Después de leer una novelita tontorrona, de
esas bobadas peliculeras que se autoeditan tantos en todas partes, necesitaba
leer algo sustancioso, algo de un dueño absoluto de la lengua como es Azorín.
En Azorín todo parece fácil. Uno lo lee y se dice: esto lo podría haber escrito
yo. Frases cortas, claras, ordenado todo en un equilibrio perfecto. Lo mismo
que uno piensa cuando ve el trazo fácil y maestro de un Velázquez. Esto lo
podría haber pintado yo. Ya!! El caso es que de entre las docenas de libros
pendientes de leer este tomó la delantera. Es el libro que me regaló un librero
de viejo junto al acueducto de Segovia. Le compré un librito raquítico por tres
euros, de Juan Ramón Jiménez, y lo vio tan desproporcionado, el monto, que quiso regalarme este libro a pesar de que yo
no quería. Un volumen de Rafael Caro Reggio del año 1923. Está hecho polvo, es
verdad. Pero da gusto pensar en la cantidad de décadas que ha vivido, los
sitios y estanterías que habrá visitado antes de caer en las mías.
Hace un recorrido rápido por casi todas las
regiones de España, por ciudades. Para todas tiene unas palabras de cariño y
consideración. Ahora intento abrir el índice y se descuajeringa de viejo. Le he
puesto un forro de plástico transparente para guardarlo así y que se conserve
otro montón de años. Al menos hasta que yo me muera. El pobre no servirá ni
para calentar un poco las manos de algún necesitado. Quién sabe. El Bierzo, Galicia,
Vasconia, Asturias, Castilla, Córdoba, Sevilla, Cataluña…"De toda España hay gentes aquí". Con los años ha seguido pasando. También han proliferado las gentes desprovistas del seni. En fín.
Cuando habla de las ciudades también habla de
sus moradores, de los escritores que las vivieron, de los escribidores que
alabaron sus calles, sus paisajes. Ramón de la Cruz, Gracián. Valle Inclán,
Baroja, Juan Valera… o también de las "bellas mozas". Qué bonito leer estas cosas. De Vargas Llosa leí una vez
un artículo en el que lo ensalzaba como uno de los mejores prosistas de España.
Para mí lo es.
Hace poco en la radio alguien decía que a
Azorín no lo lee ya nadie. Un país que no lee a sus clásicos, a los mejores,
será cada vez un país más pobre. Yo tengo la suerte de que me siga gustando
leer a los clásicos. Recuerda: no es un gesto de vanidad, no es papanatismo, no
es mérito de nada, es simple placer, un goce que sale de comprobar que cuando se
lee algo de tanta calidad nos hace mejores. Qué sé yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario