martes, 18 de mayo de 2010

19/05/2010

19/05/2010

Me pregunta una sobrina, después de una comida pesada, porqué no tengo yo tableta de chocolate como Ronaldo o Aznar. Le digo que sí, que la tengo, pero más adentro, a lo hondo. Luego me cojo la bici y me voy a entrenar. Y, ya lo he dicho alguna vez; se me ocurren un sinfín de tonterías mientras monto en bici o corro. Hoy, sobre todo dos frases: “Tengo el cerebro lleno de mocos y por más que me suene no consigo vaciarlo”. Se podría hacer una novela con ese material. Y también “Siempre ha habido maldad en el mundo lo que pasa es que ahora hay muchas más ventanas para contemplarla”.

Siempre he pensado que lo peor que podía pasarle a Borges era quedarse ciego como al final se quedó. El peor de los infiernos para alguien que decía que se jactaba sobre todo de lo que había leído. Que no podía concebir su mundo de otra manera. Ayer una guitarrista cubana –al menos así se ganaba la vida- perdió su brazo izquierdo en un accidente en el metro de Madrid. Su esposa decía que cuando despertara su brazo ya no estaría allí –aunque he leído que se lo han reimplantado- y que no podría soportarlo.

¿Nadie más lo ve? Toda la vida, desde que nacemos hasta que morimos somos engañados. Nos cuentan milongas para que las creamos pero las verdades son pocas y sencillas: nacemos, vivimos, nos multiplicamos y nos morimos. Lo demás son adornos para hacer la cosa más llevadera. Lo que pasa es que algunos quieren vivir mejor a costa de los otros.

Tengo la sensación de que cada vez más, estamos manejados por menos. El pasado verano nos amenazaron con la pandemia de la gripe del cerdo que pasó a llamarse A para no molestar a los ganaderos. Los gobiernos pagaron millones a las farmacéuticas entre comunicados catastrofistas. Los comentaristas nos remitían a procesos parecidos en la historia del tipo: “Hubo gente que se moría apuntando con una escopeta”. Todo quedó en nada excepto el gasto. Es todo de un absurdo que le deja a uno perplejo: se han vendido en España miles de pulseras –a treintaytantos eurazos- porque dicen, -la fe-, que produce fuerza y equilibrio: una suerte de rosario posmoderno.

Termino de leer El teatro de Sabbath de Philip Roth. Todos habremos conocido un tipo así, como Mickey Sabbath, deslenguado, atrevido, inteligente hasta el paroxismo, que soporta impasible ese silencio incómodo que provoca el que da vergüenza ajena. Una novela poderosa y atrevida con un lenguaje y algunos capítulos que si no fueran tratados por quien es, parecería porno del barato. Una novela que abarca un montón de vidas con un armazón digno de lo mejor que puede leerse ahora.

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