Existen ediciones de
bolsillo más cómodas de leer que
otras. Esta edición de la, venida a menos, Edhasa, es de las que menos. Meter
un novelón como este en ese tamaño es hacer como a aquellas mujeres japonesas a
las que vendaban los pies para que pudieran entrar en zapatos diminutos. La
tipografía es microcelular, y tan aprovechado el margen, sobre todo el derecho,
que las letritas parecen esconderse en el reborde como hormiguitas entrando en
el hormiguero. Pero como dice el refrán: a caballo regalado… Este ejemplar es
de aquellos que rescaté justo antes de que lo lanzasen al contenedor de
reciclaje. Y he visto que perteneció a alguien importante. O al menos eso dice
el exlibris que tiene estampado en la primera hoja: Fernández de Mesa, aquel
diputado del PP y actual director de la Guardia Civil. Las vueltas que puede
dar la vida; las vueltas que puede dar un libro.
El libro trata de la
biografía del que fuera último gran general del Imperio Romano. Concretamente
el de Oriente. Justiniano es el emperador. Y ahí sí que no esperaban a los
bárbaros en vano. Allí, en esa época venían; muchos y muy a menudo, con
imponentes ejércitos, dispuestos, como hormigueros hambrientos, a esquilmar
todo a su paso. De su prólogo: “Belisario es un general romano cuyas victorias
no son menos romanas, ni sus principios estratégicos menos clásicos, que los de
Julio César…, y cuyas proezas individuales rivalizan con las de los héroes del
rey Arturo”. “Belisario nació el último año del desastroso siglo quinto (el siglo
del rey Arturo), en el cual los anglosajones habían devastado el sur de Gran
Bretaña, los visigodos, España; los vándalos, África; los francos, Galia; los
ostrogodos, Italia. Murió en 565, cinco años antes del nacimiento del profeta
Mahoma”.
Como todos los hombres
importantes de la historia, Belisario debía tener capacidades extraordinarias
de seductor. “…aprendió a sobresalir, el de inspirar amor, confianza y
obediencia de las tropas, y así convertir una masa indiferenciada en un
ejército disciplinado”.
Aquí se habla de guerra.
Quizá demasiado, como esas películas de acción en las que no se da ni un
respiro a los sufridos espectadores. Hay violencia, pero todo está narrado con
el esmalte inconfundible de uno de los grandes. Pero eso ya lo decía la Biblia:
“Según el evangelista Mateo, Jesús dijo a sus doce apóstoles: No penséis que he
venido a traer la paz a la tierra. No he venido a traer la paz sino la espada.
Pues he venido para volver al hijo contra el padre, y a la hija contra la
madre, y a la nuera contra la suegra. Los enemigos del hombre serán los
miembros de su propio hogar”.
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