Esta
es la historia de un explorador, el capitán Arseniev y de su admiración por un
ser humano mezclado íntimamente con el medio, Dersu Uzala. El hombre es poca
cosa comparado con la grandeza de la naturaleza. Todo vale en el rigor del
invierno en la taiga rusa. Cuando en una ocasión el capitán tira una botella de
vodka vacía la recoge como si fuera un tesoro. Todo vale si es para sobrevivir.
En alguna ocasión el viejo gold salvó la vida del capitán. Una noche de
tormenta de nieve, perdidos en la inmensidad de la llanura, fue capaz de hacer
un ingenio con el trípode cartográfico y un montón de hierba. En el comienzo de
El nombre de la Rosa, Umberto Eco hace conversar a sus dos protagonistas, Guillermo
de Baskerville y Adso de Melk, mientras
se acercan a la Abadía, en el sentido de que el primero enseñaba las huellas del
camino, las pistas y deducciones varias, a su pupilo. Eso mismo le pasaba a
Dersu Uzala con el capitán Arseniev. Le hacía ver en los caminos, en las selvas,
las huellas que dejaban los animales o las personas que habían pasado por allí.
Si iba a llover o no. Si había o no animales cerca. Era un cazador que no tenía
casa. Vivía del producto de su caza. Su familia había muerto hacía años de
viruela, qué dura la vida de algunos hombres. Fue tanta la admiración de
Arseniev que cuando lo colmaron de reconocimientos protestó porque no fuera su
amigo quien las recibiera.
Una
noche Dersu le pidió al capitán, sal, cerillas y arroz para dejarlo todo en una
cabaña. ¿Para qué si no vamos a pasar por aquí nunca más? Dersu le respondió
que ese gesto podría salvar la vida a cualquiera que pasara por allí en
dificultades. No es bondad; es afán de supervivencia más allá de lo que es
inmediato.
Estaba deseando acabar el libro solo para volver a ver la película que
Kurosawa rodó en el año 75. Se llevó el Oscar a la mejor película de habla no
inglesa. Está muy bien adaptado al cine, pero como siempre, en el libro caben
más imágenes dentro de la imaginación del lector.
El
hombre; la naturaleza: "En la taiga hay que prever siempre la posibilidad
de encontrarse frente a frente con una fiera. Pero nada es tan desagradable
como tropezarse con un ser humano. La bestia, por lo general, huye a la vista
de un hombre y no lo ataca más que si es perseguida. En ese caso, cazador y
animal saben lo que tienen que hacer. Un ser humano que completamente
distinto".