Varios comentarios elogiosos hacia este libro
de cuentos ha hecho que le vuelva a dar una nueva oportunidad a esta premio
nobel canadiense.
En el fondo he creído ver un paralelismo en
las relaciones que tienen entre sí los personajes de esta escritora y los de
las novelas de Paul Auster. Con una diferencia: en éste hay encuentros llenos
de casualidades y sorpresas. Los personajes se encuentran y se mezclan;
permanecen. En los de Munro muchas veces el narrador va de la mano de un
personaje, se cruza con otro y deja abandonado al anterior, como si fuera una
pulga saltando de un perro a otro. Esa
sensación me dio al leer el anterior libro de cuentos, Las Lunas de Júpiter. Sin
embargo en éste me ha parecido que pasaba menos. Hay historias de vida que
podrían pasar en tu vecindario, cosas que podría contarte al oído cualquier
vecina hábil y bien informada. Una madre tiene tres hijos que son asesinados. El
accidente de un chico, el hijo de un matrimonio joven que cae en un agujero en
el bosque, una mujer que va con un libro de una escritora para que se lo firme
en un comercio. Vacíos de vidas corrientes, crueldades en personas muy jóvenes.
El cuento que da título al libro es para mí el más conseguido. “Demasiada
felicidad” son las palabras que pronuncia Sofía Kovalevski en la agonía. Ésta
fue una famosa matemática y novelista rusa profesora en Estocolmo y su cuento
es un homenaje a su figura, a las dificultades que tuvo que superar para llegar
hasta donde llegó. Y su temprana muerte a los cuarenta y un años.
Me ha gustado. He leído dos libros suyos. Es
una buena escritora pero no ha conectado con mi manera de entender la
literatura. Quizá por los temas, no sé.
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