lunes, 13 de junio de 2016

EL CONDE BELISARIO. ROBERT GRAVES.




  Existen ediciones de bolsillo más cómodas de leer        que otras. Esta edición de la, venida a menos, Edhasa, es de las que menos. Meter un novelón como este en ese tamaño es hacer como a aquellas mujeres japonesas a las que vendaban los pies para que pudieran entrar en zapatos diminutos. La tipografía es microcelular, y tan aprovechado el margen, sobre todo el derecho, que las letritas parecen esconderse en el reborde como hormiguitas entrando en el hormiguero. Pero como dice el refrán: a caballo regalado… Este ejemplar es de aquellos que rescaté justo antes de que lo lanzasen al contenedor de reciclaje. Y he visto que perteneció a alguien importante. O al menos eso dice el exlibris que tiene estampado en la primera hoja: Fernández de Mesa, aquel diputado del PP y actual director de la Guardia Civil. Las vueltas que puede dar la vida; las vueltas que puede dar un libro.
  El libro trata de la biografía del que fuera último gran general del Imperio Romano. Concretamente el de Oriente. Justiniano es el emperador. Y ahí sí que no esperaban a los bárbaros en vano. Allí, en esa época venían; muchos y muy a menudo, con imponentes ejércitos, dispuestos, como hormigueros hambrientos, a esquilmar todo a su paso. De su prólogo: “Belisario es un general romano cuyas victorias no son menos romanas, ni sus principios estratégicos menos clásicos, que los de Julio César…, y cuyas proezas individuales rivalizan con las de los héroes del rey Arturo”. “Belisario nació el último año del desastroso siglo quinto (el siglo del rey Arturo), en el cual los anglosajones habían devastado el sur de Gran Bretaña, los visigodos, España; los vándalos, África; los francos, Galia; los ostrogodos, Italia. Murió en 565, cinco años antes del nacimiento del profeta Mahoma”.
  Como todos los hombres importantes de la historia, Belisario debía tener capacidades extraordinarias de seductor. “…aprendió a sobresalir, el de inspirar amor, confianza y obediencia de las tropas, y así convertir una masa indiferenciada en un ejército disciplinado”.
  Aquí se habla de guerra. Quizá demasiado, como esas películas de acción en las que no se da ni un respiro a los sufridos espectadores. Hay violencia, pero todo está narrado con el esmalte inconfundible de uno de los grandes. Pero eso ya lo decía la Biblia: “Según el evangelista Mateo, Jesús dijo a sus doce apóstoles: No penséis que he venido a traer la paz a la tierra. No he venido a traer la paz sino la espada. Pues he venido para volver al hijo contra el padre, y a la hija contra la madre, y a la nuera contra la suegra. Los enemigos del hombre serán los miembros de su propio hogar”.

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