lunes, 2 de agosto de 2021

FERNANDO TRUEBA. DICCIONARIO DE CINE.


 

  Amo a la familia Trueba. Al menos a los que conozco: Fernando, David y a su sobrino Jonás, hijo de Fernando. Y los conozco por sus artículos, sus películas, por su manera de de decir las coas: pausadamente, con finura, con gracia, demostrando referencias, anécdotas, vivencias. Por culpa de Fernando también he tenido que sufrir trifulcas debido a que, aparte de la forma de decir las cosas, a veces, también, mete la pata mucho, para provocar, para hacernos parecer que es moderno, atrevido, incluso en contra de sus propios intereses y de sus propios seguidores entre los cuales me siento. Sí, aquello que dijo antes de un estreno suyo de que no se había sentido español ni un minuto de su vida. Hombre, eso dio mucho que hablar. Yo lo defendí porque quizá supe ver lo que otros sólo sabían a secas: que era un gilipollas por decir eso y que iba a ir a ver la película su puta madre. Tal cual. Pues a pesar de todo yo sí fui a ver su película y ahora, año y medio después del comienzo de la pandemia, he vuelto al cine, sólo en esta ocasión, para ver su último estreno: El Olvido que seremos, novela que me arrancó lágrimas y sonrisas a  partes iguales.

  El Diccionario es, como él mismo dice, de lo más subjetivo. Es imposible hacer algo objetivo de los sueños. Porque el cine son sueños hechos de imagen. Y está bien. A mí me ha gustado. Cuenta anécdotas graciosas de esas de las que hablan los cineastas, de cineastas a los que encima les gusta leer cosas de cine y encima Fernando, que se ha relacionado nada menos que con Wilder y que nada menos que Paul Newman le felicitó por su Oscar.

  Lo compré en la fabulosa librería de la calle de las Estrellas, a los pies de los cines Renoir, 8 ½. Y vi algunos títulos que me hubiera llevado igualmente: una guía de cómo hacer un guión y la historia del rodaje de Apocalypse Now, de Sofía Coppola. Para otra vez será.

  Yo me lo he pasado bien leyendo este libro. Y, como recordaba un realizador: el mayor pecado es aburrir al público.

  Me doy cuenta ahora que no he hecho ningún subrayado. Quizá porque este libro es la decantación sobre la inmensa cantidad de cosas que podría decir; es decir, todo el libro es un subrayado. Por ejemplo. Hablando de la palabra Guión: “El guión es una herramienta de trabajo, la base sobre la que se construye una película, los papeles que se reparten a un equipo para que todos sepan lo que tienen que hacer y a los actores para que sepan lo que tienen que decir”. Y en alguna parte recuerda (mucha gente cree que no) que a los actores les dicen lo que tienen que decir.

  Recordaré siempre la lectura de este estupendo libro con los primeros días pasados en la costa alicantina, entre caminatas, playas al atardecer y buenos alimentos. Y muchas horas de sueño, modorras debido a la bajada de tensión, las cervezas, los vinos blancos helados. Sueños, ¿No es también lo que soñamos una especie de película?

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