Cuenta Andrés Trapiello, en el último de los
diarios que he leído, que el acto de las firmas en la feria del libro también
le parece un poco de zoológico. Para pasar el rato se dedica a escribir páginas
de sus libros o a dedicar tiempo a los pocos que se acercan a la firma
propiamente. A mí, como dije, me trató fenomenal a pesar de la fama que tiene
de arisco. Conmigo fue amigable y cariñoso y eso que, como me sucede siempre,
fui un poco patoso: le llamé de usted y de tú en ocasiones alternativas;
también “Don Andrés”. Noté que dedicaba
más tiempo a cada uno que Javier Marías, que cinco o seis casetas más allá,
firmaba sin parar a cientos que esperaban, despachándolos con una rúbrica y
adiós muy buenas. Andrés trataba a cada uno con una dedicatoria personalizada.
Donde hablaba de esto y de lo otro y donde escuchaba también lo que le decían,
como los buenos médicos de familia.
Cuenta que en otra ocasión le tocó una caseta
en la que daba el sol de lleno. Era una tortura, una sauna en el infierno.
Encima no venía nadie y se marchó enviando a todos a freír puñetas, cosa nada
difícil con aquel calor.
Y lo que son las cosas: he pasado unos días
en Cádiz con la familia, alojados en un hotel de la Plaza de San Francisco.
Hacía solo un par de días que había leído que Trapiello había pasado por allí (en
realidad hace muchos años porque los diarios son del año 2005 aunque publicados
en 2015) y que había entrado en las dos librerías de viejo de Raimundo, el
dueño que, dice, maneja dos millones de libros. Qué casualidades nos trae la
vida: Nunca haber estado en Cádiz y poder estar dos veces seguidas; una de la
mano de uno de los escritores preferidos y otra de cuerpo presente. En la
librería, efectivamente había muchísimos libros pero poco interesantes. Estuve
un buen rato hablando con el dueño. Conocía personalmente a algunos de la
Cuesta de Moyano. A algunos del Rastro. Le dije que Trapiello había mentado en
sus diarios que estuvo allí pero apenas sabía algo de él: “Sí, uno que escribe
todos los días cosas que le van pasando”.
Los títulos que va dando a estos diarios son
como poco sorprendentes, raros. Seré duda. Suelen estar sacados de algún poema,
de alguna estrofa de algún libro extraño. En uno de los prólogos: “El propósito
de este año nuevo: no hacer literatura”. ¿Pero qué hacer si un autor como él lo
ve todo desde ese mismo prisma de la literatura? “Frases cortas, impresiones
directas, nada que no sea el estilo del Código Civil. ¿Pero cómo conseguir esto
sin haber leído el Código Civil?”. Véase el ejemplo.
Yo creo que este título se refiere a la mala
racha que pasaron él y su mujer a raíz de unas pruebas médicas. Explica a las
mil maravillas las angustias por las que ha de pasar una familia ante la duda
de poder acabar “como mis hermanas”. Ese es el eje central de los temas que
trata. Pero están los otros como siempre: La literatura, las lecturas en una
estación de tren, los viajes a las conferencias, las cenas absurdas con
desconocidos, las noches solitarias de hotel, sus días en Las Viñas, la
observación de la naturaleza y el paisaje, las semblanzas de sus amigos,
algunos recién desaparecidos como Ramón Gaya. Que por cierto y a raíz de ello
vi el documental que le dedicó TVE y me pareció buenísimo.
Otro volumen más. Y en cuanto acabe el que
leo estos días: Sumisión del clarividente Houellebecq, seguiré por su Miseria y
Compañía… ¡¡¿de qué ira?!!
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