sábado, 30 de agosto de 2025

TERESINA, LA HIJA DEL MINERO. MANUEL ESPINOSA.


 

   Otra novela de un conocido, en este caso del amigo sevillano Manuel Espinosa, Sap. Para hacerla posible el autor la ha estado pergeñando durante años. Cuando llevaba más o menos cien páginas me ha dado por pensar que tiene un estilo parecido al humorista británico, Tom Sharp. Humor británico pasado por el sevillano, casi ná.

  A las pocas páginas una duda existencial: calcula cuánto debe un humano hacer pis para llenar una piscina olímpica. Puede parecer baladí pero hay personas que se dedican a calcular esas cosas. ¿Lo ha calculado el autor? Se lo preguntaré.

 

Es una novela, diría yo, que galdosiana por algunos motivos: la elección de los nombres, las situaciones, la descripción de los personajes. ¿Qué me aporta a mí el devenir de estos personajes como sacados de una película neorrealista? Es lo que he pensado algunas veces pero, por lo que sea, he seguido leyendo. Uno que me resulta entrañable es el “plasta” de Julián: Como en toda comunidad de vecinos, como en todos los bares con solera, como en todos los grupos de wasap, siempre hay un plasta, pero en este caso un plasta filosófico.

 “¿Sabe, Juan? Yo estoy cansado de ser persona, ¿usted no? Cansado de la viscosidad de la vida”. Hay oficio. Siempre lo he pensado: al autor se le da bien cualquier cosa. Dibuja, pinta, escribe, cuenta historias y anécdotas como un monologuista… ¡ay si cogiera un instrumento!  

    

  Acabada la lectura de la Teresina resulta que salgo como personaje. Herminio, que tiene la dentadura postiza de quita y pon. Mal. Entonces ¿qué pasa con la fortuna que me he gastado en implantes? Por cierto que se me ha caído una corona comiendo una hamburguesa, menos mal que la noté revoloteando y la tengo guardada para cuando venga la doctora de vacaciones. Le diré que me ponga una buena arandela de esas que se aprietan solas. Y todavía peor, el Herminio se tira a la tatuada como si tal cosa, a la Lidia. No oiga, no. La verdad es que me ha recordado a aquella escena memorable de El Cielo protector de cuando el que hace de Paul Bowles está dentro de una tienda de campaña con una mujer árabe cuyas tetas grandes, morenas, maternales, lúbricas, no he podido olvidar. Claro, tenía veintiocho años.

  También sale Herminia como la autora de las leyendas de San Abundio. Vaya lo uno por lo otro.

   No puedo ocultar que algunas veces, si alguien me hubiera visto a través de un agujero mientras la leía, la novela, me hubiera visto poner las caras de Martes y trece de cuando soltaron aquel sketch de las empanadillas de Móstoles... ¿Existe el Borro? Se desfloraba “a mano” a la chiquilla por la madrina con el “olisbo tallado en madera de cerezo”.

  El Herminio también sale en versión cafre, valga la redundancia: “Ya sé que aquí no dejan fumar, pero a mí me sale de los huevos fumar y fumo”. Dijo. En la realidad he sido el mayor aplaudidor de cuando se aprobó la ley que prohibía fumar en sitios cerrados.

  Es el libro del que considero un amigo sevillano al que estimo y quizá tenga deformada la valoración de esta lectura. Me ha divertido y en ocasiones he soltado alguna carcajada, qué más se puede pedir.

domingo, 24 de agosto de 2025

LA MUERTE DE MI PADRE. VIGILAR Y CASTIGAR. MICHEL FOUCAULT.


