagonistas es Valentina, cuya actriz en la
película ha muerto hace poco, no demasiado mayor. Como yo más o menos.
Es novela novela. No he subrayado ni una línea.
Eso es malo en un libro mío. Siempre encuentro algo: una reflexión acertada, una
escena escabrosa, un dicho lleno de ingenio. Pero nada, no he encontrado nada.
Una novela de iniciación en el que el hombrecito va descubriendo el mundo y los
mayores se lo ponen difícil. Quizá sea una novela para leerla muy joven. Estilo
El Jarama de Ferlosio o Edad Prohibida de Luca de Tena.
Es una pena porque Sénder siempre había sido
sinónimo de divertimento, calidad y satisfacción. Ni que decir tiene que no voy
a leer los siguientes dos volúmenes que contienen las siguientes seis novelas
que la continúan. Esperaré a alguna cosa sobre reportajes, o, esta vez sí,
crónicas, etc.
Seguimos.
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