Qué certera esa frase que dice que el hombre,
en la vejez, no es que vuelva a la infancia, es que no la ha dejado nunca. Lo
que pasa es que, aunque sea también una idea manida, los juguetes salen mucho
más caros. He estado ahorrando más de una año y me he comprado una nueva
bicicleta de montaña. Carbono, ruedas más grandes, más ligera, preciosa,
carísima. ¿Hacen estas cosas secundarias más felices a las personas? A mí desde
luego que sí. Salgo a rodar por el campo y me siento feliz, pletórico. Eso sí,
me ha destrozado un poco la economía porque el sábado, del chaparrón enorme que
me cayó, el móvil se estropeó y me he tenido que comprar otro: economía
afectada pero… en tres años –lo que me ha durado el anterior- la tecnología ha cambiado
una infinidad para bien. El móvil es ahora, en este futuro, una máquina en la
que todavía no nos hemos dado cuenta lo que tenemos entre las manos: una
cámara, un video, un correo, un navegador con gps, un ordenador, una brújula,
una biblioteca, toda la música, los contactos y la comunicación con amistades y
familia, una tienda gigante, toda la prensa…, y un ¡teléfono! Creo que solo le
falta un mechero para el fuego y una navaja para hacerse un bocadillo.
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