 El calor, las vacaciones, la muerte de mi padre, después de 80 horas sedado en su casa, rodeado de su familia; las horas de reflexión sobre la vida y la muerte, no leer la prensa y no ver los telediarios, todo junto, ha hecho que me esté despolitizando. Sí, he pensado mucho en ello. Cuando llegué el viernes 8 bien temprano a su casa, mi padre se encontraba lleno de angustia. Como un adolescente echado en la cama que hubiera bebido sin control. No sabía decirme lo que le pasaba, sólo hacía muecas de queja y dolor sin que nadie supiese qué le dolía. Llamamos al médico de paliativos y después de tomarle las constantes, 80 de saturación en sangre, decidimos entre todos ponerle de manera subcutánea un cóctel de productos mórficos. El médico, amable, humano, simpático, competente, nos dijo que no creía que pudiera llegar al domingo, sin agua ni alimento alguno. “Es para ayudar en el tránsito, nunca una eutanasia”. Debo confesar que cuando tomamos mi madre y yo la decisión con ellos me entró un vértigo terrible. Íbamos a decidir que mi padre nunca más iba a despertar. Nada más ponerle la aguja su rostro cambió y se transformó en el de una persona profundamente dormida, placenteramente dormida. Pero su vida, su cuerpo, era ya inviable, invivible. El caso es que estuvo todo el viernes, el sábado, el domingo completo, para dejar de respirar el lunes a la una en punto de la madrugada. Consumido, deshidratado como una fruta al sol.

  Terminado Vigiliar y castigar, el libro que citaba el juez Marchena en su libro sobre la justicia. Confieso que las primeras páginas me asombraron. Se detallaban varios ejemplos de suplicios. Su autor es el intelectual francés que tanta influencia ha tenido: Michel Foucault. Curioso cómo va cambiando la forma de administrar la justicia en el mundo.

“Ser testigo es un derecho que el pueblo reivindica; un suplicio oculto es un suplicio de privilegio, y con frecuencia se sospecha que no se realiza con toda severidad. Se protesta cuando en el último momento la víctima es hurtada a las miradas”.

  Los procesos penales eran ocultos incluso para el reo que no sabía nada de los jueces, de los fiscales, ni siquiera de qué se le acusaba, pero la pena, cruel, era exhibida al pueblo para dar ejemplo. El castigo como advertencia.

  Si uno busca la palabra “panóptico” en un buscador le saldrá su significado y la referencia de Foucault. 

“Un panóptico es un tipo de arquitectura carcelaria diseñada para permitir que un vigilante observe a los reclusos desde una torre central sin que estos sepan cuándo están siendo observados”.

  “El detenido tendrá sin cesar ante los ojos la elevada silueta de la torre central desde donde es espiado. Inverificable; el detenido no debe saber jamás si en aquel momento se lo mira, pero debe estar seguro de que siempre puede ser mirado”. Es a lo que tienden los sistemas políticos más o menos modernos: el control total del ciudadano.


 

lunes, 18 de agosto de 2025

FUERA DE JUEGO. EMMANUEL CARRÈRE.

  

  Después de la “historia” pura, que es así como considero los libros de Scurati sobre Mussolini, he querido leer algo ligero, una novela. Se la compré a un argentino en una papelería de barrio. Vende todos los usados a 3 euros. Lo compré sólo por ser quien es el autor.

  Apenas tenía poco más de treinta años y con esa edad normalmente aún haces pruebas, experimentos. La novela es algo confusa. Y lo hace aposta como declara al final. Trata de una mujer que se ha separado y se da al juego. Tiene un niño pequeño al que descuida. Es profesora y esta quemada, algo perfectamente normal. Un día va al casino y prueba con la ruleta. Su perdición. Tiene una herencia a la que quiere poner finiquito lo antes posible. Ganando o perdiendo, le da igual.

  A mí me ha aburrido. Aún le faltaban muchos años para que llegara a ser el gran Carrère en el que se convertiría con El adversario.

  Ni para lectura de verano. Comienzo el libro que citó el juez Marchena en su libro. Vigilar y castigar de Michel Foucault. Una de cal, blandita, y otra de arena, dura.

miércoles, 13 de agosto de 2025

EL HOMBRE DE LA PROVIDENCIA. ANTONIO SCURATI.


