lunes, 18 de febrero de 2019

El Coronel Charbert, y otras novelas. Honoré de Balzac.





Terminé el otro día El Coronel Chabert de Balzac. Me ha gustado mucho pero, como pasa a veces, esperaba más. Imaginé que la acción se desarrollaría en tiempo “real” y no como un tiempo ya pasado en el que busca su restitución, como un muerto llegado del más allá a pedir cuentas para recuperar dinero –en Balzac siempre se habla de dinero, mucho-, honor y, por qué no, el amor. Es un tema recurrente este de volver cuando todo el mundo te cree muerto. De hecho esta mañana he escuchado en la radio que alguien ha escrito un estudio sobre las implicaciones jurídicas que tendría el que cualquiera de los cientos de personas que se encuentran criogenizadas volvieran a la vida en caso de que la ciencia avanzara lo bastante. La conclusión, aterradora, es que, legalmente seguiría estando muerto: sin propiedades, sin identidad, sin derechos. Sí estaría la persona viva biológicamente pero eso, imagino, no satisfaría a nadie. Preferiría seguir descansando. Bastante lata es la vida con el paquete completo.
En el volumen aparecen otras dos o tres novelitas y casi me ha gustado más la última: El Contrato de matrimonio. Un joven de alta sociedad que decide casarse con la hija deliciosa de una viuda también rica pero con deudas y en la que se establece una especie de juicio previo de intereses al matrimonio. Se hacen consideraciones y teorías de lo más interesantes en cuanto a esto tan extraño llamado matrimonio. Al final pasa lo que tantas veces a lo largo de toda la historia de la humanidad: los hombres, deslumbrados por la belleza son muchas veces saqueados.
   Este libro lo recomendaron fervorosamente en el foro que suelo visitar para hablar de libros, literatura, películas, series. No es fácil, en la vida física, real, encontrar gente con la que hablar de estos temas. También recordaron que era un asunto que Javier Marías abordaba en su novela Los Enamoramientos,  haciendo hablar a su amigo y medio maestro, Francisco Rico. Rico, convertido en personaje de ficción. Pues bien, el domingo de esa semana –la de Reyes- en la que supe de todas estas cosas llegué al Rastro, a los puestos que hay en el Campillo del Nuevo Mundo y en el primer puesto al que le eché el ojo vi este ejemplar: una edición barata de la editorial Olympia, del año 1995. Dos euros y medio, poco más de lo que vale un café. 
  Ah! las otras novelas son La Misa del Ateo y la Interdicción. 



miércoles, 13 de febrero de 2019

LA GRAN GUERRA. ALVARO LOZANO.



  Ya lo he contado antes pero lo repito. En un caluroso día de verano del año pasado, al salir a correr, me encontré en los cubos de la basura de la comunidad de vecinos unas cuantas bolsas llenas de libros. Éste, en magnífico estado, era uno de ellos. Cuánto me alegro. Es muy bueno y, encima, de un historiador para mí desconocido hasta entonces, Álvaro Lozano. La Gran Guerra 1914-1918. De la contraportada, un fragmento: “… ofrece una detallada imagen del impacto del conflicto, estratégico, político, social y cultural. Abordando los complejos orígenes de la guerra…”.
  Se lee fácil y se comprende bien entre el marasmo de nombres y vicisitudes de la política y la guerra de aquella espantosidad. Pero por eso mismo es tan apasionante. Habré visto decenas de documentales y habré leído decenas de libros sobre el tema: da igual, me sigue entusiasmando leer sobre todo esto.
  “El inicio de la guerra dejó aparcado el tema. Los irlandeses, tanto protestantes como católicos, acudieron en defensa de Gran Bretaña”.
  “Sin embargo, un grupo de irlandeses liderados por Roger Casement, que había destacado por su crítica hacia los abusos coloniales en el Congo, pensaron que la guerra era una ocasión inmejorable para lograr la ansiada independencia”.
  “Las tropas británicas intervinieron con celeridad barriendo las posiciones nacionalistas con artillería y una cañonera”. “El levantamiento había dejado 450 muertos y 2500 heridos, entre ellos muchos inocentes que se habían visto atrapados en el fuego cruzado”.
  “James Conolli, que se encontraba demasiado débil para mantenerse en pie, fue atado a una silla para ser fusilado”.
  “Liderados por Eamon de Valera y Michael Collins, los nacionalistas libraron una eficaz guerra de guerrillas contra las tropas y los intereses británicos. Gran Bretaña respondió revocando el Home Rule y ampliando en 1918 el servicio militar obligatorio en Irlanda. Tras la guerra no llegó la paz a Irlanda: siguió una guerra civil, que en 1922 llevó a la división de la isla en el Estado libre de Irlanda, con capital en Belfast, que siguió siendo parte de Gran Bretaña. Era el inicio de un largo y cruento conflicto”. Sin comentarios.
  “Baroja consideraba que tan sólo Alemania era capaz de acabar con el clericalismo en Europa”.
  “En el bando aliado, con la llegada mensual de 300000 norteamericanos, la moral aumentó y creció el sentimiento de que el fin de la guerra estaba próximo”.
  “El cese definitivo de hostilidades fue fijado para las once horas del día 11 del mes 11 de 1918”. Qué curioso, como si hubiera sido un juego con final más que cierto y planeado.
  “Uno de los motivos por los que Hitler ejerció un atractivo tan fuerte en Alemania en 1933 fue porque gran parte del pueblo creyó de forma genuina que habían sido engañados en 1919. Sin embargo ese hecho por sí solo no explica la Segunda Guerra Mundial”.
  “El mapa de Europa se había convertido en una representación más certera de las identidades nacionales que el de 1914, pero el precio por respetar las identidades nacionales fue una mayor inestabilidad”.
  “un soldado británico: me dijeron que debía regresar a la Tierra de Nadie y enterrar a los muertos del Regimiento Newfouland. Parecían destrozados y las ratas surgían de sus pechos. Las ratas se alejaban de la lluvia debido a la tela sobre las costillas parecía un nido agradable. Cuando tocabas un cuerpo, las ratas surgían por todas partes”.
  Un nueve de nota para este buen escritor de historia: Álvaro Lozano.