miércoles, 21 de marzo de 2012
Ribeyro
Sobre mi admirado Julio Ramón Ribeyro. Lo leí a través de unos perio-libros que salieron en el ABC hace un porrón de años. No conocía nada de él hasta entonces. Dentro había un relato titulado “Sólo para fumadores”. Yo entonces fumaba. Me gustó tanto, me reí tanto, me sentí tan cerca de este hombre que desde entonces busqué, sin mucho éxito, cosas publicadas por él en España. Hasta que un día vi que salían sus Cuentos Completos. Ahí estaba el de los fumadores y otras muchas obras de arte. Luego publicaron sus diarios: La Tentación del fracaso. Maravilloso tomazo que se me hizo tan corto como esas novelitas del oeste que leía mi suegro. Entrada de Septiembre del 58. “Me gustan las personas que tienen dificultad para expresarse porque ellas son las que hacen, en el curso de la conversación, los mejores hallazgos. De los que hablan fácilmente, en cambio, no podemos esperar otra cosa que un discurso razonable, rutinario o previsible. El lento, el vacilante en expresarse se sorprende a sí mismo y sorprende a los demás. Su esfuerzo, cuando es inteligente, da siempre frutos. Puede hablarse en este caso de una ´conversación creadora´”.
Y sobre las Prosas apátridas, qué decir. Es de tanto subrayar que al final es mejor no tocarlo porque todo él es un subrayado fundamental. Algo parecido a lo que hizo Jünger en La Tijera. En su primera entrada habla ya de los libros y de lo apabullante que puede llegar a ser para un escritor entrar a una librería. Muchos libros nacen ya inútiles, abandonados desde el principio en el olvido. Se pregunta por qué unos autores serán leídos siempre y otros serán pronto olvidados. “¿Qué emperador chino fue el que destruyó el alfabeto y todas las huellas de la escritura? ¿No fue Eróstrato el que incendió la biblioteca de Alejandría? Quizás lo que pueda devolvernos el gusto por la lectura sería la destrucción de todo lo escrito y el hecho de partir inocente, alegremente de cero”.
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