“No hay sino un
dios y Mahoma es su profeta”. Con estas sencillas
palabras puede uno convertirse al islam. Ni chorrillos de agua bautismal ni banquetes
de por medio. Es lo que tuvo que pasar el profesor que relata esta novela para
optar a un buen puesto remunerado en la Francia del año 2022, donde el partido
islamista moderado es aupado al poder con el apoyo del partido socialista. Las
mujeres van cada vez más a la moda, a la moda árabe: camisones largos,
pantalones anchos, pañuelos en la cabeza. Si no hay estímulo visual, dice, no
habrá concupiscencia. Sumisión en la novela viene de la que muestra la mujer al
hombre. La del hombre ha de ser solo ante dios. Siempre, en último término, es
un chollo dar cuentas solamente ante dios. Ya lo hacían los monarcas
absolutistas. Es el mayor de los privilegios sobre la tierra.
El narrador es un
profesor de universidad especialista en J. K. Huysmans. Trabaja un poco
desilusionado y resignado. Es una figura recurrente a lo largo del libro. Huysmans
fue en la literatura un gran exponente del naturalismo; un orden de las cosas
en oposición al romanticismo: las cosas son como son, vistas de una manera más
científica, más apegada a la realidad. Según la RAE “metódico determinista y por reflejar con mucho realismo en sus obras la
parte más cruda y desagradable de la realidad. El máximo representante del
naturalismo fue Émile Zola". “… el único verdadero tema de Huysmans era en
verdad la felicidad burguesa, una felicidad burguesa dolorosamente inaccesible
para el soltero, y que ni siquiera era la de la alta burguesía, la cocina
celebrada en Allá lejos era más bien lo que podría llamarse una honrada comida
casera”. “… lo que realmente representaba la felicidad era una alegre comida
entre artistas y entre amigos, un cocido con su salsa de rábano picante,
acompañado de un vino honrado, y después un aguardiente de ciruela y tabaco,
junto a la chimenea, mientras las ráfagas de viento invernal batían las torres
de Saint-Sulpice”.
La vida del que cuenta la historia se
parece mucho a la de sus personajes, acaso como la propia vida de Houellebeqc:
solitaria, llena de tabaco, alcohol y sexo. Una vida desencantada o mejor
dicho, una vida en la que los impulsos de todo tipo dan lugar a fuertes
frustraciones, llegando a pensar incluso con el suicidio. Eso sí, siempre tiene
que haber a lo largo de las páginas, una o dos felaciones monumentales en las
que la mujer parece siempre al borde de la felicidad, todo hecho con la mayor
de las delectaciones. Esto es, al fin y al cabo, ficción.
¿Cómo se va modificando una sociedad poco a
poco sin que la población llegue a reaccionar? Como todo: con los presupuestos:
dotar a unos más que a otros: eso es la política, el ejercicio del poder. Eso
sí, siempre de manera moderada, para no ahuyentar a los que dudan. “Si el islam
no es político, no es nada”. Ayatolá Jomeini.
Creo que lo único que me queda por leer de
Houellebec es su poesía. Tarde o temprano siempre acabo comprando lo que se
edita en España aunque hay que esperar siempre un poco: al final van bajando de
precio, como los ordenadores o las televisiones cuando van sacando nuevas
novedades. Lo que no cabe duda es que el escritor francés que me ha ocupado
apenas un par de días es uno de los mejores observadores de lo humano de la
actualidad en Europa.
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