lunes, 8 de julio de 2024

ELEANOR COPPOLA. APOCALIPSE NOW.

     Jamás olvidaré el momento en el que salí del cine en Madrid en noviembre del 79. Tenía diecisiete años y fui con mis primas. Salí impactado. Yo las miraba para comprobar si habían sentido lo mismo que yo, si estaban tan tocadas como yo. Y creo que la conmoción era particular. A ellas también les gustó pero a mí me tocó profundamente. Sabía que había asistido a la creación de una obra maestra que será recordada siempre; una catedral de nuestro tiempo, como dice Eleanor en este libro.

  Un día de hace varios años, en mi peregrinar por las librerías de Madrid entré en la 8 y medio, la especializada en cine. Está cerca de la Plaza de España. Tomé un café y curioseé. Me quedé con las ganas de comprar una guía sobre guiones y éste sobre el rodaje de esa película que tanto me había marcado de joven. No compré nada porque en eso también intento ser disciplinado: si se ha acabado el cupo es que se ha acabado y no se puede comprar nada hasta que no cambie el mes. El caso es que en la feria del Retiro de este año pasé por la caseta de esta librería, pregunté, y lo tenían. Y me acabo de enterar que la autora, mujer de Francis Ford Coppola, acaba de morir en abril.

  El rodaje de esta película fue otra guerra. Una guerra en la que participaron cientos de personas del equipo de producción, extras locales (Filipinas) y gente que iba y venía en vehículos todoterrenos, helicópteros y aviones. Aparte de esa complejidad de tratar a tan ingente número de personas también tuvieron: un tifón, un cambio de protagonista, un ataque al corazón del protagonista (Martin Sheen), huelgas, los helicópteros tuvieron que partir para participar en el control de la guerrilla en otras partes del país, la gordura de Marlon Brando, etc.

  Eleanor era su mujer y vivía allí con sus hijos. Una de ellas Sofía que tenía entonces cuatro años cuando comienza el rodaje. Cuenta una anécdota digna de recordar. Cuando Sofía llega a la escuela todos los demás niños la miran. La maestra la saca al encerado y la presenta. Sin más florituras hizo que repitiera una palabra en su idioma y resaltó que tenía un aspecto diferente sin tener por ello que cosificarla. Todos los niños aplaudieron y a partir de ese momento era un niño más. Ella creía que su padre trabajaba en el rodaje de la película; siempre. Ella se dedicaba a hacer fotografías y pequeños rodajes del rodaje en sí. Tuvo varias crisis en su matrimonio debido al estrés de la producción y a que Francis tenía una amante. Siempre tenía la sensación de estar esperando algo: “El calor y la espera: estos son los dos conceptos más recurrentes aquí”.

  La productora se puede decir que se tomó su trabajo en serio. Cuenta que leyendo el guion se decía: “Cuerpos ardiendo” y eso fue lo que hicieron. Cuando ella les preguntó dijeron: Aquí no pone nada de muñecos ardiendo”.

  Se puede decir que la película comienza a realizarse en el 75 y acaba en el 79 con el estreno. Jamás será olvidada porque es una de las catedrales del cine. Nunca se había hecho y nunca se hará una película con la complejidad de ésta.  

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