Terminé el otro día El Coronel Chabert de Balzac. Me ha gustado mucho pero,
como pasa a veces, esperaba más. Imaginé que la acción se desarrollaría en
tiempo “real” y no como un tiempo ya pasado en el que busca su restitución,
como un muerto llegado del más allá a pedir cuentas para recuperar dinero –en
Balzac siempre se habla de dinero, mucho-, honor y, por qué no, el amor. Es un
tema recurrente este de volver cuando todo el mundo te cree muerto. De hecho
esta mañana he escuchado en la radio que alguien ha escrito un estudio sobre
las implicaciones jurídicas que tendría el que cualquiera de los cientos de
personas que se encuentran criogenizadas volvieran a la vida en caso de que la
ciencia avanzara lo bastante. La conclusión, aterradora, es que, legalmente
seguiría estando muerto: sin propiedades, sin identidad, sin derechos. Sí
estaría la persona viva biológicamente pero eso, imagino, no satisfaría a
nadie. Preferiría seguir descansando. Bastante lata es la vida con el paquete
completo.
En el volumen aparecen otras dos o tres novelitas y casi me ha gustado más
la última: El Contrato de matrimonio. Un joven de alta sociedad que decide
casarse con la hija deliciosa de una viuda también rica pero con deudas y en la
que se establece una especie de juicio previo de intereses al matrimonio. Se
hacen consideraciones y teorías de lo más interesantes en cuanto a esto tan
extraño llamado matrimonio. Al final pasa lo que tantas veces a lo largo de
toda la historia de la humanidad: los hombres, deslumbrados por la belleza son
muchas veces saqueados.
Este libro lo recomendaron fervorosamente en el foro que suelo visitar para
hablar de libros, literatura, películas, series. No es fácil, en la vida
física, real, encontrar gente con la que hablar de estos temas. También
recordaron que era un asunto que Javier Marías abordaba en su novela Los
Enamoramientos, haciendo hablar a su
amigo y medio maestro, Francisco Rico. Rico, convertido en personaje de
ficción. Pues bien, el domingo de esa semana –la de Reyes- en la que supe de
todas estas cosas llegué al Rastro, a los puestos que hay en el Campillo del
Nuevo Mundo y en el primer puesto al que le eché el ojo vi este ejemplar: una
edición barata de la editorial Olympia, del año 1995. Dos euros y medio, poco
más de lo que vale un café.
Ah! las otras novelas son La Misa del Ateo y la Interdicción.