jueves, 2 de mayo de 2024

OLGA TOKARCZUK. LOS LIBROS DE JACOB.


 

  Debo confesar que me costó decidirme leer este libro, pero un comentario de Juan Claudio de Ramón de cuyos escritos he disfrutado mucho, lo recomendó en su twiter. En realidad dijo que había leído unas cien páginas y que le estaba sorprendiendo. Lo había tenido en las manos algunas veces pero el precio, carete, y las páginas, 1063, me echaban para atrás. Sin embargo lo busqué y vi que cerca de casa alguien lo vendía por un tercio, y estaba nuevo. He tardado diecisiete días en leerlo. A ella ocho años escribirlo.

  Al principio me costaba creer que alguien de ahora fuera capaz de realizar tamaña obra. Busqué quién era: una joven escritora polaca ganadora del premio Nobel en el 2019 correspondiente al 2018. Y digo joven porque nació en el mismo año que yo.

  El libro cuenta la historia de un personaje que parece sacado de un cuento de las Mil y una noches, o de la Biblia o de un tratado oculto en una biblioteca de un monasterio ortodoxo olvidado. Pero es real. Cuenta la historia de un profeta, de un Mesías, de un iluminati que vivió en el este de Europa en el siglo XVIII y arrastró consigo a varios cientos de personas que esperaban algo sobrenatural de él. Sus seguidores practicaban el sexo entre ellos y él, Jacob Frnak, podía tener sexo con quien quisiera. Practicaban ritos orgiásticos y bacanales porque decía que así podrían alcanzar mayores niveles de santidad. Por aquí, en el Siglo XXI se acaba de anunciar unas joranadas de música bajo el reclamo de “Si nos organizamos follamos todos”. Siempre ha sido un reclamo el sexo para sacar tajada.

  Estuvo relacionado con nobles y reyes. Fue perseguido y protegido por toda clase de personas.  

  Contiene observaciones con las que no se puede dejar de estar de acuerdo: “Opina que la mayoría de la gente es estúpida y que es la estupidez humana la que llena el mundo de tristeza”.

  Las prácticas de justicia entonces eran pelín crueles: “Seis fueron condenados a desmembramiento, en cambio uno- puesto que en el último momento abrazó, junto a su mujer e hijos, la sata fe católica- fue condenado a un castigo más leve: tan solo le cortarían la cabeza”.

  Dedica una página (540) a la capacidad de algunas personas para tener un liderazgo natural. Jacob lo tenía de sobra. Era capaz de inclinar cualquier tipo de voluntad, viniera de donde viniera.

  Debo confesar también que en algunas ocasiones he estado tentado en abandonar la lectura: demasiados nombres polacos. Demasiadas vías principales y secundarias, demasiados vericuetos, demasiadas páginas. Éstas van numeradas hacia atrás en homenaje a los libros hebreos.

  En fin, que me ha gustado, es un verdadero prodigio, pero a partir de ahora me pensaré el abordaje de un libro tan denso, ¡tan gordo!

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