 

 Años del 1925 al 1932. Hitler y él se van a conocer. Dice el autor que ha escrito este libro para conocer el pasado y para prepararnos en no repetir la historia.

  Churchill hizo una declaración política en enero de 1926 que me ha llamado poderosamente la atención: “Italia gana cada vez más importancia bajo la dirección viril e iluminada de su actual gobierno, que ha asegurado una magnífica posición en Europa y en el mundo”.

  Leo esto y me pregunto: ¿a quién estuvo Churchill dispuesto a ayudar en nuestra guerra leyendo esto? Antes de caer Barcelona ya estaban muchos países reconociendo el gobierno de Franco. ¿Se pueden comentar cosas de estas? ¿El debate de la famosa ley de Memoria Democrática es posible? Va a ser difícil.

En aquella época también se firmaban manifiestos a favor de las tesis fascistas.

  “La historia nos enseña que, cuando te toca en suerte un cataclismo, hay que obedecer a un único criterio: vivir. Vivir y perdurar. Sobrevivir como hombres del porvenir. Nada distinto, nada más, nada menos”.

  “El Duce convocó a la prensa para explicarles que el periodismo italiano no ha sido privado de sus libertades por estar reglamentado. De ningún modo. Todo lo contrario, es el más libre del mundo precisamente porque sirve a una causa y a un régimen, mientras que en otras partes los periódicos se limitan a la exigua tarea de la compraventa de noticias excitante”.

  “La guerra es una forma de negocio: tantas pérdidas y tantas ganancias”.

  Omar al Mutjar “es un hombre anciano de unos sesenta años”.

  Me gusta la forma poética de escribir de Scurati. Por eso pienso comprar los dos siguientes: “Los hombres, agotados, aturdidos por el cansancio, calcinados por la sequedad, se hunden en sueños estólidos bajo un cielo prehistórico que los engulle con el único e irresistible hechizo del que hace gala lo que no tiene nombre”.

  Próxima estación: Los últimos días de Europa.

viernes, 1 de agosto de 2025

LA SUBASTA DEL LOTE 49. THOMAS PYNCHON.


  Terminé los dos días de lectura que he gastado en leer La subasta del lote 49, de Thomas Pynchon. Durante décadas he oído cosas interesantes de esta novela del escurridizo escritor norteamericano. Lenguaje laberíntico, publicada allá a mediados de los sesenta. “El lector tiene que poner de su parte”, “Se debe leer con gran concentración”. Se lo compré a una mujer de Móstoles junto a otros cuatro, “un lote” en el que este me ha parecido el peor. ¿Por qué se han empeñado los escritores en un determinado periodo de la historia en querer confundir al lector? No, oiga, cuénteme una historia bonita o fea, cruel, insoportable si quiere, pero que sepa  qué me quiere decir. “Usted no es lo suficiente inteligente para leer mis libros” parecen decir. Pues allá ellos. La mujer (estuvimos unos instantes hablando) me dijo que no había podido pasar de tres o cuatro páginas. Ahora la he entendido. En la novelita la señora Maas recibe una carta donde se dice que ha sido nombrada albacea de un ex el cual tenía una inmensa fortuna. Hasta ahí vale. Pero a partir de ahí hay un lío de personajes, de reflexiones, de historias y sub-historias que parecen no tener nada que ver con la trama.

  Recuerdo hace un montón de años, seguramente a mediados de los noventa, cuando compraba religiosamente todos los domingos El País, cuando era un diario serio y donde leía igualmente el Babelia, seguramente leería una reseña entusiasta cuyas ondas me han llegado hasta ahora. Bueno, pues después de Vineland, fracaso, y ahora esta, se acabó Pynchon.

  Dicen que estudió literatura con el gran Nabokov. Está claro que siguió su propio camino, aunque he de decir que alguna obra del ruso también me costó lo suyo. En cualquier caso él no recordaba al joven americano.