sábado, 26 de diciembre de 2009

31/12/09


A pesar de no figurar dentro de las “Instrucciones para leer a Jünger” de J.A. Montano, leo estos días “Acercamientos. Drogas y ebriedad”. Este libro contiene, aparte de historias y referencias bibliográficas, interesantes descripciones de su experiencia en el consumo de toda clase de drogas. Es, por decirlo de alguna manera, la forma más aproximada de tomar drogas sin tomarlas.
¿Por qué me compré el otro día este libro? Porque en una reunión solté que no me importaría probar algunas drogas a modo de ensayo. Alguno me espetó que eso me llevaría indefectiblemente a convertirme en un drogadicto y yo le puse como ejemplo a este hombre que no solamente sobrevivió a toda clase de sustancias, a dos guerras mundiales y a la Legión Extranjera, sino que lo hizo a toda clase de excesos incluido el número de años que vivió, 103.
Consumió LSD apenas salido del laboratorio de su amigo Hoffman, quien por cierto pasó también del siglo de vida. Este libro es la prueba de ello y sus párrafos señalados el acta probatoria.
A propósito del suicidio en su libro: “Las pretensiones del Estado, que hoy se enmascara como sociedad, pueden llegar a ser imperiosas. Al individuo le queda la posibilidad de hurtarse a estas pretensiones, aunque sólo sea mediante el suicidio. ‘La posibilidad del suicidio forma parte de nuestro capital’”.
A este respecto algunas veces a Jünger le pedían que: “Sería hora de que hiciera uso de su capital”. Quizá por perseverante también me lo pidan a mí un día.
Yo no creo que llegara a convertirme en un drogadicto. No tengo ese tipo de carácter. “La predisposición precede al hábito. Esto quiere decir que hay tipos que desde el principio han de mantenerse lejos de la droga. La inclinación es previsible y, con ella, los planos inclinados”. Sí en cambio he conocido a personas que incluso desde adolescentes, se les ha visto con esta inclinación y luego, por desgracia, se ha visto corroborado.
Hay un párrafo al final del libro dentro de un capítulo exquisito y cortito: “Libros y lectores”: “...Al mandarín que se encontraba en una cola de delincuentes a la espera de su ejecución, profundamente ensimismado en un libro, mientras por delante la decapitación seguía su curso. La mayor parte del tiempo, el lector está absorto, pero no porque no esté a la altura de su entorno, sino porque lo considera poco importante...”.

En una noticia una mujer demanda a un masajista, amigo de su pareja, por violación. La mujer, de cuarenta y seis años, fue a darse un masaje. En un momento dado el hombre le ofreció un servicio especial, personalizado. El masaje, se conoce, derivaría en caricias y éstas en tocamientos eróticos. El hombre la penetró. Luego quiso repetir pero analmente. Ella le pidió que no, que se pusiera un preservativo y lo hicieran por la parte más convencional, la otra, dice, le hacía daño. Volvieron a consumar el acto. Luego ella le puso, como hemos dicho, una denuncia y fueron a los tribunales. Él ha salido libre de cargos.
Todo esto es la punta de un iceberg en donde a las mujeres, a algunas mujeres, se les ha dado un arma con el gatillo demasiado engrasado, resbaladizo.

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