domingo, 13 de octubre de 2024

PUEDO PROMETER Y PROMETO. MIS AÑOS CON SUÁREZ. FERNANDO ÓNEGA.


 

   Dice la contraportada y dice bien que la leyenda de Adolfo Suárez crece con el tiempo, quizá en contraposición a la imagen menguante de nuestros políticos actuales.

  Dicen los que no saben o no quieren saber que nuestra Transición, nuestra democracia viene directamente emanada del franquismo. Pero es que el franquismo que decía tenerlo todo atado y bien atado no hubiera permitido jamás ver sentada en el banquillo del parlamento a la Pasionaria o a Carrillo o a Alberti. Nunca hubiera permitido la entrada en España sin detenerlo a Tarradellas. Nunca hubiera permitido la existencia de partidos políticos.

  Fernando Ónega fue durante un tiempo algo parecido a un jefe de prensa de Suárez y por tanto tiene recuerdos que compartir. A mí me han parecido apasionantes.

  Y salva de nuevo a la figura del rey quien junto a él llevaron a este país desde lo que fue una de las más largas dictaduras a una democracia plena que nos puso en la vereda del ingreso en el mundo de las mejores democracias: “el auténtico motor de la legalización del PCE fue el rey, y Suárez el gran ejecutor”.

  Tuvo que lidiar con la furia de un terrorismo que lejos de aflojar una vez alcanzada la libertad, apretó las clavijas de todos los estamentos del estado. “cuando se redactaba el Estatuto de Gernika, Suárez creyó, o se lo hizo creer Arzalluz, que la Educación era el precio que el Estado tenía que pagar para la desaparición del terrorismo. La historia demostró después que, si eso era cierto, hacían falta muchos más ingredientes y, desde luego, muchas más víctimas”.

  “En solo unos meses Solé Turá, comunista, había pasado de la posibilidad de ser detenido a formar parte de los redactores de la Constitución”.

  “En su fachada (Moncloa) una placa recordaba que el edificio había sido reconstruido por el Generalísimo Franco. Felipe la conservaba para presumir de respeto a la historia”. “Aprecio los testimonios históricos”, añadió.

  Le da un tirón de orejas con el que no estoy de acuerdo. El libro salió en 2013 y muchas cosas pasaron desde entonces. Se refiere a los nacionalismos: “Su peor herencia quizá haya sido que impidió un tratamiento diferenciado para Cataluña, el País Vasco y Galicia, las nacionalidades históricas, y de ahí procedió parte del descontento de esas comunidades y, singularmente, del crecimiento del independentismo catalán”. Negativo. Si hay un sentimiento de independencia España debe lidiar con él. Una de palo y otra de zanahoria. Acostumbrarse. No dar mucho de golpe: ellos nunca se sentirán satisfechos, como esos glotones que explotan si los dejas comer todo lo que quieren.

  Sobre el 23 F uno de los párrafos que mejor pueden explicarlo: “Los jefes militares le estaban diciendo que la situación de España era muy mala, y el rey no podía negarlo. Utilizaban como argumento la poca eficacia de la lucha contra el terrorismo, y el rey coincidía. Los nacionalismos podrían constituir una amenaza contra la unidad de España, y ¿y cómo no estar de acuerdo? Le argumentaban que se debía producir un cambio, y el rey también lo pensaba. El cambio era un golpe de timón, y al rey no le sonaba mal, porque era una expresión habitual. Y llegó un momento en que interpretaron que el rey daba el visto bueno para la intervención”.

 

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