lunes, 10 de junio de 2024

FFELIX VARELA Y LA PROSPERIDAD DE LA PATRIA CRIOLLA.


 

JOSE ANTONIO PIQUERAS.

  Anoche estuvimos cenando después de las clases de baile (desastrosas) y nos fuimos a cenar al restaurante de al lado. Esta vez, aparte de los habituales, se apuntó una pareja originaria de Cuba. Yo quise sacar el tema de Cuba y su política, o más bien, de su falta de política. “Allí si no te apuntas al partido vas jodido”. Entonces le hablé de este libro: “¿Os suena el nombre de Félix Varela?”. Yo he de reconocer que hasta que no lo compré allá por el mes de julio del año pasado, no me sonaba de nada. “Claro, me respondieron a la vez, nosotros, todos los estudiantes en Cuba, saben de ese importante político”. Así se nos da la paradoja de que saben más de él los cubanos que los españoles, de donde él era natural, si no de nacimiento (nació en La Habana en 1788 confirmando la idea de que los de segunda o tercera generación procuran la independencia de su tierra cuando se da el caso) sí de origen puesto que su padre era militar español destinado allí.

  En un principio él respetaba la ley. “Cada ciudadano español es parte de la nación y puede decirse parte de la soberanía; pero ésta es indivisible, y sólo existe reunida la representación nacional, de la cual emanan después todos los poderes”. Todo eso durará hasta 1824, año en el que comienza a vislumbrar a Cuba como patria independiente.

  Aparte de ideólogo de la independencia también lo fue como abolicionista de la esclavitud. Estamos hablando del siglo XIX y aún estábamos así. “Las Cortes acordaron por mayoría no votar sobre el proyecto de ley penal acerca del tráfico de negros, con lo cual el asunto quedó zanjado. Una vez más los intereses esclavistas se habían impuesto”. La pela es la pela y las inversiones que se hacían no podían quedar sin sus correspondientes beneficios. “…reclamaban una moratoria de al menos seis años que permitiera a las haciendas proveerse de brazos, especialmente hembras africanas para la conservación de la especie y de las fincas”. El deseo de libertad (las ideas ya viajan a la velocidad de la luz gracias a la imprenta) les daba el deseo de ser tan felices como esos otros en el que solo se diferenciaban por el color de la piel. “Desengañémonos: Constitución, libertad, igualdad, son sinónimos; y a estos términos repugnan los de esclavitud y desigualdad de derechos”.

  Pero siempre hay una variable y un conflicto en el alcance de una ilusión: “El deseo de encontrar lo mejor nos hace a veces perder todo lo bueno”.

  El libro se completa con algunos trabajos de índole jurídico e histórico sin gran interés por mi parte. Una cosa buena: ya sé quién fue Félix Varela y doy por bien empleado el euro que me costó. Editorial de la Fundación Maphre, cuidadosamente cosido, de buen papel, que se nota la abundancia de medios para, quién sabe, justificar qué gastos. Da igual.

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