viernes, 15 de marzo de 2019

LA MIRADA INMOVIL. Ramón J. Sender.



  Después de leer el libro de conversaciones con Peñuelas tenía tantas ganas de seguir leyendo cosas de Sender que en el Rastro pregunté por sus libros y la mujer encargada –estas personas sí saben lo que venden y dónde está a pesar de que su librería está atestada desde el suelo hasta el techo de libros usados- me enseñó la estantería y pude ver que había cinco o seis títulos. Algunos ya los tenía. Éste lo vi, lo ojeé, lo seguí hojeando y vi que en algún capítulo hablaba de su experiencia en la guerra de Marruecos. No me lo pensé. Luego, ahora que lo he terminado, a toro pasado como se dice, puedo decir que me equivoqué. No me ha gustado. Es una novela menor del autor y se nota porque tiene pocas reseñas y casi nunca forma parte del listado de sus obras.
  El argumento es confuso. Quizá Sender claudicó sin querer en aquellas modas en las que cuanto más confuso mejor. En la contraportada se hablaba de que la novela proponía un viaje peculiar, desde los enigmas de nuestra historia. No lo vi por ninguna parte, ni siquiera los enigmas.
  Tiene bastantes líneas de la propia biografía del escritor. Su exilio en EEUU, sus clases universitarias, las amantes, la sombra de la mujer asesinada por los franquistas, los hijos, los amigos.
  Tiene, como todos los libros de Sender observaciones impagables. Por ejemplo esta de la Inquisición y el motivo de que seamos como somos: “Decía Marañón, otro estoico, aunque menos dispuesto al heroísmo ejemplar: Lo malo de la Inquisición, lo que excitó el odio de todos y lo que acabó con su crédito desde mucho antes de que fuera abolida, no era su pretendida crueldad, sino el haber fomentado la delación, el haberla dignificado, considerándola como servicio a Dios, con lo que se hincharon, como esponjas en un cenagal, las malas pasiones de la humanidad resentida”.
  “Sería bueno morirse como los animales en el fondo de un bosque oscuro oyendo a los pájaros en los árboles y viendo filtrarse entre las ramas una última lus macilenta. Sola yo y sin invitados. Sola una consigo misma y con Dios”.
  “Cristo no ha existido sino en la imaginación creadora de algunos seres como el Bobo de Coria que tienen el secreto de la humanidad entera. Nunca ha existido y por eso puede darnos a todos la suprema lección desde la cruz. No nació nunca sino en la mente iluminada de Platón y de Filón de Alejandría con la idea del Logos y por eso no morirá nunca. Es decir vivirá mientras haya un hombre sobre la tierra como decía San Agustín y con la muerte de este último hombre morirá también Él. Eso solo lo sabemos por ahora, quizá, San Agustín, el Bobo de Coria y yo”. GENIAL.
 El ejemplar es una edición destrozada de Argos Vergara, descosida, del año 79. Un desastre, pero qué más se puede pedir por 2 euros.

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