En las Columnas de
Hércules de la penúltima entrada, el autor, recorriendo ya el tobillo de la
bota de Italia, se detenía en un libro para él muy querido y para mí
prácticamente desconocido: Cristo se detuvo en Éboli, de Carlo Levi. Se debe
dicho título a que lo desterraron a un lugar tan aislado que hasta los mismos
habitantes decían eso, que Cristo no había llegado hasta allí. Carlo Levi fue
desterrado entre el año 35 y el 36 a dos pueblos del sur de Italia por el gobierno
fascista de entonces. Carlo Levi era médico aunque no ejercía la profesión y se
consideraba sobre todo un pintor, aunque también amaba la literatura y le gustaba
escribir. Los habitantes de los pueblos con los que hubo de convivir eran
analfabetos y supersticiosos mucho más que los ya de por sí italianos de
entonces “para los campesinos, el Estado resultaba más lejano que el cielo y
era más malvado, porque siempre estaba al otro lado”.
A pesar de todo
Carlo se adaptó bien a su nueva circunstancia y consiguió llevarse bien con
todos ellos, especialmente con los niños a los que dejaba entrar en su casa y a
dejarles acompañar a sus paseos para pintar paisajes. También pintó el rostro de
muchos de ellos, pinturas que aún se encuentran en algunos muesos de la zona. “Había
muchísimos, de todas las edades, y solían llamar a mi puerta a cualquier hora
del día, les había impresionado mi pintura y no acababan de asombrarse de las
imágenes que aparecían, como por encanto en la tela y que eran precisamente las
casas, las colinas y los rostros de los campesinos”. Era una vida dura y
sobrevivió a todo ello con inteligencia y bondad, “La vida no podía ser, en
relación con la suerte, otra cosa que paciencia y silencio. ¿De qué servían las
palabras? ¿Y qué se podía hacer? Nada”.
El libro es
interesante por cómo está escrito; muy bien escrito. Y es, a pesar de todo,
tierno con el ser humano. Para mí
inolvidable.
En cambio, el otro
día me regalaron un libro. La mujer que llora, de Zoé Valdés. No quiero que me
regalen libros pero entiendo que es de las cosas más socorridas. Uno va a una
librería, normalmente una de grandes almacenes, pide que le recomienden un
libro de actualidad y le colocan uno de moda o recién parido. No gastaré ni un
gramo más de tinta. Esto es lo que he anotado en la base de datos de mis
libros: Prescindible, presuntuosa, mala, premio Azorín 2013.
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