Esta es una historia de amor y de erección: un músico en un teatro de variedades quiere acostarse con una vedette pero bebe demasiado. A la mañana siguiente tiene tal erección que no consigue que baje ni siquiera haciendo el amor. Toda la novela es una sucesión de actos amorosos más o menos dolorosos. Hay descripciones que bien podrían encontrarse en un tratado de sexología. Sin embargo apenas causa en el lector otra cosa que inmensa tristeza. También tiene sus buenas dosis de humor.
“¿Por qué los hombres habían perdido el hueso del pene, por qué no lo habían conservado como el resto de los grandes simios? Lo sentía no como una injusticia para con la especie, sino como un agravio personal”.
“En opinión de Raquel era de lo más curioso que, generalmente, para alcanzar la alegría y la decisión necesaria para utilizar los salones de relax, los hombres tuviesen que beber hasta emborracharse”.
La mujer que me lo vendió junto con otros cuatro por wallapop (treinta euros en total) me dijo que este autor siempre le había encantado pero que el mejor era el de Ochenta y seis cuentos. Otra a quien ya tenía hecho el encargo se arrepintió en el último momento. Ya caerá.
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