jueves, 18 de noviembre de 2010

El Sueño del Celta. Mario Vargas Llosa.

Contó una vez Robert Graves que hizo renacer a un personaje histórico; el emperador Claudio, y que éste le sacó a él de la pobreza. Mario Vargas Llosa ha hecho algo parecido, ha sacado a Roger Casement de la oscuridad de la historia. Pero en este caso lo ha hecho por medio de un escritor consagrado que cuando muera –que pasen muchos años- se convertirá en un mito, en un clásico de de los grandes.

La técnica empleada es la acostumbrada para este tipo de novela ambientada y apoyada en abundante material de investigación. En ella juega con las fases del tiempo, el presente, el final, las regresiones. Pero hay algo muy difícil de conseguir y que logra MVLL: emociona desde el principio. En cuatro o cinco párrafos sentimos la amargura del protagonista esperando su ejecución y recordando su infancia feliz junto a su querida amiga. Y luego, enseguida, los viajes y estancias en las líneas de sombra, en el corazón de las tinieblas de la condición humana. El Congo, La Amazonia, Europa con sus líos políticos y la efervescencia de la guerra inminente.

Y todo esto envuelto en los detalles de las relaciones humanas. Ahí MVLL es un maestro porque nos acerca con una lupa lo que pasa por debajo de la capa aséptica del documento histórico. Podemos ver la atracción de las pieles, la rendición de un corazón correoso y resentido, el llanto del que ha perdido toda esperanza, el salvajismo, el amor. El libro también es una lección de cómo el poder puede hacer hundir la reputación de un hombre cabal. De eso no nos hemos curado después de un siglo. MVLL ha vuelto a hacer el milagro de resucitar a un personaje fascinante que nunca debiera haber sido ignorado.

martes, 2 de noviembre de 2010

RAMÓN SAMPEDRO


Si me dicen antes de escribir esto cuándo murió Ramón Sampedro, diría que hace dos o tres años. Pero... han pasado ya ¡casi 12 años!
Para mí este hombre era un escritor. Seguí con muchísima atención las vicisitudes de su caso. Su guerra contra políticos, contra la jerarquía jurídica y eclesiástica, su impotencia para ejercer la libertad que a casi todos los humanos nos ha sido dada de quitarnos la vida, su búsqueda de unos brazos ajenos que le ayudaran en su decisión...
Aquí tengo encima de la mesa su libro “Cartas desde el Infierno”. Pero la edición antigua, no la que oportunamente reeditaron con ocasión de la película de Amenábar.
Hay dos párrafos que subrayé con ahínco:
1.- ¿QUIÉN DECÍA QUE ERA NECESARIA LA ESPERANZA?
“... lo que deberían de enseñarnos, desde que nacemos, es sentido crítico. Deberían explicarnos la teoría del origen de la vida y la evolución de las especies. Seríamos mejores creyentes. Seríamos más humildes y bastante más humanos. ... Creo que la tapa evolutiva del ser humano como creyente tiene que dar el paso siguiente –ya lo está dando- hacia una razón crítica, pura y científica que supere toda superstición. Entre ellas la del tabú y terror a su mortalidad”.
2.- UN SER HUMANO QUE SE AUTOEXCLUYE
“... Cuando el animal racional (humano) descubrió la forma de dominar a todas las demás especies incluyó en ese mismo dominio a sus propios hijos –el mito de Caín-. Hoy son tantos los hijos expulsados de todos sus paraísos... Tantos son los que sobran para mano de obra barata. Siervos que se han convertido en la plaga de la explosión demográfica, la superpoblación...”
Ramón nació en Xuño (La Coruña) en 1943. Recorrió el mundo en un barco mercante; de mecánico. En unas vacaciones, cuando contaba veinticinco años, se lanzó al mar y se golpeó la cabeza con una roca. Dice que si hubiera sido un animal lo hubieran sacrificado por caridad, pero lo condenaron a cuatro o cinco años de “vida” –ese es el tiempo que le otorgaron los médicos-. Esa “vida-agonía” se prolongó durante casi treinta años. “Cuando te rompes la columna sientes un escalofrío que recorre la espina dorsal y después nada. Y el cuerpo flota. Desde entonces, dice que su tragedia es mirar el mundo desde abajo”.
El 13 de enero de 1998, con ayuda de Ramona Maneiro, sorbió su libertad de cianuro y volvió a aquella playa de donde no debería haber salido.
En el vídeo se ve a un hombre sufriente; atragantado, sorprendido ante la dolorosa llegada de la muerte. Muchos tuvieron la culpa de que así fuera.

