Ha querido la
casualidad que se junten en el tiempo de mis lecturas estos dos libros,
separados en el tiempo de la escritura casi un siglo pero muy cercanos en la
temática y su tiempo: lo soviético antes de la II Guerra Mundial. En el caso
del escritor alemán se trata de los Diarios que escribió en su paso por Moscú
entre el año 26 y el 27. Tenía ganas de leer algo de Benjamin por ser tantas
las referencias que encuentro aquí y allá. Es, sin duda, un gran escritor y
pensador. Pero creo que me he equivocado. Hay que elegir muy bien el primer
libro que se lee de un escritor. Muchas veces es la sensación que nos queda y a
veces sirve, mal servido, para no volver a leer nada suyo. Me ocurrió con Ernst
Jünger pero felizmente me “curé” leyendo sus volúmenes diarísticos. En un libro
de diarios uno espera encontrar referencias sobre lo que lee, come, ve o ama.
Pero en Benjamin son temas demasiado pegados a lo inmediato tipo “por la mañana
cambiar dinero”. El viaje tiene el motivo de un reencuentro con la actriz Asja
Lacis pero parece que no avanza en absoluto y lo que se cuenta desde luego
carece de interés para el lector. Todo frío como el clima.
Se comentan temas
políticos y aspiraciones burguesas. Enfermedades, humillaciones y frustraciones
varias. Nada digno de resaltar. Recordar que sí me parecieron de gran interés
sus varios ensayos que circulan por la red, traducidos por Jesús Aguirre y que
Benjamin se suicidó con una sobredosis de morfina en Port Bou, cerca de la
frontera franco española.
El libro de Barnes en
cambio es una biografía novelada de Dimitri Shostakóvich. La vida y la obra del
genial compositor ruso se desarrollaron en un régimen en el que el arte no
estaba al servicio de la belleza sino que estaba, por decreto gubernamental, al
servicio del pueblo. “… puesto que todos los compositores eran empleados del
Estado, era deber de éste, si cometían ofensas, intervenir y obligarles a una
mayor armonía con su público. Lo cual parecía totalmente razonable, ¿no?”. Stalin publicó a través de su maquinaria
política un artículo denostando una ópera suya, Lady Macbeth, y tachándola de
decadente.
Es un libro muy bien
escrito de parte de uno de los mejores autores británicos de nuestros días. “El
acto sexual, sostenían los jóvenes sabelotodo, era exactamente lo mismo que
beber un vaso de agua; cuando tenías ser, bebías, y cuando sentías deseo,
tenías sexo. Él no se había opuesto a este sistema, aunque dependía de que las mujeres
desearan tan libremente como eran deseadas. Algunas lo hacían, otras no. Pero
la analogía sólo te llevaba hasta este punto. Un vaso de agua no comprometía el
corazón”.