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Olga Knipper era su verdadero
nombre, hija del ingeniero ferroviario1
Konstantín Knipper, hermana del compositor Lev Knipper
así como sobrina y homónima de la actriz Olga Knipper-Chéjova
(esposa de Antón Chéjov), luteranos
de origen étnico alemán. Estudió en Tsárskoye Seló pero, luego de ver a Eleonora Duse,
se unió al estudio del Teatro de Arte de Moscú. Allí, conoció al
gran actor Mijaíl Chéjov (sobrino de Antón Chéjov) en 1915
y se casó con él en el mismo año, tomando su apellido como propio. Su hija, la
actriz Ada Chéjova, nació en 1916 (y falleció en 1966 en un accidente aéreo).
Dos años después de la Revolución de Octubre, Chéjova se divorció
de su marido pero conservó su apellido. Pudo conseguir un pasaporte del
gobierno soviético, posiblemente a cambio de cooperación, lo que le permitió
abandonar Rusia. Fue acompañada por un agente soviético en tren hasta Vienna,
luego se trasladó a Berlín en 1920. Su primer papel fue en la película muda de Friedrich Wilhelm Murnau El Castillo Encantado
(1921). Actuó en las producciones de UFA
de Max Reinhardt,
el mismo estudio donde Fritz Lang dirigió Metrópolis
(1927). Realizó una exitosa transición del cine mudo al hablado. En los 30s,
creció hasta convertirse en una de las más brillantes estrellas del Tercer Reich
siendo admirada por Adolf Hitler. Una foto publicada donde se la ve
sentada junto a Hitler en una recepción le dio a los líderes de la inteligencia
soviética la impresión de que tenía estrecha relación con Hitler.
Rosa «Olga Chéjova» (Cocker, 1977)
De hecho, tenía una relación más
cercana con el Ministro de Propaganda, Joseph
Goebbels, [cita requerida] quien se
refirió a ella en sus diarios como "eine charmante Frau" ("una
dama encantadora"). Los archivos soviéticos revelan que en realidad era
una espía comunista.
En Hotel Berlín 1933, del
argentino Pablo Sodor, se muestra a Chéjova muy relacionada con Carl-Heinrich von Stülpnagel, el coronel
nazi que en 1944 participó del atentado contra Hitler.
Hasta aquí la Wiki. Yo, poco más que añadir. El libro lo encontré en
aquel montón de la basura. Quizá estaba allí, al contrario que otros, con
razón. Detrás lleva una pegatina de la Casa del Libro a 3.46 euros. Es decir,
de esas veces que aparecen en esa mesa donde un montón de libros pasan por el
purgatorio antes de morir definitivamente.
El autor es bueno. Sus libros de los que he leído gran parte me han
gustado mucho. La edición y la editorial son buenas, Crítica, y con excelentes
fotografías. Pero para mí es una obra menor del historiador británico. Falto de
interés, mal llevado.
Cuando no hago ningún subrayado puede ser por dos razones: o me ha
gustado muchísimo o no me ha gustado nada. Este caso pertenece al segundo.
Después de dos disgustillos lectores apuesto a caballo ganador, el
archileído Sapiens de Harari, a ver si me resarzo.