miércoles, 27 de octubre de 2010

MI TALISMÁN

Hace quince años fuimos a veranear al El Puerto de Santamaría. Todas las mañanas íbamos a recorrer alguna de las magníficas playas de los alrededores para bañarnos, jugar a las palas y disfrutar de la luz y de las olas. La arena estaba tan dura y lisa, la que era lamida por el agua, que parecía de cristal. Jugábamos con palas de madera y pelotas de goma maciza, tan lejos unos de los otro que arreábamos a la bola con todas nuestras fuerzas. Una mañana la orilla apareció llena de lo que parecían ser cacas humanas. Eran cacas de un absoluto color marrón. Al principio pensamos que eran, efectivamente, cacas, y las evitábamos para no mancharnos los pies pero luego vimos que, joder, no podía haberse puesto de acuerdo todo el mundo para cagar en el mismo lugar de la costa. Así es que con mucho reparo me acerqué, cogí una con la punta de los dedos, la más clásica, y noté que estaba dura como una piedra. El que ahora es mi más querido talismán era una piedra volcánica, con sus poritos, su forma y su peana.Siempre que la miro aquí en mi escritorio, me acuerdo de aquél estupendo verano en Cádiz.

viernes, 8 de octubre de 2010

ALFONSINA STORNI

Siendo apenas un niño comencé a practicar acordes con la guitarra. Cantaba canciones simples con el LA, el RE y el MI. Me gustaba cantar canciones; era la época en la que se produjo el boom de los cantautores latinoamericanos. En una ocasión me enseñaron, no sin esfuerzo, una canción que pervivirá en mi memoria para siempre: Alfonsina y el mar. Tuve que aplicarme en serio pues algunos de los acordes iban en sostenido, con bemoles, con menores, séptimas... Y tenía una letra que entonces veía misteriosa y apenas con el significado de una sirena perdida en el mar.
Muchos años después supe que Alfonsina era la historia de una poetisa argentina nacida en Suiza. Se va a vivir a Argentina con apenas cuatro años a la ciudad portuaria de Rosario. Tenían carencias económicas. El padre era raro y melancólico. Su madre abre una escuela con no demasiado éxito. Con trece años y para sustituir a una actriz enferma, se traslada con una compañía de teatro por diversas ciudades y cuenta que le sirvió para conocer las mejores obras de teatro clásico y contemporáneo.
Al regresar se hace maestra de escuela y comienza a publicar poesía. Se traslada a Buenos Aires. Da a luz a su hijo Alejandro y debe afrontar sola la situación. Trabaja como cajera. Comienza a relacionarse con diversos poetas. Publica en la revista Caretas.

En 1920 llega a Montevideo y triunfa en el círculo intelectual uruguayo. Era de conversación chispeante y en no pocas ocasiones era la reina de la simpatía. Ahí conoce a Horacio Quiroga; otro ejemplar de la “colección”. En 1920 recibe el segundo premio nacional de poesía.
Conoce a Gabriela Mistral. Quien dice que no ha visto en su vida cabellos más hermosos: sus cabellos eran plateados aun teniendo sólo veinticinco años.
Fracasa con una obra de teatro. Conoce a Federico García Lorca. En 1935 es operada de un cáncer de mama y al año siguiente se suicida su amigo Quiroga.
En Mar de Plata y a la una de la madrugada abandonó su habitación y se dirigió al mar. Por la mañana unos trabajadores encontraron el cadáver. Lo que ocurrió esa noche ya lo cuenta esa canción. El Senado de la Nación le rindió un sentido homenaje: Se lamentaron de que cómo era posible que un país con tantas riquezas no supiera crear una atmósfera propicia para esa planta tan delicada como es un poeta.

lunes, 4 de octubre de 2010

03/10/2010



En Auto de fe se describe al protagonista como en esta imagen:
sus libros, sus lápices perfectamente ordenados en la mesa de
madera.

