A no todos les pasa pero hay escritores que
repiten su fórmula del éxito una y otra vez y siempre aciertan. Es el caso de
Javier Reverte, ese escritor madrileño que parece que ha encontrado la mejor
forma de ganarse la vida que existe: viaja, escribe sobre ello, saca fotos, se
lleva a familia y amigos, lo cuenta y saca dinero. A algunos en cambio les cuesta vaciar la
nevera de cervezas y aguantar unos cuantos ronquidos.
He leído casi todo
lo que ha publicado sobre viajes y me siguen subyugando las cosas que cuenta de
la historia y las cosas que él mismo observa. Cuando habla por ejemplo de poder
tomarse una cerveza helada en medio de la jungla a uno se le hace la boca agua
sólo de pensarlo. O cuando uno lee sobre
el Coronel Von Lettow quiere leer todo sobre tan magnífico personaje. En este
libro de viajes por el este de África, “Colinas que arden, lagos de fuego”, se
siguen contando cosas parecidas a sus otros libros de viajes por el este de
África pero siempre sabe reinventarse. Y más que publique, más que seguiré
leyendo sobre estas cosas. Que yo
recuerde este es el cuarto libro dedicado a África: El sueño de África, una
especie de exquisito “Ébano” a la española, Vagabundo en África y Los caminos
perdidos de África. Una pura delicia donde uno parece contactar con nuestros
más primitivos ancestros.
En esta ocasión se
ha hecho acompañar en diversos tramos por su hermano Jorge M. Reverte, el
magnífico historiador, por su hijo y por diferentes amigos. Es la típica
persona que sabe hablar con toda clase de tipos porque es, por encima de todo,
un ser curioso, la principal característica de un buen viajero. Tipos que dicen
cosas como “¡Soy católico! Pero no creyente. En Irlanda, ser católico no es un
asunto religioso; es una cuestión política”. O cómo ve el mundo estadounidense
después de la llegada de Obama un keniano: “Bush ha destruido el país. Lo que
aprendí estudiando ciencias económicas no me sirve ya para nada, porque he
estudiado la economía que ha destruido el mundo”.
Otra cosa son las
novelas de mi querido Javier. No, yo solo digo que se dedique a viajar y a
escribir sobre ello; yo, en parte, estaré encantado de seguir sufragando los
gastos.
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