Después de leer el libro de conversaciones
con Peñuelas tenía tantas ganas de seguir leyendo cosas de Sender que en el
Rastro pregunté por sus libros y la mujer encargada –estas personas sí saben lo
que venden y dónde está a pesar de que su librería está atestada desde el suelo
hasta el techo de libros usados- me enseñó la estantería y pude ver que había
cinco o seis títulos. Algunos ya los tenía. Éste lo vi, lo ojeé, lo seguí
hojeando y vi que en algún capítulo hablaba de su experiencia en la guerra de Marruecos.
No me lo pensé. Luego, ahora que lo he terminado, a toro pasado como se dice,
puedo decir que me equivoqué. No me ha gustado. Es una novela menor del autor y
se nota porque tiene pocas reseñas y casi nunca forma parte del listado de sus
obras.
El argumento es confuso. Quizá Sender
claudicó sin querer en aquellas modas en las que cuanto más confuso mejor. En
la contraportada se hablaba de que la novela proponía un viaje peculiar, desde
los enigmas de nuestra historia. No lo vi por ninguna parte, ni siquiera los
enigmas.
Tiene bastantes líneas de la propia biografía
del escritor. Su exilio en EEUU, sus clases universitarias, las amantes, la
sombra de la mujer asesinada por los franquistas, los hijos, los amigos.
Tiene, como todos los libros de Sender
observaciones impagables. Por ejemplo esta de la Inquisición y el motivo de que
seamos como somos: “Decía Marañón, otro estoico, aunque menos dispuesto al heroísmo
ejemplar: Lo malo de la Inquisición, lo que excitó el odio de todos y lo que
acabó con su crédito desde mucho antes de que fuera abolida, no era su
pretendida crueldad, sino el haber fomentado la delación, el haberla
dignificado, considerándola como servicio a Dios, con lo que se hincharon, como
esponjas en un cenagal, las malas pasiones de la humanidad resentida”.
“Sería bueno morirse como los animales en el
fondo de un bosque oscuro oyendo a los pájaros en los árboles y viendo
filtrarse entre las ramas una última lus macilenta. Sola yo y sin invitados.
Sola una consigo misma y con Dios”.
“Cristo no ha existido sino en la imaginación
creadora de algunos seres como el Bobo de Coria que tienen el secreto de la
humanidad entera. Nunca ha existido y por eso puede darnos a todos la suprema
lección desde la cruz. No nació nunca sino en la mente iluminada de Platón y de
Filón de Alejandría con la idea del Logos y por eso no morirá nunca. Es decir
vivirá mientras haya un hombre sobre la tierra como decía San Agustín y con la
muerte de este último hombre morirá también Él. Eso solo lo sabemos por ahora,
quizá, San Agustín, el Bobo de Coria y yo”. GENIAL.
El ejemplar es una edición destrozada de Argos
Vergara, descosida, del año 79. Un desastre, pero qué más se puede pedir por 2
euros.
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