
Algo anestésico como de carne acorchada debía habitar en el entorno afectivo y genético de Horacio Quiroga para que sus pasos por este mundo estuviesen sembrados de tragedias y suicidios.
Parece ser que era enamoradizo de mujercitas apenas púberes. Siempre tuvo tendencia por los amores adolescentes y luchó contra todo para conseguirlos. Su biografía podría parecerse a la de Humbert de Lolita –se enamoró y casó con una alumna suya a pesar de la negativa de sus padres-. Se suicidó su padre de un disparo de escopeta –pudo ser un accidente-, su padrastro, a quien estimaba mucho; su mujer, sus amigos Leopoldo Lugones y Alfonsina Storni, dos de sus hijos. Para colmo de males, mató a su mejor amigo de un disparo accidental. En fin.
Un cuento suyo que me conmovió fue "El hombre muerto", sobre las percepciones agónicas de un hombre accidentado de manera absurda en una plantación de bananas. O "El Hijo", un cuento que describe de manera magistral el sentimiento universal de zozobra que sienten los padres por todos sus hijos.
Sus cuentos están influenciados por Allan Poe; ambientados en la frontera de la selva, con entornos asfixiantes y reflejos de su atormentada existencia.
Su suicidio es la culminación de sus últimas desgracias: le detectan un cáncer de próstata, le abandonan su mujer y sus hijos, los negocios le van fatal…
El 19 de febrero de 1937 se suicida ingiriendo cianuro. Tenía 59 años