Reunión familiar en la sierra. Alguien saca una caja con fotos antiguas y las vemos en blanco y negro; fotos de todos los tamaños y épocas. Cada vez que pasa esto falta más gente porque ya se han muerto unos cuantos más. ¿Quién era ésta señora? Fue la madre de tu abuela. Se ve a una mujer arrugada, consumida, muerta hace tantos años que nadie la recuerda. Esa mujer es parte de mí, o bien soy yo parte de ella, pero me es a la vez tan ajena... ¿Quién me pidió permiso para existir? Se pueden apreciar mis rasgos en los suyos. Siempre me acongoja pensar que también acabaré así, siendo apenas una sombra que no dice nada en una fotografía. Entonces he mirado a mi madre y he dicho: mamá, ahora me planto; ya no quiero cumplir más años. Era una gracia y me ha mirado sonriendo pero he podido ver en el fondo de sus ojos la pena. Luego he visto una foto de ella antes de casarse con mi padre; tan joven, tan guapa. Y la he mirado y ella ha dicho; qué triste es hacerse viejo.

La muerte. Acabo la lectura de El libro de los muertos. De Elias Canetti. Forma parte de la infinidad de apuntes que escribió a lo largo de su vida. Me acabo de comprar sus memorias, tres libros que abarcan desde 1911 hasta 1937. Escribió mucho este escritor del que leí hace un montón de años su Auto de fe con prólogo de Vargas Llosa. Pero aún más, al parecer, es lo que aún no ha salido a la luz: diarios y más escritos custodiados en un búnker de Zurich a 15 metros de profundidad y que no podrán ver la luz hasta el 2024.

Una cita del libro me ha inspirado para un micro:

En la grada, ante el apasionado final de la obra, el público esperaba compungido a que llegara la muerte del protagonista. Todo el mundo evitaba mirarse porque todo el mundo estaba al borde del llanto. Pero al término, algo había salido rematadamente mal; la escena había sido vulgar, sin brillo, patética. Se empezó a oír un murmullo que fue creciendo, un pataleo. Un rato de rabia y desconcierto. Finalmente alguien ajeno a la escena se acercó y agitó al actor que estaba tendido. Le tocó la yugular y vio que estaba muerto. Entonces el teatro estalló en un solemne aplauso lleno de reconocimiento.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Raymond Roussel


De no ser por Michel Foucault y su deconstrucción que le dedicó un entusiasta ensayo, este escritor parisino no habría salido del anonimato. Raymond Roussel nació en 1877. En cierta ocasión escribió un pequeño ensayo 'Como escribí algunos libros míos' (1935) que fue utilizado por gran cantidad de surrealistas franceses como Raymond Queneau, Georges Perec, etc. El método consiste en partir de dos palabras de fonética semejante: 'billard' (billar) y 'pillard' (bandido) y hacer que coincidan en una frase que sin su participación nunca lo hubieran hecho. Dedicó dos años de su vida a dar la vuelta al mundo pero confesó que jamás le había valido para escribir una palabra o una idea. Decía que sólo la imaginación sirve para crear. Sangraba con la composición dolorosa de cada frase. Tenía adicción a los barbitúricos y se decía que sufría frecuentes quebrantos económicos por su estilo de vida. También que era víctima de chantajes por parte de amantes homosexuales. Fue un fracaso como escritor y así contó en una ocasión que sólo había sentido el éxito cuando hacía imitaciones de diferentes actores o se acompañaba al piano. Se suicidó en su habitación del Gran Hotel de Palermo el 14 de julio de 1933. Parece ser que pidió a un camarero que le ayudara incluso pagándole el servicio pero tuvo que cortarse las venas solo.

lunes, 20 de septiembre de 2010

20/09/2010


El sábado la etapa de la vuelta acabó en la Bola del Mundo. Hubo un duelo épico entre Mosquera y Nibali en las durísimas rampas finales. Yo lo he subido a pie y puedo asegurar que en algunos tramos casi hay que utilizar las manos. En la cumbre, en invierno, puede haber una climatología ártica. Bajísimas temperaturas, fuertes vientos, metros de nieve. Hay también un control de retevisión en el que trabaja diverso personal técnico, de servicio y de seguridad, Guardias Civiles. Uno de ellos, hace muchos años, contó que una noche especialmente de perros, aparecieron dos jóvenes prácticamente congelados. Varias personas del centro intentaron reanimarles pero no reaccionaban. Empezaron a darles bofetadas, refriegas de alcohol. Nada; no conseguían sacarles ni media palabra. Les dieron copas de coñac; muchas, y nada. Sólo más tarde, para sorpresa y vergüenza de todos, vieron que los pobres eran mudos, de nacimiento.