En realidad el nombre de Juan Iturralde fue el seudónimo de José Pérez Prat, abogado del estado.
En esta novela y volviendo a Trapiello dice que: “la primera exculpación de la izquierda en la responsabilidad de las checas de Madrid dando a entender que el terror fue obra únicamente de los incontrolados. La tesis le valió una favorable e interesada acogida al margen de su encomiable sobriedad y equidistancia en pos de la reconciliación nacional que la sociedad española demandaba en el momento de su publicación”.
Cuando estalló la guerra tenía Iturralde veinte años. Muchas de las cosas que se cuentan las vivió de primera mano y otras que le contaron. Él pertenecía, como el protagonista, juez de instrucción, al mundo del derecho. Se alistó como requeté. La izquierda durante todas estas décadas no ha querido oír hablar sobre los muchos crímenes cometidos en el Madrid de la guerra.
El estilo de cómo está escrito el libro no me ha gustado: “un estilo literario simulteanista y torrencial, tan de moda en aquellos años”. Pues esa moda, menos mal, quedó atrás. A esto en la contraportada se llama “escrito con enorme inteligencia creativa”. Recomienda para contrarrestar Trapiello a Morla Lynch, el embajador chileno en Madrid en su España sufre. Ni que decir tiene que ya está en la cesta.
Párrafo subrayado: “No se conformarán con los saqueos ni con las matanzas del Cuartel de la Montaña porque se mascaba y respiraba el odio, que surgía ahora pero que existía desde mucho tiempo atrás y que era una acusación irrefutable, un enorme chancro que habíamos intentado curar con aspirinas y compresas calientes”.
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