Hasta hace no muchos años la gente orientaba
sus lecturas a través de las revistas culturales o la correspondiente sección de los periódicos o se dejaba aconsejar por amigos de confianza. La gente leía de qué iba un libro para
comprarlo. Ahora con internet es diferente. Puedes informarte desde múltiples
plataformas. Foros, blogs, editoriales, etc. Y también –es el caso- para saber
de qué va un libro una vez leído.
La verdad es que el libro de Chesterton es un
cuento en apariencia de fantasía, como escrito para jóvenes. Nada más alejado de
la realidad. Es todo él un duelo de ideas, la lucha del racionalismo contra la
religión. El autor británico hace que la religión gane, claro, porque él defendió su
cristianismo hasta el final. En esa lucha de espadas y cuando ya no hay fuerzas
para seguir, las espadas reposan haciendo la señal…, bingo!, de la cruz.
Toca, aparte, varios temas que a él le
dedicaban todo el tiempo. El periodismo por ejemplo: "El periodismo resulta
escasamente razonable a la hora de informar acerca de los milagros permanentes.
Sus perezosos directores jamás anunciarán en sus titulares: Mr. Wilson sigue
perfectamente sano. (...) Nunca hablan de los tenedores que no han sido
robados, ni de los matrimonios que no se han disuelto jurídicamente. Así, el
retrato que hacen de la vida es una falacia necesaria para sus intenciones;
sólo pueden ofrecer una representación fiel de lo que es poco habitual. Por muy
democráticos que sean, en realidad sólo se sienten concernidos por lo
minoritario"
Es un volumen de bolsillo de la editorial Valdemar,
regalo de un compañero con el que intercambié muchas horas de grata
conversación. A él parece ser que le vino muy bien todas estas sugerencias de la religión para
sobreponerse a los baches amargos que se presentan en la vida. Su emocionante dedicatoria: “Que disfrutes esta novela atípica, llena de movimientos delirantes e
iluminadores. Dale tiempo y saboréala despacio. No leas como andan las almas de
hoy: de aquí a allí, sin estar aquí ni allí.
Es la última parte donde empezarás a entender
algo de la novela. Chesterton suele desatar, al menos en mi caso, un
sentimiento de amor y odio. Odio por la dificultad de sus paradojas y amor por
su sabiduría alumbradora, siempre llena de matices nuevos y frescos.
Fue a través de Chesterton cuando empecé a
entender algo sobre el mundo y la iglesia. Luego vino Papini y Lewis. Y más
tarde los padres de la Iglesia, Pascal y Ratzinger, por nombrar solo algunos de
los grandes apologetas que están sacando del pozo infinito y oscuro de la nada.
Fue también un honor blandir mi espada contra
ti, y por favor, pídeles a tus dioses paganos por mi plena conversión. Yo
pediré al mío por la suya y para que el Eterno le acoja eternamente en su seno”.
No
seré yo el que le quite mérito al poder redentor de la religión. Si hace un
bien a alguien que sufre y que lo necesite, adelante. Es verdad que con los que
suelo hablar largo y tendido y civilizadamente suelen ser más creyentes
respetando mi ateísmo contundente. Siempre he respetado la manera de pensar de
los demás. Somos el resultado de mil avatares: biológicos, familiares, de
amigos, colegios, trabajos, geográficos. Cómo no vamos a pensar distinto. Lo
que me sorprende es que haya masas pululando por el mundo de pensamiento único.
Frases subrayadas:
“¿Acaso cree usted que para la Iglesia
católica los cristianos son los únicos buenos?”.
“Ya se ha dicho que no tenía nada de francés,
pero es que ir en contra de la tradición francesa resulta a menudo cosa
extraordinariamente francesa”. Aplicable a los independentistas catalanes, los más españoles de todos.
“Usted crea un millón de mundos, pero sólo
uno parece habitado. ¿Qué tiene que decir a todo eso, eh? ¿Vamos, ¡dígalo!”
“La disciplina es más importante, para el
conjunto de la sociedad, que la justicia y la libertad individuales”.
Un placer tener amigos así, libros así: “Al
fin y al cabo, el apacible cambio de opiniones entre dos hombres es práctica
tan poco habitual como elegante”.
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