Democracia en América, de
Tocqueville. Uno debe tenerlo todo hecho llamándose así. Leí un párrafo a mi
hija. Dijo que cómo puedo leer algo tan aburrido, “arenoso” ha dicho. Nada más
alejado de la realidad. Es un texto apasionante. Y más cuando vamos llegando al
final, cuando habla de las razas que han habitado y habitan –unos más que
otros- en el continente, blancos, indios y negros.
Tengo dos razones por las que me dio por leer
este clásico de la política y la literatura: encontré en la basura de mi casa, junto con un montón de libros más,
la segunda parte, así que debía tener la primera, y la segunda razón es porque
hace unos meses, no, hace 3 AÑOS!! escuché una deliciosa conferencia en la Juan
March sobre este autor francés y su maravilloso viaje. Eduardo Nolla era el
ponente y uno no podía dejar de admirar el poder de este profesor para poner
los dientes largos a los escuchantes. Imaginemos un par de jóvenes que en la
flor de la edad, veintitantos tanto Tocqueville como Beaumont, se marchan desde Francia a Norteamérica en 1831 sin pegas de
dinero –nada más terminar el viaje heredaría de su madre un castillo de la
familia y grandes extensiones de tierra- y con todo el tiempo del mundo para
estudiar el sistema penitenciario. Dos años tardaron. Viajaron por muchos
estados y estudiaron no sólo esto sino también la forma en la que se organizaba
políticamente y socialmente la joven nación.
Es verdad que en ocasiones, pocas, el texto resulta un poco de más
técnico, hablando en jerga jurídica y legal, pero la mayoría de las veces es
ameno y contiene impagables observaciones.
“A
medida que se ensanchan los límites de los derechos electorales, se siente la
necesidad de ampliarlos aún más, ya que cada nueva concesión aumentan las
fuerzas de la democracia y sus exigencias crecen con el nuevo poder”.
“Los legisladores americanos no muestran gran
confianza en la honradez humana, pero siempre suponen inteligente al hombre.
Por lo tanto, para la ejecución de las leyes suelen apoyarse en el interés
personal”.
“En Europa, el criminal es un desgraciado que
lucha por ocultarse de los agentes del poder; la población presencia esta
lucha, como si dijéramos. En América es un enemigo del género humano y tiene en
su contra a la humanidad entera”.
“Los ingleses, después de haber cortado la
cabeza a uno de sus reyes y expulsado a otro del trono, aún se ponían de
rodillas para hablar con sucesores de estos príncipes”.
“Los gobiernos, en general, sólo tienen dos
medios de vencer la resistencia que les oponen los gobernados: la fuerza
material que encuentran en sí mismos, y la fuerza moral que les prestan las
sentencias de los tribunales”.
“El gran objeto de la justicia es el de
sustituir la idea de la violencia por la idea del derecho, colocar
intermediarios entre el gobierno y el empleo de la fuerza material”.
“… es una esencia de que el único medio de
neutralizar los efectos de los periódicos es multiplicar su número. Parece
mentira que una verdad tan evidente no se haya divulgado aún entre nosotros”.
“Cuando un Estado está amenazado por grandes
peligros, se ve a menudo al pueblo elegir con acierto a los ciudadanos más
idóneos para salvarlo”.
“La verdadera ventaja de la democracia no es,
como se ha dicho, la de favorecer la prosperidad de todos, sino únicamente la
de servir al bienestar de la mayoría”.
“… en América no hay proletarios. Dado que
cada uno tiene un bien particular que defender, todos reconocen en principio el
derecho de propiedad”.
En los Estados Unidos casi no hay cuestión
política que no se convierta, tarde o temprano, en cuestión judicial”.
“…
cuando la religión pretende apoyarse en los intereses de este mundo, se vuelve
casi tan frágil como todos los poderes de la tierra. Sola, puede esperar la
inmortalidad; aliada con poderes efímeros, se une a su destino y con frecuencia
cae junto con las fugaces pasiones que los sostienen”.
Me ha gustado especialmente, hacia el final
de la primera parte, cuando se habla de las tres razas. Los colonos llevaban al
ejército delante, arrastrando a los indios hacia el oeste mientras ellos
establecían las plantaciones o las explotaciones mineras. Describe una escena
en la que un grupo de familias indígenas, con hombres mujeres y niños,
cansados, derrotados, se disponen a cruzar el río Misisipi. Llevaban rifles,
sacos con sus cosas, perros. Nadie llora, nadie se queja, todos saben que no
volverán a la tierra que los vio nacer.
En la segunda parte se habla de manera más
genérica de la igualdad que otorga la democracia en contraposición a la
aristocracia. Era consciente que el mundo estaba cambiando. “Desde hace
cincuenta años Europa ha sufrido muchas revoluciones y contrarrevoluciones que
la han conmovido en sentidos contrarios, Pero todos esos movimientos se parecen
en un punto: todos han quebrantado o destruido los poderes secundarios.
Privilegios locales que la nación francesa no había abolido en los países
ocupados por ella, acabaron por sucumbir a los esfuerzos de los príncipes que
la han vencido”.
Acaba con un deseo o una premonición. A uno
le entra el vértigo al saber lo que le esperaba al mundo; el último párrafo:
Las naciones de nuestros días no pueden impedir la igualdad de condiciones en
su seno; pero de ellas depende que la igualdad las lleve a la servidumbre o a
la libertad, a la civilización o a la barbarie, a la prosperidad o a la miseria”.